miércoles, noviembre 28, 2012

Nuestra


Por Sebastián Varela del Río
¿Cuánto vale la pasión? ¿Qué número de máquinas excavadoras se necesitan para extirpar el amor por unos colores? ¿Cómo se cotizan la pertenencia, la función social de un club y la herencia futbolera?
Todo eso se preguntaban ayer alerededor de 1.000 hinchas de Huracán que se acercaron a la Legislatura Porteña a pedir por La Quemita . Y, al cabo, torcieron la balanza.
La convocatoria corrió rápido por las redes sociales. Desde el Gobierno de la Ciudad se había presentado un proyecto que contenía la posibilidad de expropiar el predio en el que se entrena Huracán y juegan sus inferiores. Allí instalarían una estación de ómnibus y un taller de arreglo de unidades del subte. El “Plan Maestro Comuna 8” desató la iniciativa de protestar frente a la Legislatura.
“La Quemita no se toca” , fue la frase movilizadora.
Desde las 17, los hinchas fueron llegando al centro porteño. Estaba Roberto, socio vitalicio 336, que en sus 80 años se acercó hasta con el bastón. No pudo saltar junto a la multitud, pero igual sintió que su corazón rebotaba en el medio de esos otros corazones quemeros . “Voy a la cancha desde 1938. Hoy tenía que estar”, dijo. Y emocionó a todos...
También se acercó Fernando, de 36 años, con su hijo Máximo, de sólo 7. “Tiene que aprender. Venir acá es como ir a la escuela. Le vengo a enseñar lo que es el amor. Lo que es ser hincha de Huracán”, contaba el orgulloso padre. Igual que ellos, todos, con sus historias, ratificaron una pertenencia.
Mientras los hinchas desataban su recital de pasión con todos los cantitos de cancha, entre los legisladores del PRO y los dirigentes de Huracán se negociaba fuerte . El acuerdo llegó sobre las 20. Los políticos se comprometieron a armar un nuevo proyecto en el que, en el caso de que se lleven a cabo, las obras se hagan de manera subterránea y los terrenos sigan a cargo del club.
La Quemita será de Huracán por 20 años más. El Gobierno de la Ciudad aseguró que el predio no será expropiado.
La noche terminó con el festejo descontrolado de la gente.
La sensación quedó flotando en el aire. Y es que la pasión no puede cuantificarse.
Habrá que entender, de una vez por todas, que el hincha también puede cuando sus intenciones son nobles y sus métodos justos . Que la política podrá decidir por su cuenta, que se podrá decir, pensar y debatir.
Pero que el amor por los colores, de vez en cuando, devuelve la ilusión.

Texto publicado en Clarin.

martes, noviembre 27, 2012

No se toca


Hoy a las 17:00 se tratará en la legislatura porteña la cesión a Huracán por 20 años más de los terrenos del campo de deportes Jorge Newebery, lugar en donde entrenan los equipos de fútbol y hockey del Globo.

No será un martes más para el hincha Quemero, debido a que hoy se empezará a definir si la entidad de Parque Patricios continuará siendo dueña de las 15,7 hectáreas del predio que utiliza en el barrio porteño de Bajo Flores desde 1986 y cuya concesión venció en el 2008 (El expresidente Carlos Babintong no se presentó a firmar la renovación de las tierras).

Por ello, muchos hinchas de Huracán se juntarán desde las 17:00 en la legislatura porteña (Perú 160) para reclamar por sus tierras. Esas que día a día utilizan todos los jugadores de inferiores del club, como así también las chicas de hockey y el plantel profesional.

Además, el 6 de diciembre se tratará la ley de Comuna 8. En la cual, se encuentra el proyecto de ley de la construcción de la terminal de ómnibus de zona sur, cuya aprobación provocaría que Metrovías reclamara cinco hectáreas del campo de deportes Jorge Newbery para la colación de una nueva estación de subte (Lacarra) y una zona de reparación y mantenimiento de los mismos.

Texto publicado en Patria Quemera.

lunes, noviembre 26, 2012

Magia



Fecha 16: Crucero del Norte 1-Huracán 2. Tercera victoria al hilo. Es magia...  (continuará...)

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
En el fixture

Post publicado desde Londres, Inglaterra.

domingo, noviembre 25, 2012

El Gran Viberti

Sebastián Viberti, un Quemero, un amigo de los Bonavena, un crack. Foto: Diario La Voz.

