Retrato de la estación de Banfield, en días que no conocí.
Banfield fue, es y será siempre el equipo de mi mamá Eulalia. Y el de mi tía Irma y el de mi tío Pablo. Y Banfield fue para ellos el encantador ámbito de desarrollo de la adolescencia. El de las visitas al cine, cuando las butacas eran de pana y tal salida resultaba todo un rito. El de las inquietudes artísticas de Eulalia, impulsadas por el Maestro Silvio Rossi, ese pintor que el tiempo redescubrirá. El del ritmo manso. El de las construcciones de influencia británica. El del campeonato sin corona en 1951. El del inolvidable Pedro Uzquiza. El de aquellas visitas en tren en tiempos de mi niñez para visitar a Marta, la madrina de uno de mis hermanos. El que ahora me cuenta Irma, con su memoria sin quebrantos. Eso es Banfield para mí. Una sucesión de simpatías inevitables.
Lo que sigue es un texto que publiqué en Clarín, a modo de homenaje a Pedro Uzquiza, en junio de 2004. Una térmica que se tituló "Banfield miró al cielo":
Alguna vez, entre tantos sueños en secreto, el entrañable Pedro Uzquiza confesó ese sueño que lo acompañó hasta el final: "Je... Y mirá si nos clasificamos a la Libertadores..." En el bar de enfrente de su casa, en esa mesa en la que también estaban dos de sus amigos de tantos años, Miguel y el Negro, Pedro respondía a una de esas chanzas que le sacaban su costado más visceral. Fue hace poco menos de un año, unos meses antes de que una enfermedad nos dejó sin sus frases pícaras y célebres.
Y hoy sí, Pedro, inolvidable Pedro, Banfield, tu Banfield, se clasificó para la Libertadores. Como habías dicho, casi a modo de osadía. Duele que no estés para que te alegres con ese otro fanático del Taladro, tu hijo Nacho. Pero seguro que en algún momento de esta tarde gris, en algún pedacito de ese cielo, te habrás enterado y habrás contado ahí esas historias que tan bien contabas.
Pedro Uzquiza fue periodista de Clarín, El Gráfico, La Razón, entre otros tantos medios; profesor sin pretenderlo de cuestiones de la vida; un tipo implacable con los ventajeros; un hombre generoso y cordial; un defensor inquebrantable del buen gusto; un amigo para los que no hay olvido posible cuando se van; y también, hincha de Banfield...
Por eso, cuando el domingo ante Rosario Central los jugadores de Banfield levanten los brazos al cielo sabrás que, de algún modo, será un tributo a tu militancia por el Banfield que siempre llevaste en tu corazón enorme. Sólo les faltará una cosa a esos jugadores: un capítulo en tu libro 100 años de sueños, la historia de Banfield. Ese capítulo que en algún rincón de ese cielo que te ganaste en 66 años ya estarás escribiendo...