miércoles, julio 30, 2014

Retrato de un gigante

Herminio Masantonio, uno de nuestros superhéroes, en la revista El Gráfico. Imagen de un guapo de verdad.

Por Carlos Irusta*
CALLES DESPAREJAS... Barrio amasado en trabajo, callejón, sangre y charcos de agua de lluvia. Dicen que allí nació el tango: “Nació en los Corrales Viejos / allá por el año 80 / Hijo fue de una milonga / y un pesao del arrabal”, reza una poesía.

Los Corrales Viejos... En las calles Catamarca, Boedo, Chiclana y Famatina, se faenaban ganado porcino y vacuno, y en cada degüello, la roja sangre se mezclaba con el barro... Fue allí, se dice, donde transcurre el cuento “El Matadero”, de Echeverría... Los Corrales Viejos... Llamado también El Barrio de las Ranas, que se desparramaban en los charcos... Y llamado también El Barrio de Las Latas, justamente porque así vivían muchos que no tenían otra cosa para cobijarse, que latas, cartones y géneros... “Del barrio de Las Latas / se vino pá Corrientes / con un par de alpargatas / y pilchas indecentes”, cantaba Tita Merello. También se conoció al barrio como el de la Quema, en donde los “cirujas” –que tenían la precisión de cirujanos– iban eligiendo los restos que les convenían...

Hoy el barrio es el Parque de los Patricios. La antigua calle Grito de Ascencio cambió de nombre por el año 2000, aunque sea apenas por unos metros entre la avenida Zavaleta y la calle Iguazú... Fue la primera vez que una calle cambió de nombre para llevar la de un jugador de fútbol, de la misma manera que en Ensenada, en Villa Albino, también se dio el mismo caso. Y no es todo, puesto que frente a la sede social del Club Atlético Huracán se levantó el primer monumento en Latinoamérica a un futbolista.

Así, la calle del Parque de los Patricios, la de Ensenada y el monumento, tienen algo en común: los tres llevan el nombre de un jugador, símbolo del Globito, símbolo de una época, y símbolo de una manera de encarar la vida: Herminio Masantonio, quien, como alguna vez tituló en El Gráfico el gran Osvaldo Ardizzone, fue “Un hombre de verdad”. Esta es la historia del hombre, estos son apuntes sobre un jugadorazo...

NACIO EN ENSENADA, en la provincia de Buenos Aires, pero fue en el Club Atlético Huracán en donde más que brillar, capturó la admiración de su hinchada, la de sus compañeros y hasta la de los extraños. Jugó en el club a lo largo de doce años. Desde 1931, en el comienzo del profesionalismo, hasta 1945, tras una pasada por el Defensor Sporting del Uruguay, en el 43, por el Banfield del 44.
Rafael Masantonio llegó por 1880 a estas tierras. Atrás dejaba su pueblo natal en Italia. Y, entre sus brazos, estaba Guerino. Don Rafael y su esposa trajeron a este mundo a otros nueve hijos más, en total: seis varones y cuatro mujeres. Herminio, nacido el 5 de agosto de 1910, fue el cuarto varón. Don Rafael, el padre, era albañil. Allá en Ensenada, en donde recaló la familia, los chicos apenas dejaban los juguetes cuando ya estaban trabajando, especialmente en los frigoríficos, porque había que “parar la olla”, como se decía entonces.

Herminio andaba por los catorce años cuando terminó el colegio primario –un sexto grado aprobado, en ese entonces, era como un diploma del secundario– y también él salió a trabajar, a buscar las chirolas. Primero, en un frigorífico, como peón de embalaje en Swift, y después, junto al padre, cargando baldes, dándole a la cuchara... sacando músculos.

Hay que imaginárselo: un muchachito callado, a veces casi hosco, que se aguantaba en silencio una paliza paterna porque no hacía caso y se iba a “jugar a la pelota”, en el baldío de enfrente. Un chico curtido por el trabajo y la hambruna, que en un pequeño Boxing Club de Ensenada empezó a descargar sus broncas dándole a los guantes, saltando a la soga, aprendiendo la nobleza de estar frente a un rival, cara a cara, sin trampas ni rodeos, peleando por ser el mejor.

