Hace poco más de tres décadas, en 1975, Huracán incorporó a su plantel, que había sido campeón dos años antes y la temporada previa había llegado a las semifinales de la Copa Libertadores, a Osvaldo Ardiles. El mediocampista (también reciente entrenador) jugaba en Instituto y se perfilaba como uno de los grandes números ocho de esa década. Ya era un futbolista de Selección. Y en ese tiempo, el club se podía dar ese tipo de lujos: contratar a los mejores. O, al menos, a alguno de ellos. Está claro que los tiempos cambiaron. No sólo para Huracán, sino para todo el fútbol argentino. Pero en esas modificaciones el club perdió espacio y recursos. Ya no sólo no puede contratar futbolistas de Selección Nacional como Ardiles, tampoco consigue incorporar futbolistas destacados como el uruguayo Walter Pelletti o el colombiano Jorge Cruz, quienes a principios de los 90, también tenían chapa internacional. Hoy (en realidad, desde hace algunos años) los seleccionables de Huracán se van pronto (como Daniel Osvaldo, Mariano Andujar, Lucho González o Daniel Montenegro) o no llegan nunca en condición de contratados. La realidad es otra: la necesidad genera urgencia. Y esa urgencia perjudica el patrimonio. Es tiempo, claro, de empezar desde abajo. De proteger La Quemita, de impulsarla. De dosificar urgencias. De capitalizar al plantel con recursos propios y sin préstamos. De mirar a quienes lo lograron recorriendo caminos austeros (como Lanús). Es tiempo de empezar de nuevo. Para que aquel 1975 no sea un recuerdo sino una cuestión frecuente.
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Una goleada para creer, en Clarín.