No sé por qué, pero sucede: las cábalas son inherentes a la condición de futbolero de cualquier mortal. Habrá alguna esporádica excepción, tal vez. Pero no más. Un amuleto, una cruz, alguna estampita, la misma ropa, idéntico recorrido, el pie derecho y miles de etcéteras imaginables. Lo de hoy es distinto: vuelve a la cancha una cábala de otro tiempo. Una camiseta --la del equipo que ascendió en 1990-- que tenía fama de invencible hasta aquella fecha final y brutal del Clausura 94, la del 0-4 ante Independiente, en Avellaneda. Recién se volvió a ganar la confianza en 1999, cuando estábamos en la B. Estuvo en las finales contra Quilmes, ahí, pegada a la piel. Y dio resultado. Ahora, 17 años después de su primera aparición en aquel 2-0 del 21 de abril frente a Talleres de Remedios de Escalada, en Vélez, volverá a estar ahí. Con su influjo, con ese blanco que ya no es tan blanco, con este talle "M" que ahora se achicó y ajusta, con sus mangas rojas, con su leyenda en marcha. Con el deseo de volver a ser invencible...
Más: el anuncio del partido, en Clarín.