Sí, anduvo dándole a los guantes, pero el fútbol pudo más. “Todos sabíamos que jugaba –contó alguna vez su hermano mayor, Guerino–. Jugaba en un club que se llamaba Villa Albino, en la Liga Platense, pero no pasaba mucho, aunque todos hablaban de él como un futuro gran goleador. Y como papá no quería que jugara, él hacía lo que podía. Lo buscaron de Estudiantes y también de Gimnasia, pero no sé qué pasó que no lo contrató ninguno de los dos y así llegó a Huracán... Tenía veinte años, y estaba en el servicio militar. Esa época era toda una locura, porque los clubes buscaban  desesperadamente a shoteadores. Así que lo contrató don Tomás A. Ducó, y para ganar, no necesitó nada de nada, porque debutó haciéndole tres goles a Quilmes”.

 EL ROMANCE entre la hinchada del Globo y el goleador va mucho más allá del nombre de una calle o de un monumento, porque tiene que ver con los lazos del corazón, de la historia, del agradecimiento y del orgullo.

Sinónimo de gol, de guapeza, de reciedumbre y de personalidad. Se fue metiendo en la leyenda de la misma manera que se impuso en la cancha, de puro guapo. Masa, como lo llamaban muchos, se convirtió en lo que es, un símbolo que a través de los años persiste en el recuerdo hasta de aquellos que ni lo vieron. Nadie olvida aquella tarde, en la cancha de Lanús, cuando salió adelante del equipo, rodeado por unos cien hinchas locales furiosos que, sin embargo, no le tocaron un pelo. Ni de algunas de sus peleas hombre a hombre, como cuando se enfrentó en la cancha a Lorenzo Fernández –un caudillo uruguayo de aquellos– y lo puso nocaut. Fue cuando la final del Sudamericano del 34 entre Argentina y Uruguay. Lorenzo Fernández era considerado un intocable, pero el pibe le metió el cross y a otra cosa. Sí, el mismo Lorenzo Fernández que cuando Masa estaba en el hospital, seriamente enfermo, se vino del Uruguay para decirle: “Ñato, no aflojés ahora, vos que nunca aflojaste, no te achiqués ahora...”.

Y ni qué decir del testimonio del gran Tucho Méndez: “Lo quise desde el primer día que lo ví, fue mi gran ídolo... Lo esperaba todos los días en la puerta del estadio para entrar junto con él, porque quería tenerlo cerca, que todos supieran que Herminio era mi amigo... Llegué a jugar con él y fue el momento más feliz de mi vida... Te hacía sentir protegido, porque era eso, un protector...”.

EN LA CANCHA era cosa seria, tanto que sus 259 goles en 367 partidos de Primera son una marca indeleble de su puntería y de su fuerza. Cabeceador, potente, junto con Bálsamo (luego vino Tucho Méndez) y Baldonedo (más tarde apareció Simes), formó tríos inolvidables. Entre 1937 y 1939 estuvieron sus mejores años, con 28 goles cada uno. Ganó el Campeonato Sudamericano de 1937 y el de 1941 luciendo la camiseta de la Selección y fue el máximo goleador en los Sudamericanos del 35 y del 42: con la celeste y blanca metió 21 goles en 19 partidos. Fueron sus años, aquellos años treinta, años del Café Benigno, donde paraban González Castillo, o el Negro Celedonio Flores, boxeador y poeta, o el gran Homero Manzi, el autor de Sur. Cuentan los que lo conocieron que parecía un personaje salido de un tango, con su pantalón fantasía y un eterno cigarrillo Sublimes en la mano –le gustaba pitar fuerte–. A veces, cuando se concentraban en Banfield, se ponía un “saco de fumar” como se le decía entonces, todo bordado con alamares y se tiraba en la cama. Prendía un cigarrillo y pegaba el grito: “¡Tuchito, vení a hacer el mate!”. Y ahí iba Tuchito, Tucho Méndez, orgulloso de acompañar al crack, al ídolo, al amigo, que disfrutaba escuchando discos de Gardel o de Magaldi, y que, cuando podía, se iba al Nacional o al Germinal, aquellos cafés de la calle Corrientes en donde por veinte centavos, uno podía tomarse un café y escuchar, por ejemplo, al Gordo Aníbal Troilo o a Alberto Morán, de quienes fue muy amigo...