Por Ariel Scher
Eso pasó en el centro de la infancia, o sea en las horas en las que el universo es perfecto, hasta más que perfecto si se atrapa la mano grande de un buen papá. Toda la fuerza, y todo el amor, y toda la energía, llevaba Aquel Pibe en la mano chiquita con la que apretaba la mano grande de su buen papá en esa tarde de domingo y de cancha en la que no tenía más que seis o siete cumpleaños y, desde una tribuna futbolera en vibraciones, un jugador le llamó la atención más que los otros jugadores. La mano chiquita enseguida presionó a la mano grande:
-Ese es el mejor, ¿no, pa?

Era así, tal cual esa percepción de Aquel Pibe: Sebastián Viberti era el mejor. Marchaba por la mitad del campo con la camiseta de Huracán enfundándole el pecho ancho, corría como si los pies seguros y la melena leve estuvieran de acuerdo en andar a un solo compás y la gente lo aplaudía seguido. Con eso le sobraba para que cualquier espectador de seis, de siete o de cincuenta cumpleaños corroborara que era el mejor. Y, sin embargo, no por eso se volvía el mejor a los ojos de alguien que transcurría su segunda o su tercera visita a un estadio y respiraba felicidades porque su buen papá, como cada día, no le soltaba la mano. Lo mejor del mejor era otra cosa. Viberti comunicaba en cada desplazamiento, en cada esfuerzo y en cada caricia a la pelota algo a lo que nadie sabe ponerle nombre en las épocas iniciales de la escuela, pero con el paso del tiempo sí se reconoce, sobre todo porque no abunda: Viberti transparentaba nobleza. Era un futbolista generoso, valiente, involucrado, leal, confiable, con clase entera. Uno bueno de verdad.

En la ruta lenta y plena para regresar de la cancha al hogar, el dueño de la mano chiquita y el dueño de la mano grande coincidieron: Viberti había sido la figura. Por si hacían falta certificaciones, también fue esa la opinión de un vecino que entonces sólo relataba desencantos, pero antes, bastante antes, había sido un joven de sonrisas en Parque de los Patricios y era hincha de Huracán. Y, encima, en la semana, el cronista de El Gráfico que contó el partido, flor de autoridad, escribió la misma conclusión. Semejantes evidencias le resultaron suficientes a Aquel Pibe para dos identidades. La primera le duró hasta el comienzo de la adultez: desde aquella experiencia, sin éxito pero con insistencia, Aquel Pibe quiso surcar los suelos del fútbol a la manera de Viberti. La segunda le perduró sin límites: si la infancia es la edad en la que cada uno construye su propio Olimpo, ese domingo en el suyo le hizo un sitio a Viberti y no lo bajó jamás.

Debió ser exacta la evaluación compartida de hijo y de padre porque, algunas ediciones después, El Gráfico le destinó uno de sus míticos posters a Viberti. No hubo dudas: aunque Aquel Pibe gritaba y lloraba según las suertes de una camiseta diferente a la de Huracán, separó cuatro chinches firmes para pegar la imagen de Viberti en una pared de su pieza, a la vista de quien entrara, cerca del rincón en donde un poco más adelante también tendría su espacio la efigie invencible de Rubén Peucelle, un luchador emblemático de los Titanes en el Ring. Para ese momento ya conocía bastante de Viberti: que era cordobés en cada gota de la sangre y en cada eco de la voz, que desfiló como pocos en el círculo central de algunos equipos provinciales y que, a partir de los tempranos sesenta, orientó sus botines certeros a favor de Huracán y, más de una vez, de la Selección Argentina. Además, a la misma casa en la que brillaba el póster, alguna noche llegó de Córdoba un amigo de la familia que dijo que Viberti era un tipo que valía la pena.

En la inauguración de la década del setenta ya eran globales la pasión, el hambre, los sueños, el aire y la fe. No la televisación del fútbol, por lo que cuando Viberti migró al Málaga para tornarse en ídolo del otro costado del mar costó enterarse de sus proezas. Cada tanto, los diarios reproducían elogios lejanos que sostenían más el prestigio que la fama de ese jugador impagable. No obstante, el póster no perdió su lugar. Muchos visitantes de Aquel Pibe apuntaron sus pupilas allí y le consultaron sobre quién era ese futbolista y qué hacía ahí su foto, inamovible entre otras fotos. Y no dejaron de hacerlo, en algún verano posterior, al retornar Viberti a la Argentina para incorporarse a Belgrano, en un ensayo breve con desenlace en el retiro. Aun sin material probatorio, la contestación de Aquel Pibe resonó sin vacilaciones y sin variantes ante cada pregunta: ese, el del póster, era un crack.

