viernes, marzo 30, 2018

No jodan más...



Huracán 1-Banfield 1

No jodamos más con los arbitrajes. Basta. No puede ser que sucedan penales que no existen...

Mucho menos en el Día del Adiós a René.

Eso.

Todo eso.

jueves, marzo 22, 2018

Bendito será el recuerdo de tus locuras


Seguía yendo al lugar en el que había sido fabricante de alegrías y de jugadas para guardar en todas las memorias. Cuando volvió el fútbol de la Superliga, en el reciente verano que ya se fue, René -el crack que no necesita su apellido para que la referencia resulte inequívoca- estaba ahí, en el Palacio Ducó, justo antes del partido contra River. La escena era una demostración: el Hueso -como lo llamaba su apodo de los días felices- respiraba barrio. Sentado en el cordón de Alcorta, con la gorra que le habían regalado hacía poco, con la sonrisa ante el saludo de tantos admiradores que lo vieron jugar o que escucharon sobre su leyenda. Pero en los ojos había una tristeza tardía, una suerte de despedida. Houseman ya no estaba bien.

El domingo del último clásico ante San Lorenzo también caminó por Colonia, escuchó saludos, recibió abrazos, la gente le rendía pleitesía. Pero a él ya le faltaba fuerza. Lo disimulaba con una generosidad que no le cabía en su cuerpo breve. Pero igual ahí estaba, en ese espacio que le resultaba tan propio. Aunque se había criado en el Bajo Belgrano -en esa villa que la dictadura arrasó durante el Mundial 78-, siempre fue habitante sentimental de Parque de los Patricios y de su zona de influencia. Como un Quemero más.

Falleció el siete bravo de Huracán, el mago de los años 70, el campeón del mundo con la Selección del Flaco Menotti -su impulsor-, el hincha de Excursionistas que se había asomado al fútbol grande en Defensores de Belgrano, campeón de la C en 1972. Ya no está el hombre, pero vivirá su legado de wing estupendo: también la añoranza de esas jugadas que nunca más sucedieron.

Cuentan que la muerte mejora al fallecido. Pero René no necesita eso. Ni ahora ni nunca. Bastará el recuerdo de quienes presenciaron su loco fútbol para que ese retrato exprese su dimensión. Lo contó en días no tan lejanos Daniel Buglione, compañero en aquel plantel del 73, el del Equipo de los Sueños: "Hacía cosas imposibles. Que sólo se las veías a él. Era imparable en los partidos, en los entrenamientos, en su barrio. ¿Sabés lo que valdría hoy?"

La pregunta no tiene respuesta. Porque encima, aunque era wing también hacía goles. Muchos para ese puesto reservado para los gambeteadores, los díscolos, los osados. Sólo en Huracán convirtió 109 tantos en 277 partidos. En la Selección, con la que jugó dos Mundiales, marcó 13 en 52 presentaciones.

Todavía se escuchan en las charlas de bar los ecos de aquella canción que lo evocaba en sus tiempos de crack: "Y chupe, chupe, chupe/no deje de chupar/El Loco es lo más grande del fútbol nacional..."

Construyó un idilio con esa gente que quería concluir con 45 años de espera y postergaciones. Desde los años 20 -en los que el club había sido el más ganador junto a Boca- que Huracán no obtenía un título de Liga. Fue campeón y figura en el año de su arribo con las armas que luego lo inmortalizaron: gambetas, amagues, movimientos de cintura, rivales por el piso, pases al milímetro, goles.

Roberto Fontanarrosa -uno de los escritores que lo admiraba- contó cómo jugaba. Lo padeció en un histórico 5-0 de Huracán ante su Rosario Central, en Arroyito. "Corría, para hacer todo más difícil, sobre la raya de toque, por la derecha, casi haciendo equilibrio. Le salió un marcador, de frente, cubriéndole la línea. Y ahí no se muy bien qué hizo ni cómo lo hizo. Sin perder velocidad, se cambió la pelota del pie derecho al izquierdo y del izquierdo al derecho, como si se le hubiera enredado entre los botines, y apareció corriendo a espaldas del marcador, siempre con la pelota y sobre la línea. Se escurrió, digamos, por el huequito que quedaba entre la cadera y la axila del defensa y los cinco o seis centímetros del grosor de la línea de cal. En aquella época no eran frecuentes las repeticiones en la tele, entonces Houseman, como para que yo no me quedara con la intriga, como para mostrar nuevamente el truco a ver si alguno lo descubría, repitió la maniobra con otro defensor que salió a cruzarlo por detrás del primero y se fue como una luz hacia el banderín del corner. Otra vez ese esbozo de arranque hacia adentro, la corrección hacia afuera y enderezarla para adelante pasando casi de perfil y sin que, ni siquiera, consiguieran hacerle falta. (…) Flaco, liviano, escurridizo, desprolijo en el vestir, llevaba la pelota a velocidad de vértigo aderezándola con una enorme cantidad de amagues, de pequeños frenos, de aceleraciones, al punto que había veces en que era la pelota la que lo seguía a el, como un empecinado cachorro".

