domingo, febrero 28, 2016

Les pusimos la tapa


El festejo de Wanchope Abila en la tapa de Olé. El desenlace del clásico.

Huevos, eso



La mirada de Wanchope Abila, la sensación de todos: Huracán, puro huevo.

Gritalo para siempre, Wanchope


Era el final, la agonía, el último suspiro. Y ahí estaba Wanchope Abila. Y ahí estaba Huracán. Para seguir luchando. Hasta que no quede nada...

sábado, febrero 27, 2016

Huracán vive


Huracán 1-San Lorenzo 1
No quedaba nada para ese Huracán que parecía roto, deshecho, golpeado. Otra vez, el dolor. Al accidente que rozó la tragedia, a los lesionados por largo rato, a la derrota contra Atlético Nacional se sumaba -a esa altura- el tropiezo que lastima más que ningún otro. Ganaba San Lorenzo en un partido vacío de brillos. Pero de repente sucedió un destello en la oscuridad de esos segundos de agonía: Alejandro Romero Gamarra apareció por la izquierda, tiró un centro largo, al segundo palo, pasado. Allí estaba el socio de Kaku en la Séptima campeona del Latinoamericano, Cristian Espinoza, quien la tiró de nuevo hacia adentro. Y ahí, en el área chica, abajo del arco, estaba él, Ramón Abila, el Wanchope de La Quema. No dudó ni un suspiro, pateó apenas mordido y puso el 1-1, ese empate que ofrecía el más importante de los mensajes: Huracán vive. 

Se gritó en cada rincón del Palacio Ducó. En La Bonavena, en la Alcorta, en la Miravé. El desahogo fue el invitado final al Clásico de Barrio más grande del mundo. Los diez jugadores que le quedaban a Huracán en el campo de juego se abrazaron y celebraron como se celebran los goles importantes. No se trató de una victoria como la del clásico anterior, esa que dejó al rival de siempre sin la punta del torneo. Fue otra cosa: un empate que sirve como impulso para el arduo recorrido que se avecina. Como demostración hacia adentro y hacia afuera.

De inmediato, apenas San Lorenzo movió desde el centro del campo, llegó el final. Y con él, los abrazos compartidos de los jugadores y la continuidad imaginaria de ese abrazo con los hinchas. También, una dedicatoria: en el palco, estaban los dos más afectados por el accidente en Venezuela, Patricio Toranzo y Diego Mendoza. Y para ellos también fue ese desenlace que invitó a la disfonía de uno o de varios días. Pato -emblema de La Quema y superhéroe del último duelo- le puso palabras a ese desenlace: “Celebro la grandeza de mis compañeros. El gol se festeja porque sirvió para demostrar que este grupo pelea siempre hasta el final, que se hace fuerte ante la adversidad”.

En la explicación del 18 de Huracán -ese número que algunos socios pretenden ahora retirar- habita una de las razones que le permitieron al equipo de Eduardo Domínguez acceder al empate: a pesar de jugar con diez, lo metió a San Lorenzo muy cerca del área de Sebastián Torrico. Allí, en el único lugar donde podía llegar a empatar. Y con esa constancia, con esa fe sin quebrantos, llegó al grito imprescindible. A pesar de sus limitaciones, de que sus individualidades no exhiben el nivel que permitió sumar dos títulos en cinco meses y llegar a la final de la Sudamericana. Pero incluso con harapos este equipo sostiene su impronta guerrera. Y así va. Así sigue. A pesar de todo.

Texto publicado por el Fundador del Blog, en Clarín.

El Clásico de la resurrección


Los que caminan los Barrios del Sur lo saben en detalle: es mucho más que un partido el que hoy jugarán en el Palacio Ducó, cuando la tarde se haga noche en Parque de los Patricios. Huracán y San Lorenzo volverán a disputar una nueva edición del Clásico de Barrio más grande del mundo, la número 164 en Primera, desde aquella cita inaugural de 1915. El más porteño de los duelos, el que se vive todos los días en esa geografía con la que tanto arraigo tienen, el que suele invitar al folclore (y, lamentablemente, a veces a la violencia de los barras). Los de La Quema y los de Boedo. El Cuervo y El Globo. Pura tradición.

