viernes, marzo 21, 2025
lunes, marzo 17, 2025
Wancho, emblema y bicampeón
Gracias siempre, Wancho. Querido Ramón Abila. Porque tanto tuviste que ver con los días más felices de las últimas cuatro décadas. Porque dos de las Estrellas que rodean al Globo de Newbery tienen un impronta. Porque son el que más goles y más disfonías ofreció en los 40 años más recientes de nuestra historia.
Pero no todo es pasado: de tu astucia nació la asistencia para el gol de Eric Ramírez y la clasificación en la Copa Argentina frente a San Martín de Formosa. Para seguir, para ir por más. Como siempre: por todo.
Jugaste un puñado de minutos (apenas cinco en total en los dos partidos que te tocó ingresar en el Apertura), pero se te ve metido como en los mejores días. Demostrando que los emblemas son imperecederos. Como el día del triunfazo en El Clásico de Barrio más Grande del Mundo. Cuando entraste en final para aguantarla. E hiciste mucho más que eso. Competiste como se compite en esos partidos. Festejaste el segundo como si fuera la final de la Copa del Mundo. Le pusiste las mejores y las más pícaras palabras a esa victoria...
Calma, Wancho. Todos sabemos que estás esperando tu gran chance. Y acordate que llegará. Después de la Fecha FIFA de marzo se vienen ocho partidos en menos de un mes (con al menos tres viajes incluidos; de acuerdo con lo que suceda en el sorteo del la Sudamericana). Y entonces ahí vas a estar vos, de nuevo. Entero, gladiador, bravo. Para que gritemos juntos lo que mejor sabés compartir: goles.
viernes, marzo 14, 2025
Acá estamos
Acá vamos de nuevo, acá estamos. Por todo esto que venimos construyendo:
1) Huracán tuvo un 2024 que terminó sin vuelta olímpica, pero el recorrido (y también el desenlace, más allá de la frustración) se ganó un lugar en nuestra historia de más de 116 años.
2) Se garantizó desde temprano en la campaña el acceso a la Temporada Cien en Primera.
3) Se consiguió la estabilidad más duradera posterior a nuestro eterno retorno al lugar obligatorio, la máxima categoría. Más de una década desde El Último Regreso.
4) Se peleó hasta la última fecha en la Liga. Una victoria en Liniers nos daba el título.
5) Llegamos al podio de la Copa Argentina (segunda mejor participación, tras la consagración memorable de 2014). Nos quedamos en las semifinales contra Central Córdoba. Fue, además, la 12a. oportunidad en la que accedimos hasta tan lejos en Copas Nacionales (desde su competición inaugural en 1900): 8 títulos de 10 finales; y otros dos podios. Así, nos ubicamos en el Top 4 del rubro, sólo superados por Boca, River y Racing.
6) Accedimos a la Temporada Cien en el Top 6 de títulos de la AFA (sin considerar, claro, las competiciones disidentes; sólo las afiliadas a la FIFA). Trece Estrellas brillaron alrededor del Globo de Newbery. Sólo superados por los otros cinco grandes.
7) Volvimos al ámbito internacional: quedamos a casi nada de entrar a la Libertadores; clasificamos a la Sudamericana. Será la novena participación en una década. Nuestro mejor recorrido por los rincones del mundo.
Y lo más importante: ahora, vamos por más.
Acá estamos.
lunes, marzo 10, 2025
Ahí vuela nuestro Superhéroe
Hernán Galíndez es el capitán de Huracán. Y resulta para todos nosotros, los Quemeros, mucho más que eso:
1) Es el mejor arquero del fútbol argentino. Lo dicen sus atajadas y sus estadísticas.
2) Fue el mejor arquero de las Eliminatorias en 2024 atajando para Ecuador. Lleva 510 sin recibir goles. Y el único tanto que le convirtieron fue en el 0-1 contra Brasil. Lo hizo Rodrygo, campeón de la Champions League y de la Intercontinental de la FIFA con el Real Madrid. Fue, además, uno de los mejores en el último Mundial (en el que La Tri, a pesar de quedarse afuera en fase de grupos, por un puñado de minutos, realizó su segunda mejor campaña en la historia de las Copas del Mundo). Ahora, como el arquero menos vencido de la CONMEBOL está muy cerca de acceder a la Gran Cita de 2026.
3) Fue clave para el sostenido protagonismo de Huracán en la Temporada pasada y en la actual. Sus números (vallas invictas proporcionales, goles recibidos respecto de partidos disputados) son los mejores en la historia del club en 116 años. Y de local, además, resultan casi inverosímiles.
4) Entendió pronto, muy pronto, lo que significa llevar el Globo de Newbery en el pecho. Y lo demuestra a cada paso. Con gestos, fomentando el sentido de pertenencia entre los más jóvenes, entre los chicos de las inferiores y hasta yendo a La Quemita para acompañar al equipo femenino. También por un profesionalismo propio de un futbolista de clase internacional. Es ejemplo para el resto. Pone la vara de la exigencia muy alta.