Si algo está verificado de la realidad es que no se queda quieta. Como le ocurre a todo el mundo, a Aquel Pibe el centro de la infancia se le fue instalando indeteniblemente en el pasado. Vinieron maravillas y abismos, encuentros y desencuentros, lo que se suma y lo que se extravía, la vida. También más fútbol y más mediocampistas, algunos, inclusive, con ciertas señales que reponían el recuerdo esporádico de Viberti. Otras transformaciones, claro que menos profundas, llegaron por inercia, por llegar nomás, y así, en una mañana de la que nadie guarda precisiones, el póster de Viberti viajó, junto con más reliquias de la niñez de Aquel Pibe, desde la pared de la pieza de la infancia hasta un estante habitado por papeles viejos.
Cuando Viberti murió durante el cuarto sábado de un noviembre, Aquel Pibe ya no era un pibe sino un hombre rodeado por los contrastes de la existencia. Al principio, la noticia le pobló de tristezas la garganta. Después no. Después, cerró los ojos y volvió a ver a esos pies seguros y a esa melena leve avanzando acompasados, llenando la mitad del campo a lo grande, emocionando desde el coraje y desde la calidad. No en el centro de la infancia pero sí en el intento de la madurez, se aprende que hay cosas que no se borran nunca. En la cancha del corazón y de la memoria, Viberti seguirá jugando. Igual que el universo perfecto que cabe en la mano grande de un buen papá, ahí está Viberti. Ahí siempre estará.

*Texto publicado en 11wsports.

jueves, noviembre 22, 2012

Paseando gloria


En esos años 20, Huracán ya se había consagrado como uno de los grandes del fùtbol argentino. En 1927, invitado por Aldo Cantoni (gobernador de la provincia cuyana; hombre fuerte del club), el plantel se fue de gira por San Juan. Estadio lleno para ver al más campeón (junto a Boca) en esa década. El equipo, que luego ganaría el torneo más numeroso de la historia del fútbol argentino (el de 1928), se adjudicó entonces el “Campeonato Sanjuanino Olímpico de Foot Ball”, como señalaba su pomposo nombre. En la final venció por 4 a 1 a Independiente Rivadavia, de Mendoza. Guillermo Stábile en tres oportunidades y Spósito fueron los autores de los goles; un tal Carlos González hizo el tanto mendocino. Huracán había derrotado a un seleccionado local por 6 a 1 y a Chacarita Juniors por 3 a 1. El partido final se jugó el jueves 12 de julio, ante la presencia del gobernador Aldo Cantoni y otras autoridades. Huracán formó con: Ceresetto, Vico y Oratto, Bartolucci, Pueigdengolas y Souza, Loizo, Spósito, Stábile, Chiessa y Settis. Una fiesta para el Globo de Newbery, que ya paseaba gloria por los caminos del país.

*La foto pertenece en el libro "El San Juan que usted no conoció", de Juan Carlos Bataller.

Post publicado desde Dublin, Irlanda.

sábado, noviembre 17, 2012

Los protagonistas



Un Ducó a pleno para acompañar al equipo, en zona de descenso a la tercera categoría. El 2-1 ante Douglas Haig fue, sobre todo, la victoria del contorno.

Post publicado desde Lille, Francia.

viernes, noviembre 16, 2012

Darlos vuelta



Fecha 15: Huracán 2-Douglas Haig 1, en el Ducó. Alegría a la distancia. Lo vivo desde Lille. Huracán dio vuelta un partido por primera vez en más de un año. Segunda ausencia, segunda victoria...

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
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Post publicado desde Lille, Francia.

jueves, noviembre 15, 2012

Lo que hacía bien



Carlos Babington, en su tiempos de futbolistas. Año 1980, golazo en el 1-0 frente a San Lorenzo, en el Ducó. Una lástima: el dirigente mató al futbolista memorable...