El vínculo con el hincha se forjó con aquellas destrezas y su magia. Y permaneció inalterable hasta el último de los suspiros. Se trató y se trata de una fidelidad que ni los calendarios ni los tropiezos pudieron ni pueden corromper.

Queda una impresión, ahora en su partida: el idilio no lo edificó sólo con el hincha de Huracán, que lo tendrá guardado para siempre en el pedestal de los máximos ídolos. Sino con todos los que disfrutan el fútbol de los audaces, como el de René. Por todo eso, cada hincha lo sabe: bendito será el recuerdo de sus locuras...

Texto publicado por el fundador del Blog, en Clarín.

René, tan nuestro...


El Gráfico, mayo de 1976. Huracán festeja una de las escalas de ese año histórico: en un caso único en la historia del fútbol argentino (y mundial), ganó los cinco clásicos del año frente a San Lorenzo. Y ahì, René Houseman para ponerle su cara a aquellos días felices. Más allá de torpezas y exabruptos de una noche de Copa, tan nuestro, tan quemero, tan querible, tan entendible...

René, la Alcorta y el Amalfitani

René Houseman, en los encantadores 70. Fue crack, ídolo y símbolo de esa década. Y de toda la historia del fútbol argentino.

Cada vez que lo veo a René Houseman mirando a Huracán desde su rinconcito en la platea Alcorta siento una tranquilidad que no sé explicar. Como si él pudiera hacer algo, aunque ya no haya nadie como él o parecido o cercano dentro del campo de juego. A pesar de lo imposible, imagino que aquello de los duendes pueda ser cierto. Cuando está René me sucede que de repente todo parece posible. Luego, ante la evidencia de la razón y de la tabla de posiciones, advierto --otra vez-- que los duendes sean una creación propia, pocas veces exitosa. Pero no me resigno. Lo veo a René y, naturalmente, empiezo a creer que esa tarde o esa noche habrá un reencuentro con días más felices.
El domingo no habrá rinconcito en la platea Alcorta. Tal vez tampoco esté René. O quizá no alcance a divisarlo. Seremos locales en el José Amalfitani, esa cancha en la que todos lloramos bajo el invierno de 1986. En esta ocasión no estará del otro lado el impertinente Italiano de Ramón Cabrero. Será contra Newell's. Y quizá no encuentre con la mirada a René. Entonces, comprenderé esta suerte de desarraigo. Y, para colmo, no habrá duendes a los cuales acudir...

Lo que sigue es un texto que publiqué en Clarín, en octubre de 1998. Se titulaba "René y la victoria que no llega".

"Una tarde cualquiera del 98. Barrio de Parque Patricios. Estadio Tomás Ducó. La popular Oscar Ringo Bonavena está repleta de sombras. Vacía de papelitos, gritos de bronca que buscan un desahogo que no llega. Nunca llega. Allí, en el campo de juego, el Huracán del pasado ilustre y el presente deshilachado padece. No alcanzan las gambetas de Daniel Montenegro ni las buenas intenciones de Sixto Peralta y de Gastón Casas. Nada alcanza. Ni ese aliento resignado. Ni ese Vamos muchachos que no tiene eco. El destino se parece a un pedacito del pasado. A ese invierno del 86, el del descenso contra Italiano en la cancha de Vélez, el del orgullo herido...Pero ahí está el Globo. Luchando maltrecho. Pero sin quebrantos. A pesar de las malas administraciones y de la consecuente crisis económica e institucional. Con el espíritu de siempre. Con ese irrevocable apego a su linaje barrial.La tarde del 28 de agosto del 94 parece un desencanto lejano. Tan lejano que no resulta doloroso el recuerdo. Entonces, el Huracán de Cúper perdía 4-0 ante Independiente y se le escapaba el título de campeón del Clausura. Un puñado de meses después los insultos empujaron al técnico al adiós...Esa noche, la de la despedida de Cúper y la derrota ante Central, René se fue contrariado. No entendía esa reacción reñida con la mesura. Sus ojos saltones, vivaces, miraban el piso de la platea Alcorta. Buscaba respuestas. No había.René es un habitante estelar de esa platea. Siempre está. Añorando sus tiempos de gambetas sin lectura y de brazos en alto testimoniando gloria. Esperando victorias que no llegan. Buscando liberar el grito sagrado que suele resultar esquivo. Imaginando horizontes prósperos, sin sombras en la popular".