El escenario, otra vez, muestra disparidad. Y no por lo que cuenta la historia sino por lo que cuenta la tabla de posiciones y las circunstancias: San Lorenzo es uno de los dos líderes de la Zona 1 (el otro es Central) y está invicto; Huracán jugó un sólo partido en el torneo (cayó de local ante Rafaela, en el estreno del torneo) y postergó tres fechas, tras sufrir accidente en su reciente viaje a Venezuela (perdió a cuatro jugadores por varios partidos: Patricio Toranzo, Diego Mendoza, Martín Nervo y Lucas Villarruel). Se parecen en algo: el martes, en la primera fecha de la Fase de Grupos de la Libertadores, ambos perdieron 2-0. Huracán, de local ante Atlético Nacional; San Lorenzo, de visitante frente a Liga de Quito. De esas dos derrotas buscarán recuperarse del mejor de los modos: en el clásico.

De todos modos, ambos saben que los antecedentes poco importan al momento de jugar: lo demostró el último duelo entre ambos, en Parque de los Patricios. Ese día, San Lorenzo perdió el partido ante Huracán y la punta frente a Boca, en la Fecha de los Clásicos. Jamás lo pudo alcanzar a Boca. Terminó a tres puntos. Esos tres puntos.

San Lorenzo llega con más alternativas y variantes para armar su equipo. Pero no se sabe cómo formará. Pablo Guede lo definirá hoy. Hay una certeza: no estará Marcos Angeleri, quien se retiró ayer de la concentración por una gastroenteritis. Todo indica que lo reemplazará Paulo Díaz. Además, se sabe que Gonzalo Prósperi entrará por el suspendido Julio Buffarini.

En tanto, Eduardo Domínguez mantiene una duda respecto del equipo. Hay tres candidatos para el puesto de extremo izquierdo: Ezequiel Miralles (titular el martes), Mariano González o Alejandro Romero Gamarra. No se guardará nada para el partido del martes ante Peñarol, en Montevideo, clave por la Libertadores. No puede.

Texto publicado por el fundador del blog, en Clarín.

viernes, febrero 26, 2016

En el nombre del Clásico

Vismara y Matos, en el último duelo oficial disputado. Fue en el Palacio Ducó. Y esta vez ganó Huracán en la Fecha de los Clásicos.

La búsqueda no conoce de colores. Somos rivales el mismo día en el que nos abrazamos,en el que nos escuchamos, en el que nos reímos por alguna bronca compartida. Somos Quemeros y somos Cuervos. Y distintos y diversos. Pero ahí, en el fondo de nuestras percepciones y de nuestros corazones, nos reconocemos.

No es una imposición; se trata de una cuestión de pertenencia nacida hace más de un siglo, incluso más allá del primer partido en el que nos enfrentamos, allá, en la vieja cancha de Ferro. Porque ser un clásico, nuestro clásico, es mucho más que festejar victorias o celebrar derrotas ajenas. Es un modo de mostrarnos al mundo. Que lo sepan todos: en la tierra de Maradona y de Messi, sucede El Clásico de Barrio más grande de todos. El de Stábile y de Mamucho Martino, el de Masantonio y de Pipi Romagnoli, el de Sanfilippo y de Houseman, el de Ortigoza y de Marcos Díaz.

En definitiva, el de nosotros. Que somos capaces de mirarnos y de juntos construir un mural que nos retrata. Que edificamos proyectos para que tantos chicos y chicas puedan mejorar su vida cotidiana. Que vamos tras los pasos de un espacio mejor para encontrarnos.

Porque vos, que sos Cuervo, me querés. Porque yo, que soy Quemero, te quiero. Porque en definitiva vos y yo somos nosotros.

Texto del fundador del Blog para la ONG Corazón Quemero

miércoles, febrero 24, 2016

Maldita Conmebol



Las palabras de Eduardo Domínguez. Y una queja insoslayable: la falta de decoro de la Conmebol para comprender la situación extraordinaria atravesada por Huracán. Otro papelón. Uno más.

Vamos por ella...