EMILIO BALDONEDO, que jugó junto a él, contó que “No era el jugador de gran habilidad, ni de gran clase, pero era muy buen jugador. De esos para ganar partidos, para reaccionar en la derrota, para contagiar a todo un equipo. Y cuando Masa entraba por los laterales, y sobre todo por la izquierda, había que ir a cobrar... Era número puesto, ya se gritaba el gol antes de que shoteara. ¡Y cómo pegaba! Con un fierro y, al mismo tiempo, con una precisión impecable...”.

Se retiró en 1945, tras haber jugado 349 partidos para Huracán con 254 goles convertidos. En total jugó en 367 partidos con 259 goles. Se despidió en la reserva de Huracán, contra River, y con un gol y se dedicó a formar pibes, que siempre lo reverenciaron. Tímido y callado fuera de la cancha, un león adentro de ella, que cuando había un problema siempre era el primero en copar la parada. “Ustedes vayan, son muy pibes para estas cosas”, decía. Como alguna vez definió don Adolfo Pedernera, “Fue un Robin Hood de la vida”.

Ubicado detrás de Arsenio Erico y de Angel Labruna, fue un 9 de pura raza. “Se le recordará siempre proyectado hacia delante, en el vértice de las dos alas, volando o arrollando”, escribió un anónimo colega de La Nación, en su necrológica (murió el 11 de septiembre de 1956). Fue velado en la sede del club, que decidió, además, entornar las puertas de la entidad y colocar la bandera a media asta. Fue sepultado en el cementerio de la Chacarita.

El poeta Francisco García Jiménez y el músico Miguel Padula, le hicieron un tango, El Mortero del
Globito: “Y grita la barra de Parque Patricios / Tirá Masantonio, Herminio, tirá/ y si tira Masantonio / no hay nada que hacerle ya está el gol...”, que grabó la Orquesta Típica Víctor, con la voz de Alberto Gómez.

Cuando ya estaba viviendo sus últimos años, formó un equipo de barrio, que vestía la camiseta de Huracán. Se llamó “Contra viento y marea”. Y como definió Osvaldo Ardizzone, “Así había vivido... contra viento y marea”.

*Periodista. Texto publicado en El Gráfico.

domingo, julio 27, 2014

Domingo de Huracán


Huracán, en la tapa de Olé, tras la victoria de ayer frente a Boca por la Copa Argentina. Un domingo de Primera. Un domingo de Huracán.

Palabras para una alegría



Federico Mancinelli, ya referente de Huracán, y su mirada de la clasificación ante Boca y de lo que se viene: el obligatorio objetivo del regreso a Primera.

sábado, julio 26, 2014

El inmenso Marcos



Marcos Díaz, otra vez decisivo, otra vez con el arco invicto. El arquero es el mejor jugador de Huracán en 2014. Una garantía de seguridad.

De cabeza, a la siguiente ronda



Centro de Patricio Toranzo, cabezazo de Federico Mancinelli. El segundo y la clasificación a los octavos de final, ante Boca. Ahora, Huracán enfrentará al vencedor del encuentro entre Banfield y Quilmes. El Globo de Newbery va por su séptima Copa Nacional.

Wanchope, querido y goleador



Pase impecable de Federico Vismara, corrida de guapo y definición de Wanchope Abila. El primer, el que abrió la puerta para eliminar Boca de la Copa Argentina.

Huracán está de regreso

Wanchope festeja el primer gol. Huracán sigue en carrera.