5) Lo dijo, con gusto y convencido: "Huracán permitió que hoy esté en el mejor momento de mi carrera". No es exageración. Ninguno de los diez candidatos al Premio Yashin de la FIFA (ganado por Dibu Martínez, tras su notable actuación en la Copa América) tuvo mejores registros en 2024 (84,6% de atajadas respecto de remates recibidos y 24 vallas invictas en 42 partidos). Entre otros de la lista se encontraban: Unai Simón, Gianluigi Donnarumma y Yann Sommer.
Y a todos los feligreses del Palacio nos habita una certeza: Gali, nuestro Superhéroe, va por más. Va por todo.
Sólo queda confesarle nuestra sensación: gracias por invitarnos a volar.
lunes, febrero 24, 2025
domingo, febrero 23, 2025
Resumen de una paliza futbolística
El Clásico de Barrio más grande del Mundo - Fecha 7: Huracán 2 - San Lorenzo 0.
Pasó y pasa todo esto:
1) Ganamos con autoridad, por amplio margen en el juego, con un resultado que pudo haber sido goleada.
2) Perdimos uno de los últimos 14 duelos contra San Lorenzo.
3) En el Palacio nos ganaron apenas una vez en los últimos 16 años.
4) La fiesta fue toda de Huracán: adentro del campo de juego, en las tribunas, por Los Barrios del Sur y por cada rincón del mundo donde habite un Quemero feliz.
5) Y queda una preciosa sensación: el rumbo de la historia cambió. Ahora #NoNosGananNunca.
Sí, todo eso.
sábado, febrero 15, 2025
Nosotros, este orgullo
Dice nuestro Blog en su presentación (acá a la derecha bajo el título "Nosotros"): "No se trata de la seducción de algún éxito pasajero; tampoco de una imposición de la implacable parafernalia mediática. Ser Quemero es una cuestión de pertenencia. Una preciosa herencia inmodificable".
viernes, febrero 14, 2025
A brillar...
Una de las tres camisetas de la Temporada Cien de Huracán en Primera. Quizá se trate de una de las mejores indumentarias de nuestro extenso recorrido. Kappa, la marca italiana, esta vez estuvo a la altura de la circunstancia y de lo esperado.
martes, diciembre 31, 2024
miércoles, octubre 30, 2024
Noviembre y todo lo demás...
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 16: Godoy Cruz 1 - Huracán 1, en el Malvinas Argentinas, de Mendoza.
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 17: Huracán 3 - Sarmiento 1, en El Palacio.
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 18: Unión 0 - Huracán 1 - Lanús 0, en Santa Fe.
Copa Argentina - Semifinales: Huracán 1 - Central Córdoba de Santiago del Estero 2, en San Nicolás.
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 19: Huracán 0 - Central Córdoba de Santiago del Estero 0, en El Palacio.
domingo, septiembre 22, 2024
Tres goles, tres puntos y a por la punta...
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 15: Huracán 3 - Lanús 0, en El Palacio.
jueves, septiembre 19, 2024
A dos partidos de La 14
Copa Argentina - Cuartos de Final: Huracán 1 - Talleres de Remedios de Escalada 0, en el Ricardo Bochini, de Avellaneda.
Había que pasar. Se pasó.
Había que ganar. Se ganó.
Había que mejorar. Se mejoró.
Había que jugar bien. Se consiguió de a ratos.
En cualquier caso, un saldo favorable, una victoria clave. Y sobre todo, un entusiamo que crece: Huracán se clasificó a las semifinales de la Copa Argentina, en donde enfrentará a Central Córdoba de Santiago del Estero.
Sí, estamos a dos partidos de La Estrella 14.
Vamos por Ella. ELLA, sí, con mayúsculas.
viernes, septiembre 13, 2024
Volver a empezar...
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 13: Huracán 0 - Tigre 2, en el Palacio Ducó.
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 14: Riestra 1-Huracán 0, en Soldati.
Sobran las palabras.
Faltó el juego. Y, sobre todo, el gol.
Hay que volver a empezar.
Hay que ir por la Copa Argentina, para empezar...
Eso. Todo eso.
sábado, agosto 17, 2024
La sana costumbre de la cima
miércoles, agosto 14, 2024
La vuelta de Wancho y el vuelo del Mono
Copa Argentina, Octavos de final: Huracán 1 (5) - Argentinos 1 (4), en el Ricardo Bochini.
Ya pasó otra ronda. Otra vez con solidez, otra vez con los penales y las voladas del Mono Meza. Primero, con el gol de Wancho, en su vuelta a la titularidad.
Estamos en cuartos, en el Top 8, tras los pasos de la Estrella 14, tras nuestra novena Copa Nacional (para alcanzar a Independiente como los quintos en la tabla histórica). El rival será Talleres de Remedios de Escalada, gran revalación de esta Copa.
