lunes, junio 19, 2006

Deseos...

El campeonato de la Primera B Nacional comenzará el 5 de agosto. Y no tendrá grandes modificaciones respecto de la temporada 2005/06. El único detalle que variará será en los descensos: perderán la categoría los dos peores promedios y los que se ubiquen en los puestos 17o. y 18o. jugarán la Promoción. En ambos casos sin importar si se trata de equipos directa o indirectamente afiliados a la AFA.
Lo que sigue, a modo de expresión de deseos, es el comentario de un debut memorable, el de la campaña que significó el último ascenso del club a Primera, en la temporada 99/00.

Si en el debut Huracán buscaba motivos para sustentar la posibilidad de volver a Primera, los encontró. No sólo por el 5-1 incuestionable ante Español, sino también porque su juego disparó aplausos y exhibió superioridad ante un rival deshilachado. Y si de despertar ilusiones se trata, la actuación de Huracán superó las expectativas. Su gente -esos más de 4.000 hinchas que no se inhibieron ante el frío ni se escondieron en la comodidad de la televisación en directo- se fue feliz. Tenía razones. Estas razones:1) Un arquero confiable. Martín Ríos ya había insinuado sus condiciones en el Clausura de Primera, en la pretemporada se ganó el puesto, y ayer volvió a ser importante. En los escasos arribos de Español, respondió con seguridad. Hubo una excepción: el perfecto tiro libre de Ramírez, cuando Huracán ganaba 3-0.2) Un defensa correcta. Sencillez por el medio, donde Diego Ledesma -de las inferiores- y Juan Cáceres -defensor del seleccionado paraguayo- entregan sencillez y nunca se complican. Por los costados, Rodolfo Graieb -autor del primer gol, a los 20, de cabeza- y Fernando Moner son el aporte de personalidad, más allá de sus desprolijidades en el traslado.3) Un tridente ofensivo de Primera. Derlis Soto -enganche; jugó las eliminatorias para Paraguay- es sinónimo de precisión, de gambeta hacia adelante. Le falta agregarle continuidad a sus cualidades. Adelante, Godoy y Casas prometen goles. Y cumplen. Ayer, el ex delantero de Platense hizo uno (empujó un centro de Casas); y el jugador que Menotti quiere para Independiente convirtió dos (primero aprovechó un error de Avalos; después ejecutó muy bien un penal).4) Alternativas. Sirven dos ejemplos. El primero, Luis González. Entró por Fabián Carrizo (lesionado) y cumplió su rol sin desentonar. El segundo, Diego Graieb -ex Atlético Tucumán- quien brindó despliegue por la derecha, tras la expulsión de Héctor González, y sentenció la goleada con una perfecta emboquillada.Sin embargo, por ahora, sólo se pueden establecer indicios, aproximaciones. ¿Por qué? Porque el recorrido recién comienza y por las carencias del rival. Español se arregla con lo poquísimo que tiene: muchos juveniles con pocos partidos en Primera, casi sin incorporaciones de nivel. Dentro de ese marco, sólo la voluntad de Jesús le escapó a la mediocridad.De fondo se escuchaba la ilusión hecha grito: Vamos a volveeer/vamos a volveeer. El equipo, dentro de la cancha, empezaba a sostener el operativo retorno.

Publicado en Clarín el 15 / 8 / 99 por el autor del blog.

martes, junio 06, 2006

Permítanme llorar

Ahí, al costado de esta cancha ingrata, El Turco llora. Sabe que remó contra todo como técnico, como ex jugador y, sobre todo, como hincha. Camina con un desencanto que le pesa. Sus piernas, las que permitieron el salto para el gol del ascenso en la cancha de Los Andes, allá en 1990, apenas lo mantienen en pie. El Turco es cada uno de los que agotamos las entradas en este Diego Maradona, una suerte de metegol mejorado en el que no cabe toda esta tristeza. El 2-2 contra Argentinos ya es una sentencia en la tarde de un domingo que merecía un final feliz para la épica quemera. Es un dolor este desenlace.

Entonces me acuerdo de aquel 24 de junio de 1986, la noche previa a la semifinal de Argentina contra Belgica, en el Mundial de México. La de otro 2-2, pero contra Italiano. La de los penales. La del primer descenso. La del principio de todas las tristezas posteriores. La de mis primeras lágrimas futboleras.
Lloré aquella noche. Como hoy. Como El Turco. Como un quemero de ley...