La tapa de Olé, la búsqueda de Huracán. Como siempre, pero más que nunca...

martes, febrero 23, 2016

Dos goles, un golpe



Copa Libertadores: Huracán 0-Atlético Nacional 2
No se jugó bien, se sintieron las ausencias, no se aprovecharon los momentos. Se perdió. Es un golpe. Duro. Pero esto sigue...

Volver...


No es un partido más. No podría serlo. La tragedia golpeó a la puerta hace demasiado poco. Lastimó a esos jugadores que viajaban en el micro de regreso de Caracas. Pero también a toda esta gente que ahora camina rumbo al Palacio Ducó, peregrinos de una fe inquebrantable. Se percibe en las calles de los Barrios del Sur, en este Parque de los Patricios que es orgullo y espacio de pertenencia de cada quemero. Huracán vuelve a jugar dos semanas después de aquella clasificación con agonía, cuando parecía roto, vencido. Y de ese accidente que casi los mata. Detrás del regreso hay una sensación que se cuenta por los rincones, en la sede frente al Parque y en la estación Caseros del Subte H; en los bares y en las redes sociales: este partido frente a Atlético Nacional, por el grupo 4 de la Copa Libertadores, resulta un modo de volver a nacer. Más allá del desenlace.

Ahí están ellos, los que le ponen contorno a un cuadro que ofrece una emoción: los jugadores que se abrazaron a un milagro para salvar sus vidas ahora irán tras los pasos de otro, el de volver a asombrar en el ámbito internacional. Como el año pasado, cuando quedaron a menos de un suspiro y un par de penales malditos de ganar la Sudamericana. Ahora buscan otro final feliz: como en aquellos encantos no tan lejanos, los dos de los títulos en cinco meses (la Copa Argentina 2014 y la Supercopa, el año pasado). Y buscarán ese objetivo con la impronta guerrera que este plantel viene forjando desde aquellos días complicados de la B Nacional.

Confían todos. Los de adentro y los de afuera. Están los socios que proponen retirar el número 18 de las camisetas, un homenaje al Pato Toranzo, ya emblema para siempre. Fue el más afectado en el accidente en Venezuela y el autor de la frase que late adentro de los que ahora gritan en la Bonavena: "Perdí parte de los dedos, pero perdería más cosas por este club". Está Diego Mendoza -el autor del gol decisivo en Caracas, el otro gran averiado luego- quien le pone humor y sonrisas a la situación traumática. El que dice convencido: "Esto nos hará más fuertes". También está Marcos Díaz -figura superhéroe de finales y partidos decisivos- quien sostiene: "Somos especialistas en reconstrucciones". En eso andan, otra vez.

Se miran en la Alcorta y en la Miravé los viejos plateístas, ya vitalicios de los mismos asientos. Y comentan esta ocasión distinta: no tiene comparación, coinciden. No se trata de un gol de Stàbile o de Masantonio ni de una gambeta de René ni de un caño de Pastore. "Esto es otra cosa: un mensaje de El de Arriba...", dice el más entusiasmado de los entusiasmados. De algún modo, una resurrección asistida por el Duende, al decir de Horacio Ferrer.

Al cabo, la gente rinde un tributo que excede al resultado. Ovaciona, grita, aplaude. Y ofrece también otra cosa: incondicionalidad. De algún modo, ellos se sienten ahora que son las piezas que al equipo le recortó el accidente. Y mientras los lesionados no estén, el respaldo llegará desde los costados. Como esta vez, bajo el cielo del Ducó. Como esta noche que no tendrá olvido.

martes, febrero 16, 2016

A rodar, a rodar...

Empieza el Grupo 4 de la Libertadores. Ante Atlético Nacional sucederá el primer partido después de la tragedia que se hizo milagro. El partido lo jugamos todos. Adentro y afuera y en cada rincón donde habite un corazón Quemero.

viernes, febrero 12, 2016

"Le escapamos a la tragedia"


Mariano González tiene un par de cortes en su espalda a consecuencia de los vidrios de ese micro en el que él y sus compañeros conocieron la posibilidad de la muerte. Las lesiones leves no merecieron ni un punto de sutura. Es el día después de ese instante que durará para siempre: el del segundo nacimiento de cada uno de los jugadores de Huracán que compartieron ese traslado desde el hotel que los hospedó en Caracas hasta el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía. Se lo cuenta en detalle a Clarín, ya más tranquilo, después de la desesperación:

“Fue raro. Pasó todo muy de golpe. Es cierto que en las ocasiones anteriores el micro se había movido rápido por la ciudad, pero esta vez, no. Veníamos a una velocidad normal para una autopista. Ya lo conocíamos al chofer, nos había trasladado siempre en este viaje, con el mismo ómnibus. Esta autopista que nos llevaba al aeropuerto es toda en bajada. Es un recorrido de montaña. Pasamos por algunos túneles. Veníamos muy tranquilos, filmando, charlando, escuchando música. Hasta que en un momento escuchamos un ruido. Se había roto el freno y, parece, que en el intento de meter un rebaje también se rompió la palanca de cambios.

No nos preocupamos tanto de entrada. Incluso cuando desde adelante el profe Santella dijo que se habían roto los frenos pensamos que era una joda. Pero cuando se empezaron a venir para atrás los demás del cuerpo técnico y los dirigentes -todos los que venían adelante- nos dimos cuenta que era en serio. Fue muy fuerte. El doctor Di Spagna nos intentó tranquilizar. Yo traté de ponerme el cinturón. En algunos asientos había varios compañeros juntos.

La velocidad comenzó a ser otra. Ibamos muy rápido. Seguíamos en bajada. En ese momento pensamos todos lo peor.

Entonces, el chofer le avisó a la policía que venía adelante que nos quedamos sin freno. Y pronto, justo en la última rampa posible, la policía le indicó al chofer que subiera para evitar seguir en bajada. Y subimos. Lo siguiente que recuerdo es un golpe, un ruido. Después el micro empezó a descender. Por suerte, el conductor tuvo la pericia para hacer detener y volcar al micro con la montaña. Después, cuando lo charlamos con el resto de los compañeros, coincidimos: si no hacía eso nos matábamos nosotros y varios más que andaban por ahí. La sensación es que le escapamos a la tragedia.

El micro volcó después. Pero no dio vueltas. Nos empezamos a hablar entre nosotros. Para tranquilizarnos, para ayudarnos. Yo quedé abajo de todos. Se rompieron algunos vidrios. Empezamos a salir por esa ventana que se abre en el techo. Mancinelli y Wanchope sacaron al profe Santella, que estaba mal. Varios compañeros tenían cortes. A Mendoza también tuvieron que ayudarlo para salir. Y mientras eso pasaba, comenzamos a sentir olor a nafta dentro del micro. Fue un momento desesperante. Entre varios rompieron el vidrio del conductor, para que salieran los que iban adelante. Rolfi Montenegro y yo fuimos los últimos en salir. Habíamos quedado en el fondo, debajo de todos.

Ya afuera, tratamos de ayudarnos todos con todos. Pato Toranzo, el profe y Diego eran los más complicados. Varios tenían sangre encima y algunos otro estaban golpeados. Pero sentíamos que lo peor ya había pasado. Estábamos vivos.

Cuando hablamos entre nosotros después de todo lo que pasó y reconstruimos la escena coincidimos en que nos salvamos por esa maniobra del chofer. En que un milagro se nos cruzó en el camino...”


Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín.

jueves, febrero 11, 2016

El otro milagro


Los jugadores de Huracán estuvieron al borde de la muerte. El micro en el que se trasladaban al aeropuerto de Caracas se quedó sin freno y por poco se caen a un precipicio. EL conductor hizo volcar el micro y les salvó la vida a todos. Igual, hubo dos lesionados de consideraciòn: Patricio Toranzo, a quien le hicieron una mìnima amputación en parte de sus cuatro dedos pequeños del pie izquierdo, y Diego Mendoza, a quien se le incrustaron varios vidrios en el tobillo derecho.

Más:
Todos los detalles de la situación dramática, en Olé.

miércoles, febrero 10, 2016

Sí, un milagro


Hay una palabra en común entre las dos tapas de los diarios. Hablan de milagro. Sí, eso fue la clasificación de Huracán en Venezuela. Jugando mal, perdiendo hasta el tiempo de descuento, golpeado, con uno menos. Pero no. Había algo más... Sí, un milagro Quemero.