Copa Argentina - 16avos de final:
Huracán 2-Boca 0, en San Juan

Porque se le ganó a uno de los candidatos de Primera. Porque el equipo se muestra sólido. Porque se reinstaló el nombre de Huracán en el protagonismo grande. Porque dan ganas de aplaudir. Porque hay plantel para afrontar un semestre muy relevante. Porque la base está y los refuerzos de jerarquía, también. Porque Kudelka es un proyecto. Porque se honraron las Once Estrellas del Globo de Newbery. Porque el entusiasmo está otra vez entre nosotros. Porque el sábado, en el estreno en el Nacional ante Temperley, el Palacio Ducó será una fiesta...

Por todo eso, Huracán está de regreso. Sí, señor. De regreso...

Más detalles:
En la página oficial de la Copa Argentina.

viernes, julio 25, 2014

La vuelta de aquel clásico

Huracán y Boca, en el Palacio Ducó, en 1954. Ambiente de clásico.

La Copa Argentina ofrecerá el sábado (desde las 20.15, televisado por la TV Pública) una cita con historia. Boca y Huracán se enfrentarán en el estadio del Bicentenario, en San Juan. Se trata de un viejo duelo que tuvo en el escenario de las Copas Nacionales otro espacio para expresarse. Allí, se enfrentaron en diez oportunidades. Y los de la Ribera tienen ventaja: seis triunfos contra cuatro. Sin embargo, los de Parque de los Patricios ganaron la única final en la que se enfrentaron: 4-2 en la Copa Competencia Británica de 1944. Con un lujo añadido: el Globo de Newbery dio la vuelta olímpica en el Gasómetro.

Más allá de las Copas, hubo un tiempo en el que Boca y Huracán, grandes protagonistas también en tiempos del amateurismo, disputaron una suerte de superclásico de los tiempos fundacionales. Luego de la escisión de 1919, se formaron dos asociaciones: la Asociación Argentina (la oficial, homologada por la FIFA) y la Asociación Amateur. En la primera competían como principales referentes Boca y Huracán; en la segunda, Racing, River, Independiente y San Lorenzo. Entonces cada partido entre los de la Ribera y los de Parque de los Patricios tenía sensación de clásico grande, con nombres imborrables incluidos: Guillermo Stábile, Roberto Cherro, Cesáreo Onzari y Américo Tesoriere, entre otros.

En 1914 -un año después que el River-Boca y un año antes que el San Lorenzo-Huracán- se enfrentaron por primera vez. El 9 de agosto, Boca se impuso 2-1, en Parque de los Patricios. Desde entonces, en el amateurismo jugaron 22 veces: 11 victorias xeneizes, 7 empates y 4 triunfos de Huracán (entonces conocido como el club de los raneros).

El carácter de clásico tuvo lugar en los años 20, cuando ambos fueron los más campeones de esa década (con cuatro títulos de liga cada uno). Y sobre todo la rivalidad se forjó entre 1919 y 1926, cuando compartieron la Asociación Argentina. En ese lapso, jugaron 14 encuentros: ocho triunfos de Boca, cuatro empates y dos éxitos de Huracán. Boca fue campeón en 1919, 1920, 1923, 1924 y 1926; y Huracán se consagró en 1921, 1922 y 1925. Más tarde también festejaría en 1928.

Pero el episodio definitivo, que le dio espíritu de duelo de vecinos de los barrios del Sur, fue la definición de 1923. Se trató de una temporada con algunas irregularidades: Boca y Huracán tenían 51 puntos, pero los de Parque de los Patricios habían jugado un encuentro menos. Sin embargo, en un fallo cuanto menos polémico, la Asociación determinó que disputaran directamente un desempate con partidos de ida y vuelta en el emblemático escenario de Sportivo Barracas. En el primero, ganó 3-0 Boca; en el segundo se impuso 2-0 Huracán. Como no valía la diferencia de goles, debieron enfrentarse por tercera vez: luego de 120 minutos, en la cancha de GEBA, empataron 0-0. El 27 de abril de 1924, otra vez en Sportivo Barracas, Boca se impuso 2-0, con goles de Alfredo Garasini. Y fue campeón luego de 390 minutos y 43 días de la definición más extensa de la historia del fútbol argentino. Ahora, en San Juan, construirán un nuevo capítulo en el territorio de las Copas Nacionales.