Post publicado desde Lille, Francia.

martes, noviembre 13, 2012

Un grito para la disfonía



Año 1992, Clásico en el Ducó. Penal de César Labarre a Mariano Dalla Libera. Ejecución y gol del colombiano Jorge Cruz para el 1-0 definitivo. Eran días de racha positiva ante el archirrival histórico. La revista Sólo Fútbol lo retrataba en su contratapa: "Grande Pa", decía el título.

Post publicado desde Lille, Francia.

domingo, noviembre 11, 2012

Lo mejor de nosotros



Fecha 14: Almirante Brown 0-Huracán 4. Me toca mirarlo de afuera, viajando por cuestiones de trabajo. Lo sigo como puedo: Twitter (un grande Gustavo Medina !!), Roja Directa, Patria Quemera, algún llamadito telefónico para enterarme de los milagros del Pastor(e), Internet, los diarios a la distancia... Y la verdad, no se puede creer el 4-0 de ayer a Almirante Brown. Me permití la locura de creer: estamos a doce puntos del tercero. Hay que hacer cartón lleno hasta la pretemporada: Douglas Haig en el Palacio; Crucero del Norte en Misiones; Ferro en Parque de los Patricios; y Defensa y Justicia en Florencio Varela. Creo que se puede... No es poco que volvamos a creer después de lo mejor de nosotros, ese rato de reconstrucción en Isidro Casanova.

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
En el fixture

Post publicado desde París, Francia

jueves, noviembre 01, 2012

Más que un club


Por Ángel Cappa
Huracán es una forma irrenunciable de ver y de vivir el fútbol, una manera casi única en esta época nefasta del fútbol argentino de entender y disfrutar del juego. Huracán es el respeto emocionado por el toque. Todavía recuerdo a la gente de pie aplaudiendo al equipo que giraba alrededor de Bolatti, como si estuviera en un teatro. Todavía tengo viva la imagen de las familias reunidas compartiendo momentos fugaces pero eternos de alegría en el Ducó, que parecía un templo reservado al buen fútbol.

Huracán es un sentimiento de amor por un caño, por una gambeta, por un pase medido o por diez toques seguidos paseando la pelota de un lado al otro de la cancha, buscando la sorpresa que siempre encuentra el talento. Huracán es la profunda sencillez del barrio con sus valores de amistad y de generosidad que tanto cuesta rescatar en otra parte. Es, todavía, "el farol balanceando en la barrera", como le cantó Homero Manzi. Y es la mágica locura de René, que cada día juega mejor. Y la elegancia de Miguel, y la pegada precisa de Carlos, y la inteligencia de Fatiga, y la pelota que sale limpita con Carrascosa. Huracán es el encanto insuperable de aquel grandioso equipo del 73, que quedó para siempre en el alma de todos los hinchas con un cachito de sensibilidad. Y por supuesto que es Masantonio, y Tucho, y Pastore, y la Chancha Larrosa, y la figura quijotesca, admirable y magistral del Flaco Menotti.

Por todo esto, y por tantas cosas así de chiquitas pero que juntas son enormes y colman cualquier corazón despierto, Huracán es más que un club, es un estilo de vida. Fui tan feliz en Huracán que ese equipo del 2009, con toda su eficaz fantasía, justifica para siempre la pasión que aprendí en los potreros de Villa Mitre y que antes aún me había contagiado mi viejo, un perfeccionista de los de antes, que se pasaban la vida buscando la jugada maravillosa, para guardarla en algún rincón del alma.

Tal vez porque sentíamos lo mismo y vibrábamos juntos con las gambetas de De Federico, y los enganches del Pato Toranzo, o las subidas para jugar, no para tirar un centro cualquiera, del Chiche Arano y de Araujo, y el respaldo de seguridad de Eduardo y de Paolo, o el atrevimiento de Monzón en el arco para atajar jugando, la hinchada del Globo me convirtió en un quemero más. Lo dije cuando me fui porque era así nomás: llegué como un entrenador y me fui como un quemero porque la gente de Huracán así lo quiso. Hoy, en un nuevo aniversario, y en un momento difícil del que saldrá seguramente con el apoyo de todos juntos, le deseo feliz cumpleaños. Y gracias Globo por todo lo que me diste. Un abrazo a todos y a cada uno de los hinchas.

Texto publicado en 11wsports.

