Imágenes: Blog en una baldosa.
En octubre de 2003, cuatro meses después del tercer descenso, Huracán debía enfrentar a Godoy Cruz, en el Ducó. Como en la indumentaria del equipo mendocino predominaba el blanco, el local tenía que recurrir a sus camisetas suplentes. Entonces, sucedió lo insólito: la empresa Signia no proveía de juegos alternativos desde hacía varios meses. En consecuencia, Huracán se vio obligado a salir a la cancha con unas camisetas que ya no se usaban por esos días. Y que ni siquiera eran de la marca que lo vestía en su sexta temporada en el Ascenso (la primera de la tercera etapa). La camiseta en cuestión era una de Adidas, roja con vivos negros, que había sido estrenada en 1996 y siguió usándose hasta el final de la temporada 1998/99. Hubo más: ante Godoy Cruz en utilería tuvieron que tapar el logo de Adidas con cinta adhesiva. Tampoco dio resultado: durante el partido, se despegaron y quedaron desnudas la verdad y la carencia. No fue todo: a modo de colmo de las desprolijidades, los pantalones y las medias pertenecían a Signia.
No se trata de una casualidad. Ese hecho resulta también un testimonio de días difíciles. La era del vaciamiento al club. De grandes transferencias y de dinero volátil.
Aquel 30 de octubre, sin embargo, el grotesco episodio de las camisetas trajo suerte: por la undécima fecha del Apertura de la B Nacional, Huracán ganó 2-0, con goles de Carlos Yaqué y de Silvio Duarte (en contra). De todos modos, la campaña terminó en desencanto: el equipo finalizó noveno en el Apertura (seis victorias, ocho empates, cinco derrotas) y noveno en el Clausura (siete victorias, siete empates y cinco derrotas) y ni siquiera accedió al Reducido. Un dolor, más allá del papelón de la indumentaria.