Texto publicado en Clarin.com

miércoles, julio 23, 2014

Ese maldito gol imposible


El terreno de juego del Monumental no estaba en condiciones. Era puro barro. Pero aquel decisivo Boca-Huracán del Metro de 1976 se jugó igual. Y como casi siempre en las citas decisivas de la historia de este duelo, Boca nos sacó ventaja en los detalles. Y nos ganó con ese zapatazo lejano del Chino Benítez. El vuelo de Héctor Baley no alcanzó. Fue uno a cero. Así, los del Riachuelo fueron campeones a pesar de haber sumado nueve puntos menos que el Globo de Newbery. Un caso único en la historia del fútbol argentino.

miércoles, julio 09, 2014

Un lujo imperecedero


La camiseta de Huracán, en los gloriosos años 20, cuando éramos los más campeones del Río de la Plata. Una reliquia. Un lujo sin precio.

lunes, julio 07, 2014

Hasta siempre, Querido Alfredo


"Por mis gustos, la identificación con el fútbol que practicaba Huracán fue instantánea, aunque hubo otros motivos que me hicieron admirar esa institución, como el hecho de que una de las primeras sedes sociales que se inauguraron fue la de Huracán. Y eso, para aquella época era toda una novedad, y una muestra de grandeza. La misma que siempre tuvo Huracán. Para mí los grandes siempre fueron seis y Huracán es uno de ellos”.

Hoy falleció nuestro Alfredo. Sí, Di Stéfano. Ese crack de todos los tiempos, esa estrella en cualquier constelación. Que también se puso el Globo de Newbery en el pecho. Que nos paseó, generoso, por cada recuerdo, que nos ofreció su respeto y su cercanía. Lo que sigue es el modestísimo homenaje a él, al Viejo, a la Saeta Rubia:

Alfredo Di Stéfano camina por las calles de Madrid con una certeza que no le cambia la vida: el club más exitoso de la historia, el Real Madrid, lo tiene como presidente honorario y como máximo referente de su gloria. Sucede también ahora, cuando los millones de Florentino Pérez, otra vez presidente de la institución, permiten armar un equipo estelar, con Kaká y Cristiano Ronaldo como caras del pretendido éxito. Pero el inmenso Don Alfredo, capaz de todos los títulos, jamás olvida los caminos que lo llevaron al pedestal. Y le entusiasma más hablar de aquellos días en los que el euro no existía y él tenía un bigotito a lo Errol Flynn. En diciembre del año pasado, recibió el Premio Leyenda, otorgado por el diario Marca. Entonces, el periodista Tomás Campos, español e hincha de Huracán, le entregó el número especial de El Gráfico sobre el Centenario del club de Parque de los Patricios. Di Stéfano se encontró allí, en aquella juventud de 1946, con el Globo de Newbery en el pecho, en una foto que ocupaba una página entera. Se emocionó en silencio. Y mientras esperaba el comienzo del acto en el hotel Ritz de Madrid, hizo lo que haría un joven entusiasmado: le fue a mostrar a sus amigos Paco Gento y Amancio Amaro Varela aquella imagen de los tiempos de Huracán. Fue como un reencuentro. Poco después, desde las páginas del diario Marca, mandó suertes desde España para el Huracán de Angel Cappa, en la antesala del partido decisivo del Clausura 2009. Se amargó por la derrota ante Vélez. Y ahora, cuentan, colabora para que un juvenil de la cantera del Real juegue en el Ducó. Como si fuera un quemero más. Como si hubiera vuelto a gritar alguno de sus 10 goles bajo el cielo de Parque de los Patricios.

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.

sábado, julio 05, 2014

El vencido vencedor

Angel Cappa, el padre de aquel milagro de 2009.

Angel Cappa entró al vestuario y presenció una escena que le transformó el dolor de la derrota en el orgullo por cada paso compartido con ese plantel: en un rincón, Gastón Esmerado -suplente en el juego; titular sin discusión en la construcción de un grupo sano- lloraba su desconsuelo, el de todos. Era una demostración: el despojo de Liniers había impedido el título, la duodécima estrella del club, pero nada ni nadie podía ser capaz de borrar de la memoria el recorrido impecable, ese precioso asombro que el fútbol argentino aplaudió de pie.