La espera de René

René Houseman, en acción ante Boca. Eran otros tiempos.

El hombre mira con la única cara posible: la de la decepción. Llegó hace un rato a ese palco del Diego Maradona para seguir al club en el que se convirtió en crack universal, del que se hizo hincha y referente de todos los tiempos. Le duele este presente de Huracán. Le parece una mentira comparada con aquella vuelta olímpica de 1973, abrazado con los emblemas de los años 20, que aún vivían y ya no están. Pero ahí anda René Houseman, sentado, atento. Como si aguardara un milagro...
O algo así: espera que un día, alguna vez, quizá este domingo, Huracán finalmente le gane a Boca como en sus días felices, como cuando el Globo de Jorge Newbery en el pecho era un motivo de orgullo, una señal de protagonismo. Conoce la racha: Hu racán no triunfa ante su archirrival de la Asociación Amateur desde 1994 y en el historial reciente apenas rescató tres puntos en los últimos 18 partidos anteriores al que está sucediendo bajo el cielo de La Paternal.
En las tribunas, está a la venta un libro que cuenta su historia. Se titula: "René Orlando Houseman. Corazón Villero". Su historia es la del paradigma del wing derecho, la del potrero volcado al campo de juego, la de la reivindicación de lo lúdico.
En el campo de juego, también como un testimonio de este tiempo, Carlos Casartelli intenta sin éxito una vez más; la pelota le rebota; no puede gambetear; choca contra los defensores; pierde; sale reemplazado antes del final del primer tiempo. Usa la camiseta con el número siete en la espalda, la del Loco, la de René, la del Hueso, la de ese hombre que seguirá esperando el milagro de un triunfo ante Boca. Ese hombre advierte que ya no sucederá en esta tarde sobre el césped del Cajón de Boyacá. Luce la previsible amargura de otra derrota. Sabe que no son días felices.

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.

sábado, marzo 17, 2018

Tres puntos copados



Temperley 1-Huracán 2

Se ganó. Se jugó mal.

El descenso ya no es un fantasma en tiempo presente.

Las Copas internacionales asoman en el horizonte, otra vez.

Por eso, apenas por eso, tres puntos copados.

miércoles, marzo 14, 2018

1981: Nosotros, de Primera


El equipo de Huracán, en el año del descenso de San Lorenzo a la Primera B Metropolitana. Arriba: el Turco García, Pogany, Jorge Gutiérrez, el Negro Longo, Clide Díaz y Toledo. Abajo: Cheves, Agüero, Daniel Cano, Babington y Centurión, autor del gol de "El Día en el que San Lorenzo empezó a descender".

Por Eladio Mases*
Entre tantos partidos que fueron capaces de cambiar historias y recorridos hay uno que -particularmente- construyó tal condición a la sombra de otros. Parece menor, lejano, casi ajeno a los grandes recuerdos. Pero está ahí, sólido, pertinaz. Como un hito nuestro; como un estigma del vecino de siempre. El 24 de junio de 1981, por el Metropolitano**, Huracán le ganó 1-0 a San Lorenzo, en La Bombonera. Parecía entonces, apenas un clásico más, un partido cuyo rasgo más significativo había sido que el triunfo quemero fue conseguido tras jugar 47 minutos con un futbolista menos (por la expulsión de José Gerardo Galván). Pero aquel gol de Carlos Centurión modificó el camino de los dos equipos y derivó, nueve fechas más tarde, en el descenso de San Lorenzo. Con esos dos puntos, el equipo que dirigía Victorio Cocco no habría descendido.

Ese encuentro cambió, con claridad, el rumbo de ambos. A esa 25a. fecha, Huracán llegaba con 19 puntos y sólo tenía tres equipos por debajo (Colón, con 15; Sarmiento y Argentinos, con 17). San Lorenzo, en cambio, parecía ajeno a la pelea por evitar los dos puestos de descenso: se ubicaba undécimo con 22 unidades. Pero en las nueve fechas siguientes, todo cambió: Huracán obtuvo 12 puntos de 18 posibles (tras cinco victorias, dos empates y dos derrotas), con dos goleadas incluidas (4-0 a Vélez y 4-1 a Colón); mientras que San Lorenzo apenas sumó seis unidades (un triunfos, cuatro igualdades y cuatro caídas), con un tremendo 2-6 frente a Instituto en Córdoba como punto más bajo. En consecuencia, Huracán finalizó octavo en el Metropolitano; y San Lorenzo, tras perder en la última jornada contra Argentinos, en Caballito, descendió junto a Colón.

