Puede jugar bien, regular o mal. Pero invariablemente deja la misma sensación Franco Mendoza: va por más, va por todo. Quiere siempre, intenta, busca, se enoja, lo siente, lo vive. Eso volvió a suceder en Bahía Blanca, ante Olimpo. Fue la cara menos agria de un Huracán decepcionante. Hizo el gol, el único, el del honor. Y quedó como un detalle de justicia. Más allá de aciertos y de errores era quien más lo merecía.