Los Angeles de Cappa, aquel equipo de 2009 que disputó el encuentro decisivo ante Vélez, fue un espasmo glorioso. Más allá del desenlace con derrota, se consagró como el mejor equipo del semestre en el campo de juego; también en el imaginario popular. Porque su fútbol fue una reivindicación del carácter lúdico, la renovación de ese deseo de ir a la cancha al margen de los colores, la simpatía de todos porque -finalmente- en un fútbol argentino de temerosos y de ventajeros un equipo se animaba a la osadía de jugar sin rebusques.

Y Cappa fue el protagonista central de aquella búsqueda. Armó un rompecabezas con las piezas que había. Alfredo Di Stéfano, su amigo, se lo había dicho: "Huracán es el lugar ideal para vos". Y así fue: con un presupuesto mínimo construyó un equipo máximo. Javier Pastore estaba postergado entre la Quinta y la Reserva. Cappa lo puso en Primera. El Bailarín de La Quema respondió como un crack. A Mario Bolatti el Porto lo prestó sin cargo, como se prestan a los jugadores que sobran. El elegante cordobés fue Xabi Alonso con el Globo de Newbery en el pecho. Al año siguiente, ellos dos -figuras de ese Huracán sin olvido- fueron convocados por Diego Maradona para jugar el Mundial.

Aquel equipo que se transformó en referencia cuando de buen fútbol se habla duró lo que podía durar: un suspiro de seis meses. El contexto era el peor: un club devastado por administraciones lamentables. Cappa -con voluntad de supehéroe- intentó la revancha. No pudo ser. Sin embargo, se fue abrazado a toda esa gente que todavía lo aplaude. "Vino un entrenador, se va un quemero", dijo durante la despedida, en la puerta de la platea Alcorta, en el Palacio Ducó.

Aquel breve milagro de fútbol consiguió varias cosas relevantes que el palmarés no muestra ni mostrará: reinstaló una discusión en torno al juego; desnudó a los tramposos; y sobre todo corroboró que, a veces, la gloria no necesita de vueltas olímpicas. También por eso, Cappa se fue jugando con el idioma: al partir, él era el vencido vencedor.

Texto publicado por el Fundador del Blog en el Periòdico El Barrio.

No habrá olvido


Por Eladio Mases
Se cumplen hoy cinco años del llamado Robo del Siglo. Aquella final que Vélez -al amparo del bochornoso arbitraje de Gabriel Brazenas- le ganó a Huracán. Aquel partido que demostró que había un solo modo de vencer a Los Angeles de Cappa: despojándolo de manera espuria.

Desde este espacio, que cubrió aquella cita, que se abrazó a los vencidos vencedores, sólo prometemos una cosa: ni hoy ni el año que viene ni nunca ofreceremos el olvido para aquella herida. Será memoria perpetua. Para que los impunes festejantes y los impunes facilitadores no tengan nunca el grato recuerdo de esa victoria; sino el pertinaz mensaje de una verdad: aquella vuelta olímpica tuvo precio.

jueves, julio 03, 2014

Nuestro Mundial ya tiene Fixture


Ya fue sorteado el Fixture del Nacional - Transición 2014, que comenzará el primer fin de semana de agosto y concluirá el primer fin de semana de diciembre. El inicio del recorrido -de Nuestro Mundial- sucederá frente a Temperley, en el Palacio Ducó. Serán 20 partidos en 22 fechas; el Globo de Newbery quedará libre en la segunda jornada. Cada uno de los dos grupos de once equipos ofrecerá cinco ascensos a la máxima categoría. Hay una obligación: Huracán debe ser uno de esos beneficiarios. Allá vamos...

martes, julio 01, 2014

Tan jóvenes, tan grandes


Huracán, en sus 35 años, a fines de 1943. Una multitud celebra. Vestidos elegantes, el abrazo y la sonrisa cercana, la certeza de los nueve títulos ya obtenidos (al año siguiente, en la Copa Competencia Británica llegaría la Décima Estrella), la impronta de grande.