Habrá que jugar como siempre en el ciclo de FDK: con autoridad, con intensidad, sin regalar nada porque no nos sobra nada.
Vamos por todo. Nada menos.
domingo, agosto 11, 2024
¿Qué diablito? El Auténtico Demonio Andino
Rodrigo Echeverría, uno de las grandes figuras del líder, y su golazo de cabeza en el Monumental. Derecho a la tapa de Olé. Y al corazón y a la gargante de todos los Quemeros.
sábado, agosto 03, 2024
Huracán, el gallardo líder
Liga de los Campeones del Mundo, César Luis Menotti. Fecha 10: River 1 - Huracán 1.
sábado, julio 27, 2024
Semana de puntero
sábado, julio 20, 2024
Un punto y la punta
jueves, julio 04, 2024
El Cuadro de Raulito

Por Eduardo Sacheri*
El decidió, de entrada nomás, dejarlo en libertad. Tenía la idea de que los amores no se imponen, ni siquiera se eligen. Pensaba que en todo caso eran los amores los que optan, los que se le imponen a uno. Por eso, con cierta prescindencia fatalista pensó que si tenía que ser, sería, y que si no, era inútil gastar pólvora en chimangos.
No le fue fácil, sin embargo. Sobre todo cuando en sus narices otros rivales se lanzaron a tratar de convencerlo. Le costó sobreponerse, y aceptar sonriendo a tíos y primos y cuñados y amigos y vecinos tentándolo al Raulito, ofreciéndole camisetas y pelotas y gorritos, a cambio de promesas de fidelidad a sus propios cuadros. Tampoco dijo nada cuando sorprendió a más de uno de esos buitres futboleros enseñándole al chico los canutos de la cancha, instruyéndolo subrepticiamente en las rivalidades históricas, ensalzando las hipotéticas virtudes de los unos, y vilipendiando las supuestas taras infames de los otros.
El los dejó. Un poco por esa resignación que era tan suya. Y otro poco porque a veces, en sus días tristes, sospechaba que tal vez fuese mejor así, que la cadena de afectos inexplicables se cortase con él, sin involucrar a su hijo. Que tal vez el chico terminase siendo más feliz siendo hincha de algún grande, saliendo campeón de vez en cuando, viendo la cancha llena, comprando El Gráfico con su ídolo en la tapa. Si al fin y al cabo él venía sufriendo hacía... ¿cuánto? Más de veinte años desde aquel campeonato. Y después la debacle. Hasta el descenso había tenido que sufrir, hasta el descenso. Y a la vuelta, la desilusión grande del 94. Justo en la última fecha, será de Dios, en la última fecha. Si faltaba tan poquito, un empate y listo. Pero ni siquiera.
Por eso, seguramente, aceptó con entereza que Raulito, desde los nueve, más o menos, empezase a decir que era de River, «como el tío Hugo»; aunque en el fondo más recóndito de su ser, él sintiese sinceros deseos de pasar al «tío Hugo», lenta, dulcemente, por la picadora de carne y la máquina de hacer chorizos.
Es que, a solas consigo mismo, en el resto de los días, sabía que era todo grupo. Que le hubiese encantado que Raulito saliese de los suyos. Que ahora que ya tenía trece, ahora que era todo un hombrecito, habría sido lindo ir juntos a la cancha. A la tarde, tempranito, en el tren y el 118, hablando de bueyes perdidos, mirando el partido de tercera acodados en el escalón de arriba, dejando pasar la vida.
Pero igual no cambiaba de idea. No señor. Que si tenía que ser que fuese, y si no, no. Igual, y por si acaso, cultivó su propia planta de leyendas mentirosas, como para mantener viva su persistente esperanza. Y aunque le daba un poco de vergüenza comparar al equipo del 73 con la Selección del 86, igual seguía adelante, envalentonado en su propia pirotecnia falaz, enternecido en la admiración dibujada en los ojos del Raulito.
Esa tarde, la inolvidable, la definitiva, empezó como todas, con el mate y la radio en la mesita de hierro del patio. El padre decidió prevenirlo de entrada:
–Mira, Raulito, que hoy juegan contra nosotros. El hijo lo miró con curiosidad.
–¿Y qué problema hay, pa?
El padre, feliz en la sencillez del chico, terminó sonriendo:
–Tenés razón, Raulito, ¿qué problema hay?
A los veinte minutos penal para River. El chico lo miró al padre, como dudando. El lo tranquilizó, a pesar de sí mismo:
–Gritálo tranquilo, Raulito. Eso sí: si después hay un gol nuestro, no te enojés
si yo lo grito.
–No, papá, si no me enojo –le aclaró, muy serio. Después gritó el gol, pero no mucho. Fue un grito breve, un poco tímido. El padre lo palmeó.
