Christian Cellay, luchando contra Rodrigo Palacio, en el último clásico ante Boca, en el Apertura 2007 (0-1, en La Bombonera).
—Entonces, ¿cómo se les juega?
—Como una final, como todo lo que nos queda.
Esa fue la última respuesta de Christian Cellay en una reciente entrevista con Olé. Y tiene un significado añadido: lo dice el único de los futbolistas del actual plantel de Huracán que disputó el clásico contra San Lorenzo (jugó dos: ganó en el Apertura 2001 y perdió en el Clausura 2003). Pero no sólo eso: Cellay es el más quemero de todos los integrantes de este plantel. Porque se formó en el club. Porque se crió en Pompeya. Porque cada calle de Parque de los Patricios tiene un recuerdo de su niñez y de su adolescencia. Porque se bancó las más difíciles (llegó a estar excluido del equipo de Primera durante nueve meses). Porque aportó todo su coraje en los días días duros de la B Nacional. Porque se bancó el descenso de 2003 como jugador y como hincha. Porque es el espejo de lo que debe entenderse por mística quemera. Pero sobre todo porque cuando Cellay está dentro de la cancha en cada hincha brota una sensación: alguien de los nuestros luchará hasta el final, sin quebrantos. Como manda la historia.