Ese grito, ese abrazo


Parecía deshecho Huracán. Había jugado mal durante casi todo el partido. No lucía entero para ir a buscar. Lo que no le había salido en casi 180 minutos (contando ese otro flojo desempeño contra Atlético Rafaela, el viernes en el Palacio Ducó) debía ir a buscarlo en esos escasos cuatro minutos de descuento brindados por el árbitro paraguayo Enrique Cáceres. Fue como podía, a tirar los últimos golpes, como un boxeador averiado, más cerca de la lona que del tardío milagro del nocaut. Pero entonces, Patricio Toranzo volvió a ser el Pato de La Quema -el de los goles memorables a San Lorenzo, el que regresó para ser campeón- y pensó una jugada y metió un pase impecable para Ezequiel Miralles, sobre la derecha. El delantero hizo lo que nadie de Huracán en todo el partido: tiró un centro preciso con destinatario claro. Y en el segundo palo apareció Diego Mendoza, ese delantero grandote que jugaba en Estudiantes y que Eduardo Domínguez pidió especialmente como alternativa de Wanchope Abila. Puso la cabeza para la clasificación de Huracán. Para matar esa angustia de la que el equipo parecía preso. 

El desenlace feliz llegó luego de la apuesta que hizo el entrenador: ya jugado, ya con el 0-2 para el Caracas como certeza de la eliminación prematura: faltando siete minutos entró Mendoza; restando tres apareció en escena Ezequiel Miralles. Ellos dos, al cabo, con muy poco tiempo juntos en el campo de juego, le entregaron el pasaporte sellado a Huracán para que siga en esta Libertadores,, para que el grito -ese desahogo inesperado, tardío, final- se escuche desde Parque de los Patricios hasta Venezuela.

Texto publicado por el Fundador del Blog en Clarín.

martes, febrero 09, 2016

Crónica de un milagro tardío


En el último de los suspiros, cuando ya no tenía casi nada para ofrecer, cuando parecía que se quedaba afuera de la Libertadores en esta primera fase, Huracán encontró un centro, un gol de Diego Mendoza y la clasificación. Sufrió. Mucho. Demasiado. Pero a pesar del 1-2 (segunda derrota internacional en 20 partidos, otra vez en Venezuela) ante Caracas se quedó con la vacante en el Grupo 4, en el que debutará el 23/2 ante Atlético Nacional, de local. Y en el que luego enfrentará a Peñarol y a Sporting Cristal.

Tuvo un condicionante que no le resultó ajeno a nadie: el estado del campo de juego. El estadio Olímpico de la Universidad Central de Venezuela -donde se realizan actividades diversas y cinco equipos juegan como local- ofreció pozos enormes y césped desparejo. La pelota era difícil de manejar y cada pique resultaba una incógnita sin resolver. Eso hizo que el juego asociado se dificultara. Ante eso, el principal recurso ofensivo fue la búsqueda aérea o la pelota parada. De los dos lados. De ese Huracán pensado para recortar espacios a su rival. Y de ese Caracas necesitado de convertir al menos un gol para tratar de asomarse a la fase de grupos.

Fue un partido completamente distinto al de la semana pasada, en el partido inaugural de esta Libertadores, en el Palacio Ducó. En aquella cita, Huracán había hecho todo el gasto desde el principio y hasta ese 1-0 final que pareció exiguo respecto de los méritos acumulados. Acá, en la capital venezolana, se invirtieron los roles. Empujado por la necesidad, Caracas tuvo que salir a buscar. Cambió el libreto: procuró apropiarse de la pelota y de jugar en territorio ajeno. Lo logró sólo de a ratos. Porque Huracán consiguió dividir la pelota y hacer lento el juego.

Pero hubo un instante clave en el contexto de ese primer tiempo arduo, flojo. En el único minuto de descuento del primer tiempo, a la salida de un córner, un cabezazo de Quijada se convirtió en el gol de la igualdad para la serie. También en un desafío para Huracán: demostrar que estaba vivo a pesar de ese golpe inesperado.