–No seas tonto, Raúl, gritálo todo lo que quieras.
–Así está bien, pa –fue toda su respuesta. Al rato vino el dos a cero. Ahí el chico lo miró primero, y después dio un par de aplausos, y eso fue todo.
–Che, ¿qué clase de hincha sos vos? ¿Así te enseñó tu tío Hugo a gritar los goles?
–No pa, él los grita como loco. Como vos, los grita.
–Y entonces gritá tranquilo, hijo. –Y después añadió, con un guiño:– Ojo que en el segundo tiempo capaz que grito yo, ¿eh?
Se sentía en paz, dueño de una felicidad sencilla y robusta. Casi ni se acordaba de que iban perdiendo. Empezaba a pensar que tal vez no fuese tan terrible que su hijo fuese de River. A lo mejor iban a poder ir a la cancha igual, turnándose un domingo cada uno, si el fixture ayudaba.
El segundo tiempo siguió por el trillado sendero de la tragedia. Un contraataque y tres a cero. El pibe ni siquiera hizo un gesto cuando el relator vociferó la novedad a voz en cuello.
–Che, Raulito, ¿estás dormido, vos? –El padre lo palmeó con afecto.
–No, papi. –Zarandeaba las piernas cruzadas debajo del asiento, y tenía los dedos cruzados en el regazo, como cuando pensaba en cosas complicadas. Luego aventuró:– No sé, me da un poco de lástima.
El padre se rió con ganas.
–Dejáte de jorobar, Raúl, y disfrutálo. Total, un partido más, uno menos... Aparte, cuidado, pibe –bromeó–, mirá que a lo mejor todavía se lo empatamos.
Para colmo, y como dándole la razón, al ratito vino el tres a uno. El padre lanzó un gritito contenido, tenso, como el que habrían dado los jugadores, saludándose apenas entre ellos, disputándole la pelota a un arquero con ganas de enfriar la cosa, corriendo hacia el medio campo para ganar tiempo. El hijo lo miró sin tristeza. Cuando sus ojos se cruzaron, ambos sonrieron.
–Te dije, pibe, ojo con nosotros. Mirá que somos bravos.
Por lo que decían en la radio, el partido se estaba poniendo bueno.
–Escuchá, Raulito, escuchá: los tenemos en un arco.
Pero el aviso era inútil. El chico seguía el relato concentrado, serio.
Acompañaba las jugadas trascendentes con patadas en el aire, como jugando él también su parte del asunto. El padre sonrió. Cómo son los pibes. Se posesionan de tal modo que se sienten ellos mismos protagonistas del partido. En realidad, no sólo los pibes: un par de semanas atrás él mismo había hecho trizas el termo en un esfuerzo supremo por despejar al córner un disparo bajo que iba a sobrar fatalmente al arquero.
A los treinta, más o menos, tiro de esquina sobre el área de River. El chico seguía enchufadísimo. Hasta balanceaba ligeramente el cuerpo de un lado a otro, como todo buen cabeceador, esperando el momento de correr un par de metros y madrugar al marcador y pegar el salto y conectar el frentazo. Pero había algo que al padre no le cerraba, algo en el modo en que estaba parado, algo en la expresión de sus ojos negros.
El corazón le dio un vuelco cuando comprendió: el pibe se estaba perfilando de atacante, no de zaguero. El movimiento era para zafarse de algún marcador pegajoso, los ojos tenían el fuego de vení bola vení que te mando a guardar. El brazo derecho se alzaba en el gesto que se le hace al siete de ponéla acá, justito acá por lo que más quieras.
El relato se suspendió en una nota aguda, una de esas notas que se alargan, que perduran en el aire, mientras el relator decide si tiene que gritar o decir que pasó cerca. Igual no hizo falta, porque la hinchada, detrás de ese arco, lo gritó primero, y el relator en todo caso se encaramó después a ese alarido. El padre lo gritó con ganas, entusiasmado. Tres a uno es una cosa. Pero tres a dos es otra bien distinta, y entonces...
Tuvo que interrumpirse de golpe en sus divagaciones. Porque a sus pies, al costado de la mesita, de rodillas, de cara al cielo, gritando como si lo estuviesen desollando, con los brazos extendidos y las palmas abiertas, mezclando los chillidos de su voz de nene y los ronquidos incipientes de su madurez en ciernes, estaba el pibe, el pibe ya sin vueltas, ya sin chance alguna de retorno, ya inoculado para siempre con el veneno dulce del amor perpetuo, ya ajeno para siempre a cualquier otra camiseta, más allá de cualquier dolor y de todas las glorias, dando al cielo el
primer alarido franco de su vida.
