Osvaldo Ardiles y Emilio Commisso, camino a los bancos del Ducó. Comienza el ciclo de Ossie como entrenador de Huracán.
Hace tres décadas, Osvaldo Ardiles era un crack para aplaudir de pie. Tenía el globo en el pecho y le daba brillo a un Huracán protagonista (subcampeón en 1975 y en 1976). En sus tres años en Parque de los Patricios jugó 113 partidos y convirtió 11 goles. Quizá también por eso, su ansiedad por sentarse en el banco como entrenador un puñado de horas después de arribar a Ezeiza, procedente de Londres. Quería estar el Pitón, quería poner su cara de tipo bueno en estos días de crisis, tras el alejamiento de Antonio Mohamed.
Caminó por ese césped que conocía desde tiempos más felices. Miró a los costados. Escuchó algunos aplausos, pero ninguna ovación. Es lógico: la gente extraña al Turco que ya no está y que dejó esta suerte de neblina en el ambiente quemero. Sin embargo, salvo un rato antes del inicio, cuando desde la popular Oscar Ringo Bonavena nació el inequívoco "turcoooo/turcoooo", los hinchas no se manifestaron al respecto. Incluso no hubo ninguna bandera específica.
Ardiles tenía una camisa a rayas, un pantalón gris oscuro, una sonrisa módica y muchas ganas de estar. De todos modos, no dio demasiadas indicaciones el ex entrenador de Racing, sobre todo en el primer tiempo. Tampoco su ayudante Emilio Commisso. La voz más frecuente que escucharon al principio los jugadores fue la de Carlos Amodeo, el coordinador de las inferiores, quien entrenó al plantel durante la semana. El ex mediocampista que ascendió con Huracán en 1990 estuvo sentado en la platea Miravé y desde allí trató de darle continuidad a la idea de Mohamed. Ya en el segundo tiempo, se lo vio más inquieto a Ardiles, más locuaz, más suelto.
Entonces, los cambios fueron todos idea y obra del nuevo técnico. Pero el resultado no fue el esperado: Raúl Gordillo, Juan Ortiz Prieto y Alan Sánchez no ofrecieron variantes válidas.
"Estoy orgulloso de poder presentar a Ardiles como entrenador. Y me puso contento que él se hiciera cargo tan rápido. Es señal de que está comprometido con este momento", dijo el presidente Carlos Babington, ya con la amargura de la derrota digerida.
Ya con la certeza de la derrota, Ardiles caminó a paso manso rumbo al vestuario. Casi no había aplausos para escuchar. Comprobó que el hoy de Huracán nada tiene que ver con aquellos días felices de los 70. Luego -en la conferencia- pidió calma y prudencia. Sabe que serán imprescindibles.
Publicado por el autor del blog, en Clarín.