Se hizo parejo el segundo tiempo. Porque Huracán tuvo que salir y dejó espacios; porque el Caracas trató de hacer pesar su condición de local. Estuvo más cerca el equipo local. En la más clara, Marcos Díaz evitó el segundo en un mano a mano con Over García.

Estuvo mejor parado el Caracas. Lastimó más, complicó más. Y tuvo una ventaja concedida por Huracán: por acumulación de faltas, Mariano González dejó a su equipo con uno menos. Diez contra once para los últimos 15 minutos. Cuesta arriba para los de Parque de los Patricios. Y Caracas aprovechó esa circunstancia: a siete minutos para el final, con un estupendo remate de Arango, consiguió el segundo.

Entonces, Huracán -golpeado, roto- fue tras los pasos de su gol. Chocó siempre. Excepto en una, en la última. Centro de Miralles, cabezazo de Mendoza. Y milagro. Y clasificación, claro...

Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín.

Goooooooool



Copa Libertadores: Caracas 2-Huracán 1
Toque de Toranzo, centro de Miralles, cabezazo de Diego Mendoza. Y gol. Y clasificación, cuando ya no quedaba tiempo. En el último suspiro, se deshizo la angustia.

viernes, febrero 05, 2016

Así, no

Wanchope, en acción. No le salió una. Uno de sus peores partidos en Huracán.

Fecha 1: Huracán 0-Rafaela 1
Huracán parece preso de su lógica de vaivenes. Este plantel capaz de lo mejor (de ganar dos títulos, un ascenso y de llegar a la final de la Copa Sudamericana en 15 meses) resulta también indescifrable cuando la situación parece más cómoda o accesible. Se complicó con la permanencia el año pasado; tropieza con piedras evitables; se debilita cuando en la antesala luce como candidato. Le pasó ayer, en el partido inaugural del Torneo de Transición: en el Palacio Ducó, que estaba invicto en el ciclo Domínguez, ante un rival en días de recambio y reconstrucción, perdió y decepcionó. Con un detalle que sirve de retrato de la preocupación con la que la gente se fue de Parque de los Patricios: jamás supo mostrarse superior a Atlético Rafaela.

Falló esta vez el bravo Huracán que asomaba como posible revelación en este campeonato. Hubo rotundos fracasos en los rendimientos individuales: Wanchope Abila -figura de 2015; goleador de la Sudamericana- perdió siempre ante la dupla central que armó Burruchaga con Paparatto y Víctor López. Toranzo, Romero Gamarra y Montenegro fueron espejo de lo que le pasa a Huracán cuando juega mal: insinuaron mucho más que lo que ejecutaron. Las variantes ofensivas que intentó Domínguez en el segundo tiempo (con los ingresos de Diego Mendoza y de Espinoza, dos delanteros) no dieron resultado. Con un agravante: parece increíble que un jugador de las condiciones del wing derecho de Huracán -el supersónico Espinoza- haga todo mal. Por apuro, por imprecisión o por torpeza, jamás logró desnivelar.

Es cierto, de todos modos: hubo un detalle que condicionó al partido. A los 25 minutos, el azar lo abrazó a Rafaela: córner desde la derecha, tropiezo y rebote en Bogado y gol en contra. Uno a cero en la primera llegada a fondo para el equipo de la Provincia de Santa Fe. A partir de ese momento se puso en escena con claridad cuál es la principal virtud del equipo de Burruchaga: recortar espacios hacia atrás, entorpecer la construcción de juego ajeno, sostenerse en una defensa que se armó como un rompecabezas y que se exhibió como una muralla. Así, se sintió a gusto y -ya con Huracán des esperado-hasta pudo haber aumentado la diferencia. Entonces, apareció -en el día de su cumpleaños- Marcos Díaz para mantener viva la posibilidad del empate hasta el último de los suspiros.

Huracán tampoco pudo con centros y más centros, su repetido recurso del segundo tiempo. En la más clara, Mario Risso cabeceó en el centro del área, superó al seguro Germán Montoya, pero en la línea Gabriel Graciani ahogó el grito. La suerte no lo cobijó al equipo de Domínguez. Sin embargo, esa no fue la principal causa de la caída. Quedó claro: cuando Huracán juega tan lejos de su mejor versión, queda expuesto en la cornisa de la derrota. Como esta vez.