El padre se lo quedó mirando, impávido, hasta que el pibe se quedó sin voz y volvió a sentarse. Tuvo miedo de pronunciar palabra, como si cualquier cosa que dijese conllevara el riesgo de destruir ese hechizo de epopeya. El pibe, igual, no lo miraba. Estaba ciego a cualquier cosa que no fuese esa cancha, ese arco de sus desdichas, ese reloj fugaz y traicionero, ese relato interminable de centros llovidos al área y despejes agónicos. Sobre todo eso el padre pensó después, porque en ese momento, agobiado en la constatación de su pequeño milagro íntimo, apenas le quedaba tiempo de mirarlo al pibe, de comérselo con los ojos, de grabárselo para siempre en el recoveco más recóndito de su alma.
En eso estaba cuando, ya en el descuento, River jugó mal al off–side y el nueve se escapó con pelota dominada. El relato radial se trepó de nuevo a uno de esos agudos oraculares. El pibe se puso de pie, incapaz ya de tolerar la tensión de la jugada. Con el rugido de la hinchada de fondo, padre e hijo contuvieron el aliento, con el alma pendiendo de ese nueve que entraba al área a liquidar el pleito, que punteaba la pelota por encima del arquero, buscando el segundo palo. El relato se cortó de pronto, y cuando continuó ya lo hizo en un tono menor, para explicar lo inexplicable: la pelota besando el travesaño y yendo a morir al techo de la red, ya inútil, ya sin sentido, ya con el arbitro pitando el final.
El padre se volvió a mirarlo. El chico estaba rojo de la bronca, con los ojos muy abiertos de tan incrédulos, con los puños apretados de impotencia. Pensó primero en decir algo, como para tratar de mitigar ese dolor en carne viva. Pero lo disuadió la certeza de que era mejor así, porque así eran siempre las cosas, y las cosas no podían estar mal, si así eran siempre. Los labios del chico se torcieron en una ueca, y por fin se lanzó en un llanto desbocado. Ya era grande. Lo suficiente como para querer llorar a solas. Por eso se levantó de pronto y corrió hasta su pieza. El padre escuchó el portazo, y no necesitó verlo para saberlo derrumbado sobre su cama, confuso, dolido, ignorante de qué debe hacer uno con el dolor y con la rabia.
El padre lo supo llorando a mares, y se regocijó en esas lágrimas. Porque uno puede decir que es de muchos cuadros. Uno puede cambiar de idea varias veces.
Sobre todo si abundan los tíos y los primos grandes, dispuestos a comprar con pelotas y camisetas la fidelidad de un corazón novato. Pero una vez que uno llora por un cuadro, la cosa está terminada. Ya no hay vuelta. No hay caso. De la alegría se puede volver, tal vez. Pero no de las lágrimas. Porque cuando uno sufre por su Cuadro, tiene un agujero inentendible en las entrañas. Y no se lo llena nada. O mejor dicho, sólo se le llena con una cosa: con ganar el domingo que viene. De manera que asunto concluido. La suerte está echada. Nosotros acá, el resto enfrente. Algunos más amigos, otros menos. Pero de este lado nosotros, los de acá,los que no tenemos en común, tal vez, victoria alguna, pero que compartimos las lágrimas de un montón de derrotas.
Cuando su mujer salió al patio, extrañada de que su marido siguiese al sereno en el atardecer frío del otoño, lo encontró llorando a él también, pero unas lágrimas gordas, densas, de esas que abren surcos pegajosos en su camino, de esas que uno llora cuando está demasiado feliz como para sencillamente reírse.
–¿Se puede saber qué les pasa? –preguntó la mujer, confundida. El la miró, sin preocuparse siquiera de ocultar sus lágrimas–: Hace rato que el Raulito entró a su pieza y dio un portazo, y me dice que no quiere que entre, y se lo escucha llorar y llorar como loco. Y ahora salgo y te veo a vos también moqueando. ¿Me querés explicar qué cuernos pasa?
El hombre la consideró con benevolencia. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Intentar explicarle? ¿Cómo? Se conformó con mirarla, mientras seguía sintiendo el fluir del tiempo en el gotero de cristal de ese momento indestructible.
–Seguro que le ganaron a River y vos lo cachaste al chico, ¿no? Seguro que te la agarraste con el nene, ¿no? –Ella lo miraba con gesto de severo reproche.– Semejante grandulón, ¿no te da vergüenza?
–No, Graciela, no le hice nada. Si River ganó tres a dos. Al chico no le dije nada, te juro –respondió con calma, desde la cima de su paz reconquistada.
–Pero entonces no entiendo nada. ¿Me decís que ganó River, y el nene está llorando como loco encerrado en la pieza?
–Sí, Graciela. Ganó River. Pero el pibe no es de River, Graciela. –Y se sintió reconciliado con la vida, eufórico, agradecido, emocionado; dueño legítimo y absoluto de las palabras que iba a pronunciar. Después se incorporó, porque cosas así se dicen de parado:
- Lo que pasa es que el Raulito es de Huracán, Graciela. ¡De Huracán!