Aquella noche de junio, en La Boca, Huracán --dirigido por Angel Celoria-- formó con: Esteban Pogany; Lorenzo Ojeda, Víctor Longo, Galván, Jorge Romero; Claudio Morresi, Claudio Marangoni, Carlos Babington, Julio Apariente (luego Héctor Clide Díaz); Alberto Monzón y Centurión (Bianchini). En San Lorenzo jugaban, entre otros, Rubén Cousillas, Orlando Ruiz, Omar Larrosa, Rubén Suñé, Héctor Scotta, Rubén Insúa y Walter Perazzo.

El gol de Centurión, tras un error de Capurro, sucedió a los 17 minutos del segundo tiempo. "Surgió (entonces) la zurda de Babington, ayudado por la inteligencia de Marangoni y la seguridad de Longo y Romero, para manejar definitivamente el partido", explica Carlos Bonelli, en El Gráfico. De todos modos, lo mejor no fue ese 1-0 en sí mismo, sino las consecuencias que trajo...

*Eladio Mases es periodista.

**Tras una primera rueda con repetidos tropiezos, el equipo mejoró su campaña en el Metropolitano. Y finalizó octavo, a seis puntos del podio. En el Nacional, durante el cual San Lorenzo -participó ya descendido- gestionó en AFA no enfrentar a Huracán en los Clásicos Interzonales, el equipo se quedó afuera en la Fase de Grupos.

Ataja Alles, de Argentinos. Pierde San Lorenzo y se va a la B Metropolitana.


Maradona, en acción, frente a Huracán. Hay que admitirlo: nos tenía de hijos.


Miguel Brindisi, nuestro crack, con camiseta ajena. Ese gol que dolió dos veces.

Campaña:
Metropolitano: Octavo. G 12; E 9; P 13 / GF 41; GC 50.
Nacional: Cuarto - Zona A. G 5; E 4; P 5 / GF 20; GC 20.

Posiciones:
Metropolitano:
1. Boca 50 pts.
2. Ferro 49 pts.
3. Newell's 39 pts.
3. River 39 pts.

Nacional:
1. River
2. Ferro
3. Vélez*
3. Independiente*
*Semifinalistas

Figuras:
Metropolitano:
1. Claudio Marangoni, mediocampista.
2. Alberto Monzón, delantero
3. Carlos Babington, mediocampsita.
3. Carlos Centurión, delantero.
3. Víctor Longo, defensor.

Nacional:
1. Claudio Marangoni, delantero.
2. Carlos Babington, mediocampista.
3. Esteban Pogany, arquero.
3. Lorenzo Ojeda, defensor.
3.Abelardo Cheves, defensor.

Partidos para la historia:
1. 24/6: San Lorenzo 0-Huracán 1. Victoria clave en la campaña. Marcó un antes y un después, el descenso del archirrival.
2. 12/7: Vélez 0-Huracán 4. La mejor actuación en la temporada.
3. 12/7: Huracán 4-Colón 1. El mejor desempeño en el Palacio Ducó.

domingo, marzo 11, 2018

Ellos, los que festejan empates...



Huracán 1-San Lorenzo 1

Merecimos ganar. Fuimos màs, sin brillar.

No alcanzó. Lo dejamos con vida. Nos metimos muy atrás sin necesidad.

Al final, el azar los abrazó a ellos. A los festejadores de empates.


viernes, marzo 02, 2018

Ni el tiro del final



Colón 0-Huracán 0

Era un partido para el cero compartido. Por lo que ambos hicieron. Porque fue parejo.

Era un partido, también, como para que el que hiciera el primero ganara. No pasó.

Lo feo, lo malo, lo que se discute es el por qué Huracán no lo hizo, más allá de las dificultades de su juego.

Primero, porque no le cobraron un claro penal a Ignacio Pussetto.

Luego, en el último suspiro, por ese gol anulado a Mauro Bogado. Todo porque el árbitro, por error, decidió finalizarlo unos segundos antes de que lo estaba determinado por los tres minutos que había adicionado.

Al cabo, otro capítulo más de la molesta historia de desencuentros entre Huracán y los arbitrajes.

Duelo. Pero esto sigue. Y sigue con el clásico.

Y ahí sí, el tiro del final tiene que salir. Sí o sí.