Texto publicado por el Fundador del Blog en Clarín.

Un pelotazo en contra



La torpeza de Mauro Bogado y el gol de Rafaela. El único en el debut de Huracán. Un pelotazo en contra. Así lo quiso el azar...

miércoles, febrero 03, 2016

La tapa de los nuevos

Huracán, en la tapa de Clarín. En la foto, dos de los refuerzos: Mariano González -autor del gol- y Lucas Chacana. Buen estreno para los nuevos.

Bienvenido a La Quema



Debut oficial de Matías Fritzler, actuación para el aplauso. Se trata de una una tranquilidad para reemplazar a quien parecía imprescindible, Federico Vismara.

martes, febrero 02, 2016

Un grito y más méritos



Copa Libertadores: Huracán 1-Caracas 0

No hay exageración en la despedida, ni aplausos desmedidos, ni ovación. Se va Huracán del césped del Palacio Ducó abrazado por el reconocimiento, pero sin una celebración unánime. El 1-0 frente al Caracas resulta un motivo para festejar de ese modo: sin estridencia, como esperando lo que sigue. El partido inaugural de la Copa Libertadores 2016 dejó esa sensación bajo el cielo de Parque de los Patricios. Y otra más: el equipo de Eduardo Domínguez mereció más que esa mínima diferencia obtenida. Quedó claro a cada paso: estuvo mucho más cerca de una ventaja más amplia que de recibir un gol ajeno.

La primera impresión, en cualquier caso, alimenta el optimismo de cara a lo que se avecina: el martes que viene, en la capital venezolana, Huracán enfrentará a un equipo respecto del cual se mostró muy superior. Por pretensión, por ideas, por llegadas. Y además del gol, contará con otro detalle a favor: si convierte un tanto obligará a su rival a convertir tres para obtener la clasificación a la fase de grupos, donde esperan Peñarol, Atlético Nacional y Sporting Cristal.

También es cierto que el partido tuvo un condicionante decisivo: sobre el final del primer tiempo, luego de una falta fuerte, Mea Vitali resultó expulsado (una roja discutida por todo el banco y por todos los titulares del equipo visitante) y dejó a su equipo expuesto ante una sola posibilidad: la de defenderse demasiado cerca de su arco.

Ante ese contexto, Huracán respondió con modificaciones ofensivas: primero, ingresó un extremo (Chacana) por un volante mixto (Bogado); y luego, un mediocampista con buen pase (Mariano González) por un marcador central (Mancinelli). Pasó a jugar de 4-23-1 a 3-1-3-3. Y con todo el equipo en territorio ajeno. Así arrinconó al Caracas. Así fue y chocó varias veces. Así fue y mereció ponerse en ventaja. Así fue y convirtió el único gol del partido: desequilibrio y centro de Espinoza por la derecha, aparición de Mariano González como doble nueve y gol de centrodelantero. Así siguió yendo y construyó méritos como para aumentar la diferencia.

El equipo venezolano, como contrapartida, fue un conjunto exclusivamente pensado para defender. De principio a fin. Apenas un remate fuera de contexto de Armando Maita generó peligro para el arco de Marcos Díaz. En breve, ante la necesidad, habrá que ver si conoce la otra parte del libreto, la de la búsqueda ofensiva, la del desequilibrio en ataque. Se verá...

El destino quiere ahora que Huracán tenga en su horizonte cercano un desafío con un valor agregado: de los 19 partidos internacionales que este plantel afrontó, apenas perdió uno. Sí, fue en Venezuela, en la pasada Libertadores: 0-3 contra el Mineros. Aquella caída significó la eliminación. Cuatro días después, esos mismos jugadores -en una de sus tantas resurrecciones- ganaron la Supercopa (la Estrella Trece) ante River. Por aquel antecedente, la revancha puede tener un carácter determinante, más allá de la eventual clasificación: demostrarle al continente y demostrarse a sí mismo dónde está parado Huracán. Nada menos.

Texto publicado por el Fundador del Blog, en Clarín.