*Eduardo Sacheri es escritor. Publicó Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol, Te conozco, Mendizábal y otros cuentos y Lo raro empezó después, cuentos de fútbol y otros relatos. La película El secreto de sus ojos está basada en su novela La pregunta de sus ojos. Nació en Buenos Aires en 1967, también es profesor y licenciado en Historia, y ejerce la docencia secundaria.
domingo, junio 16, 2024
Juntos... Y punteros
Y allá arriba, en el Cielo de los Buenos, con El Diego y con René, Eladio. Tu abuelo, Totó. Mi viejo.
De algún modo, por esas magias de los días especiales, todos juntos...
miércoles, junio 12, 2024
La barra de Ringo Bonavena

Por Daniel Roncoli
Habría que adjudicarles a los ravioles de Doña Dominga un valor alimenticio extraordinario más allá de su esencia. Sería bueno que nutricionistas y médicos deportólogos los analizaran de modo pertinente, bucearan en la arqueología de aquellas recetas porque, evidentemente, más allá de la poética y la liturgia, eran un maná para la constitución de músculos nobles y organismos privilegiados.
Su hijo Oscar, el mítico Ringo, fue un boxeador hercúleo y corajudo, que amaba el fútbol con un sentimiento prístino. Su adoración por Huracán es una prueba notable de esa identificación macerada por humores de identificación barrial, historia personal y admiración por los cracks que desgranaban su arte en los alrededores de Parque de los Patricios.
Participó del bacanal emocional como simpatizante emblema y difusor de los arrebatos artísticos de los futbolistas de la Quema, como ocasional mecenas adquiriendo en un alarde de Pedro de Mendoza de las transferencias el pase de Daniel Willington para suministrárselo gratuitamente a su club o como representante de oficio de Héctor Rodolfo Veira a quien trató de ubicar en distintas instituciones cuando su estrella se apagaba y el carisma de Ringo se encendía.
Pero también fue un aficionado travieso y algo más anónimo de espaldas a El Globo ya que no era el único beneficiado por la ingesta de las mágicas pastas maternas. Uno de sus hermanos gambeteó la sombra de su personalidad incandescente y se destacó como futbolista.
Vicente Bonavena supo ser un centrodelantero muy requerido. Vistió los colores de Temperley, El Porvenir y Cristal Caldas de Colombia en la vidriera más resonante de su palmarés.
Lejos de ser una expresión delicada y hábil, adaptando virtudes que evidenciaba Ringo en los cuadriláteros, lo buscaban porque se constituyó en un goleador potente. Optimista. De buen cabezazo --un arma de nocaut---. Guapo. Y entrador.
En el ascenso, Vicente, sobre el filo del retiro, defendió los honores de Deportivo Riestra. La ceremonia de despedida pasó desapercibida para las multitudes pero es mucho más que el mero apunte estadístico. Decenas de simpatizantes pueden dar fe de la notoriedad de este capítulo de su trayectoria goleadora. En aquella etapa, era frecuente ver a su hermano Oscar Natalio, con su nariz curtida de mamporros, aferrado a los alambrados de estadios pobres.
Excéntrico y con su personalidad a raudales, plétora. Ringo llamaba la atención por encima de las propias acciones del juego. No sólo porque su fama o su figura imponente distraía a los cholulos. No se pasaban la tarde admirándolo solamente por haber convertido en castillo de naipes las piernas de Ali o cantar en el teatro de revistas motivos primaverales. Era un atractivo su manera de vestir y la nube que lo envolvía. Lo que emanaba de su presencia y lo que hacía con ese halo. No buscaba pasar inadvertido. Solía llegar a esas canchas polvorientas con largos sacones de cuero, pantalones oxford de diversos colores y texturas, fumando habanos que encendía en un mecherito hecho con billetes de cien dólares. Y lo hacía a bordo de autos costosos y llamativos.
Esa condición de atracción le fascinaba. Pero por encima de cualquier exaltación ególatra se divertía como un loco como agitador de la hinchada de los albinegros de Pompeya.
Lo motivaba más su subrepticio rol de capo de la barra que dilucidar minuto a minuto la trama de los partidos.
En un momento de esa etapa, cuando el entrenador era Osvaldo Panzutto y por su decisión Vicente iba al banco, el boxeador se dejaba rodear de los pibes que simpatizaban con Riestra, que lo buscaban sedientos de su autógrafo y ávidos de sus ideas transgresoras. Entonces Ringo les daba para el chori, la coca y el viaje en colectivo a cambio de que organizaran un estridente aguante para su hermano. Obedientes, los hincas más jóvenes taladraban los oídos del técnico solicitando el ingreso del robusto atacante. A dos metros, en un campo de juego precario y sin edificaciones en su perímetro, en medio del silencio más absoluto, esa jauría de gargantas chillonas e incesantes puede constituir una tortura china.
