domingo, abril 29, 2007
El recaudador de enojos
El hombre escucha, transpira, anda dando vueltas por la zona norte de la ciudad con un objetivo que, en estos días de decadencia para el club y de bolsillos rotos para la gente, parece un imposible: cobrar la cuota social de Huracán. Pero no sólo eso: además de que en el año varios son los que dejaron de pagar los 15 pesos mensuales, ahora hay otros tantos que depositan en el cobrador sus quejas.
Ocurre que el equipo anda mal, terminó último en el Apertura, tiene un promedio que se deshilacha fecha tras fecha y cuenta con un plantel que no parece preparado para una reacción importante. Peor, imposible. Entonces, ante la dificultad de acceso al presidente Marcelo Buenaga o a cualquier otro dirigente o al técnico Carlos Babington, el cobrador aparece como chivo expiatorio, como depositario de los fastidios del socio.
"Pero viejo, no tendrían ni que pasar... Encima tenemos que pagar lo que pagamos para ver a este equipo... Tendríamos que entrar gratis por lo que ofrecen. Somos un desastre, no jugamos a nada". El cobrador escucha y no tiene respuesta. Siguen las quejas: "Damos pena, viejo... Es el peor Huracán de la historia. Pensar que acá jugaron Onzari, Stábile, Masantonio, Emilio Baldonedo, Tucho Méndez, Houseman... Así, con este equipo, nos vamos a la B". Sabe que cada una de esas palabras está sostenida por una realidad irrefutable. Pero él no tiene la culpa. Y se calla. O hace infructuosos esfuerzos por darle un consuelo o una explicación. No hay caso. Y la escena, con los más variados cuestionamientos incluidos, se repite. Y es un testimonio del Huracán de este tiempo.
"No puede ser, loco... Dejamos ir a Miguel (Brindisi), que había salido cuarto en el torneo anterior y ahora estamos dando lástima... Encima mirá los refuerzos que trajeron los dirigentes: uno peor que otro. Ahora estamos dando manotazos de ahogado: ponemos a los pibes y los estamos quemando. No puede ser.". No hay caso. El hartazgo de los hinchas se multiplica. Y el cobrador es, invariablemente, la víctima de todos esos enojos justificados. Cada timbre que toque, sin importar el barrio, es el comienzo de una suerte de mínima consulta psicológica. El cobrador no tiene diván. Atiende parado...
Nota publicada por el autor del blog en Clarín, en diciembre de 2002.