El peor de los cumpleaños


Huracán está atravesando el peor momento deportivo de sus inminentes 104 años de historia. Es un atropello a esa grandeza que construyó en otro tiempo. Quedan tan lejos aquellos que hicieron de Huracán el más campeón de los años veinte (junto a Boca). Tanto que parecen una mentira bien contada por los abuelos o los bisabuelos de los hinchas de estos días duros. Parecen tan ajenos los días felices de los años setenta, con nombres de chapa internacional, con cracks para guardar por varios siglos. Si hasta resulta increíble imaginar los 73 años sin interrupciones en la máxima categoría (desde 1914 hasta 1986). Si incluso Los Angeles de Cappa -esa magia que duró seis meses- quedan a un abismo, más allá de que apenas pasaron tres años y un poquito. Distorsiona todo este presente de equipo roto, de promedio escaso, de riesgo de descenso a la tercera categoría.Y así anda Huracán, con el deseo herido de volver a Primera; con la certeza de que tiene que sumar para zafar del dolor más lamentable.

El jueves, el Globo de Newbery cumplirá 104 de su segunda fundación (la oficial, la de 1908). Para el partido del sábado frente a Independiente Rivadavia, socios y habitantes frecuentes del Ducó pretenendían y pretenden celebrar el cumpleaños. Pero la actualidad no ayuda para nada: el equipo está último en la tabla general (con apenas dos victorias en 12 encuentros), en zona de descenso a la tercera categoría (la Primera B Metropolitana) y con un inevitable clima hostil. Un detalle reciente lo cuenta: de regreso desde Paraná (tras el 0-3 frente a Patronato), el micro que traslabada al plantel fue interceptado por un grupo de barras. Cuentan que subieron y los increparon. "Si siguen jodiendo no les va a salir gratis", cuentan que les gritaron, con insultos que acompañaban. En Parque de los Patricios y sus zonas de influencia se respiran días de inconvenientes.

A la actual conducción se le reconoce el manejo claro, la voluntad de construir desde los escombros que dejaron los dirigentes anteriores y una novedad en el club: el plantel está al día. Y no es que se trate de un plantel barato. El presupuesto de 1.500.000 pesos es uno de los tres más elevados de la categoría. Llegaron futbolistas de jerarquía, de Primera. Sirven dos ejemplos: el capitán Eduardo Domínguez y Hugo Barrientos llegaron procedentes de un All Boys que se había subido al podio de Primera con el principal argumento de su notable capacidad defensiva, virtud de la que ellos eran partícipes necesarios. Ninguno de los dos está ahora a la altura de las necesidades de Huracán. Pero no son sólo ellos. Casi nadie está fuera de la lista de futbolistas que están rindiendo por debajo de las expectativas. Hay más: los jugadores se quejan por tener que viajar en micro al interior y reclaman concentrar en un hotel y no en el Ducó. Un anécdota como contraste: Los Angeles de Cappa se concentraban en Alcorta y Luna. Otra: Mario Bolatti -figura máxima de aquel equipo junto a Pastore- tuvo que dormir durante las primeras semanas en una cama que era más corta que sus 187 centímetros.

Y el malestar por esta campaña que da pena se traslada a los hinchas también. En los foros de socios -como el de Patria Quemera- tras la caída en Paraná se proponía ir a hacer una manifestación, a modo de queja a la sede de la Avenida Caseros. La Policía tuvo que tomar precauciones. Al final no pasó nada. Pero la realidad es que nada garantiza que el fastidio no se traslade a alguna expresión pública. Más allá de lo traumático, es una situación curiosa la de este Huracán: no hay tanto reclamo para una conducción que -al menos- pretende ser prolija, más allá de la sucesión de errores en lo deportivo (al menos, a la vista de los resultados). Los principales señalados, esta vez, son los futbolistas.

No hay entrenador que le encuentre la vuelta al Huracán. Desde la polémica derrota frente a Vélez (0-1, en Liniers), en la definición del Clausura 2009, Huracán perdió 65 de los 125 partidos que disputó. Es, por lejos, el peor tramo de su historia. En ese período sucedieron todos ciclos inconclusos de entrenadores. Con un caso emblemático: Héctor Rivoira -el de la campaña más decorosa, aquel décimo puesto en el Clausura 2010 de la A, en el que Huracán a falta de cinco fechas estaba a cinco puntos del lìder- se fue entre silbidos y regresó como salvador en el último tramo de la pasada temporada y volvió a partir entre rechazos, hace casi nada.

Por eso. Por todo eso, Huracán está viviendo el peor cumpleaños de su vida.

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.com