Lo cierto es que bastaba que el entrenador cambiara de parecer, ordenara el cambio y Vicente traspusiera la línea de cal para que la vocecita inconfundible del peso pesado que tuviera al Luna Park en su puño la noche de duelo con Goyo Peralta, se oyera nuevamente en el eco de la tarde.
--¡Ey, muchachos!
Cuando los subvencionados simpatizantes acudían a su llamado, sin otra covicción que sentirse amigos del gigante y con los bolsillos un poco más robustos, Ringo volvía a darles un regalito para que repitieran de modo inverso el acoso. Trepados al alambre acometían un nuevo suplicio para el técnico del Deportivo Riestra. Así que a un minuto de haber puesto en cancha a Vicente Bonavena, Panzutto debía hacerse de una peregrina paciencia para no mandar a sus imberbes detractores al órgano sexual de su hermana o de su progenitora. Le costaba horrores: los entusiastas en un curso acelerado de mercenarios, empezaban con aquelloa de... "¡Sacálo a Bonavena, sacálo a ese burro, sacálo a Bonavena!" y no había manera de silenciarlos.
Entonces, mientras que el centrodelantero mortificado por el apoyo ficticio y rentado, y avergonzado luego por la reprobación desgastante y obstinada, se perdía goles por falta de concentración; Ringo se volvía un poco más pibe de lo que era.
"La barra de Ringo Bonavena" integra el libro "Resaca de potrero y otros cantos al fútbol".
sábado, junio 08, 2024
Vamos por todo, con todos...
jueves, junio 06, 2024
El nacimiento de los grandes...
2) Boca 22.095
3) SanLorenzo 16.250
4) Racing 14.013
5) Independiente 8.741
6) Huracan 8.231
Títulos de los clubes en el final de 1934, el año de fundación de la actual versión de la AFA:
1) Racing 23 (nueve Ligas, once Copas Nacionales y tres Copas AFA-AUF)
2) Boca 18 (8 Ligas, seis Copas Nacionales y cuatro Copas AFA-AUF)
3) Independiente 8 (dos Ligas y seis Copas Nacionales)
4) Huracán 7 (cuatro Ligas y tres Copas Nacionales)
5) San Lorenzo 6 (cuatro Ligas y dos Copas AFA-AUF)
6) River 6 (dos Ligas, dos Copas Nacionales y dos Copas AFA-AUF)
lunes, mayo 27, 2024
Divina agonía
miércoles, mayo 15, 2024
Lo que cuenta el recorrido...
Año 2015, Supercopa Argentina: Huracán 1-River 0, en San Juan. La Estrella Número 13.
Pase y vea, el recorrido de la historia. Tantas veces se preguntan por la cuestión del sexto grande. Sabemos que es Huracán: por tradición, por nombramiento inequívoco de la AFA, por sus títulos, por su convocatoria, por sus resurrecciones, por sus notables aportes a la Selección y al fútbol del mundo.
Pero también, y por eso este posteo, por lo que cuenta el trayecto desde los tiempos fundacionales hasta esta publicación...
(AL MENOS) Top 6 en títulos a lo largo de los años:
Títulos de la AFA:Huracán (13): 1925-2024 - 100 años. Entre 1925 y 1971 más 1973 fue QUINTO durante 48 años; y también CUARTO incluso delante de River desde 1925 hasta finales de los años 30. Incluso TERCERO al finalizar 1922, sólo detrás de Racing y Boca.
Central (11): 1913 -1924. 12 años.
Newell's (9): 1911-1914. 4 años.
Estudiantes (10): 1913-1914. 2 años.
Vélez (11): 2013. 1 año.
Títulos totales:
Huracán (13): 1925-2005 - 81 años. Entre 1925 y 1971 más 1973 fue QUINTO durante 48 años; y también CUARTO incluso delante de River desde 1925 hasta finales de los años 30. Incluso TERCERO al finalizar 1922, sólo detrás de Racing y Boca.
Estudiantes (15); 1913-1914 y 1983-2012. 32 años.
Vélez (16): 2005 y 2011-2024. 15 años.
Central (12): 1913-1924. 12 años.
Newell's (9): 1911-1914. 4 años.
sábado, mayo 11, 2024
Para vos, Flaco...
Ya en la cancha, antes del partido, se lo evoca. Y la añoranza se hace presente en todos los que, cada uno a su manera, participan. Es un momento de emoción en el que se pasa del silencio respetuoso a los cantitos emblemáticos dedicados en aquellos días felices y a los aplausos unánimes. El Flaco parece estar escondido por ahí, en esos rincones que tanto conoció y tanto quiso hasta el último de sus suspiros.
Huracán es un club afín a los homenajes, a rendirle tributo a su propia historia. A sus logros, las 13 estrellas de títulos oficiales de la AFA que circundan su insignia, el Globo de Newbery; a sus ídolos y héroes, como Ringo Bonavena y Guillermo Stábile, quienes le ponen nombre y apellido a las dos populares del estadio, como René Houseman y Herminio Masantonio, los dueños de los recuerdos en las dos plateas del escenario de Alcorta y Luna, Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Y Menotti? Es una ausencia que late. Algo muy parecido a una deuda con la historia.
