jueves, marzo 12, 2009
Las lecciones de Cappa
Ahora, en este tiempo de la historia y de los medios de comunicación, en un escenario de tanta estupidez elevada al cubo y de tanto chisme presentado con estatura de algo importante, Ángel Cappa atrapa un micrófono, mira hacia los rostros de cientos de pibes y les explica, paciente y fervoroso, que el fútbol vale la pena, entre otras cosas, porque ayudó a que los oprimidos del mundo tuvieran acceso a la belleza. Ahora, también ahora, Cappa insiste frente a esos chicos y les cuenta que la pelota no es cualquier objeto, sino una identidad y un vínculo de amor y de solidaridad. Ahora, y las veces que haga falta, Cappa les hace a esos jóvenes un comentario que les mueve la cabeza, la conciencia y, seguro, el corazón: "Si me van a preguntar para qué sirve jugar bien, yo les voy a preguntar para qué sirve ser feliz". Felices están los que lo escuchan: aplauden.
No importan todos los vaivenes que tuvo o tendrá Cappa como entrenador de Huracán o de cualquier equipo. No importan cuántos puntos sume o reste porque, al cabo, no es cierto que sumar puntos sea la medida del valor de nadie. Lo importante es que Cappa conversa con alumnos flamantes de la escuela de periodismo DeporTea y pronuncia lo que ya casi no pronuncian los notorios del deporte: que el fútbol es un juego y no un drama, que está hecho para el disfrute colectivo y no para el maltrato de los unos a los otros, que la gente es lo que es por un pasado y por una infancia y que nadie en el pasado y en la infancia se decía "cómo voy a sufrir esta tarde" cuando soñaba un picado con amigos. Que ganar es un objetivo evidente, pero que hay más objetivos que ganar.
Ahora, cuando transcurre otro de sus regresos a la Argentina, Cappa no anda a contramano de la época, sino que la época hace imperar concepciones que andan a contramano del fútbol y de la vida. Quien lo dude puede escucharlo, igual que lo hacen esos muchachos y muchachas a los que las ideas que defiende Cappa les redescubren las magias de la cancha. Ocurre que Cappa es entrenador, pero sobre todo es otra cosa: un portador de verdades viejas pero no envejecidas, verdades heridas pero no olvidadas, verdades que fueron justas y que serán justas siempre. Esos cientos de pibes ya lo saben.
Texto publicado hoy por Ariel Scher, en Clarín.