Sin embargo, en las calles rumbo al Palacio, sobre Luna (renombrada Luna Quemera desde la Avenida Caseros hasta las puertas de la popular local y su desembocadura con la calle Miravé) y sobre Colonia, El Flaco aparece hecho retrato y mural junto a cracks y figuras de otros tiempos -como los que el estadio nombra y como Tucho Méndez, como Emilio Baldonedo, como Sebastián Viberti, como Miguel Brindisi- y también con valiosos representantes de días más cercanos como Víctor Hugo Delgado, El Turco Mohamed, Javier Pastore, Angel Cappa, Pato Toranzo...
"No tengo dudas de que César merece un lugar de privilegio, tal vez una estatua en La Quemita o en algún lugar de la cancha. Fue y es un representante genuino del club y de su vínculo con el barrio. Que a través del Equipo de los Sueños del 73 se lanzó al fútbol argentino y al mundo como una figura central e irrevocable. De todos modos, corresponde agregar que los nombres elegidos para las tribunas del Palacio, todos fallecidos, tienen los méritos para estar allí y seguro ya están todos ellos recibiendo a César en el Cielo de los Buenos", le dice a La Nación Néstor Vicente, Director de Cultura de la AFA y titular de la Subcomisión de Cultura, Historia y Derechos Humanos de Huracán.
El último miércoles, en la Feria del Libro, Huracán -en su décimoquinta presencia ininterrumpida en el evento- presentó su acto central. Y allí, como no podía ser de otro modo, también se habló de El César, ese superhéroe que, en Parque de los Patricios y su zona de influencia, es como una suerte de perpetuo habitante sentimental. Tuvieron que hacer dos funciones porque había demasiada gente. Las más de 600 personas presentes, entre ellas cuatro de los referentes del actual plantel (Hernán Galíndez, los chilenos Rodrigo Echeverría y Willy Alarcón y el capitán Fernando Tobio), se rompieron las manos para aplaudir al técnico que los hizo felices y/o al que admiraron y admiran mucho. También había emocionados ofreciendo recuerdos; otros con anécdotas más cercanas en el tiempo. Todos con la nítida sensación de que había partido alguien que sentían cercano, "como ese tío que siempre tiene algo bueno para contarte", como expresa ante la consulta de este diario Alejandro Marinelli, periodista, escritor, socio e hincha de Huracán.
La deuda histórica quedará saldada en cualquier caso. Habrá homenaje perpetuo para el entrenador sin olvido. "Es un acto de justicia para lo que significó para Huracán, y a partir de allí, para la Argentina y para todo el mundo. Creo que muchos se dieron cuenta de su dimensión ahora, pero la gente de Huracán siempre lo tuvo en el pedestal de sus grandes referentes", señala Roberto Guidotti, historiador de Huracán y coautor del Libro del Centenario del club.
Sucede una traba respecto de lo inmediato: el domingo 2 de junio habrá elecciones. Sin embargo, las dos listas con más posibilidades de ganar (el oficialismo y Siempre Primero Huracán) ya tienen pensado un homenaje para Menotti. David Garzón, actual presidente y candidato a vice, le cuenta a La Nación: "Tenemos pensado un proyecto que presentaremos ante la Asamblea, pero no queremos decir nada en específico para que no se confunda con que queremos sacar provecho de esto. El Flaco es muy grande y en lo personal fue el que me hizo más hincha de Huracán". Fernando Folchi, candidato a presidente de SPH, también le comentó a este diario que hay una idea "para hacer justicia con César". La agrupación propondrá que la emblemática torre del estadio lleve como nombre "César Luis Menotti". De hecho, antes del partido contra Defensa y Justicia, organizaron un encuentro a modo de homenaje en la sede partidaria, en Caseros y Dean Funes.
Marcial Sarrías es arquitecto, pero sobre todo un socio e hincha de Huracán muy influenciado por el ciclo de Menotti. Tanto que el año pasado publicó un bello libro titulado sencillamente: "El 73", un recorrido por todo el campeonato de 1973 con ese equipo que -a su decir y al de muchos- "cambió la historia del fútbol argentino". El tiene la perfecta explicación para darle a César el merecido lugar. "Me hizo feliz", cuenta, emocionado.
¿Será un sector del estadio? ¿Una estatua? ¿Se gestionará que una de las dos estaciones de subte más cercanas a la sede y al estadio, Caseros y Parque de los Patricios, lleven su nombre? No hay certeza. Sólo se sabe una cosa: en cualquiera de los casos, César estará para siempre en lo imperecedero de la historia de Huracán.
Por lo pronto, la Liga que Huracán comenzó a jugar frente a Defensa y Justicia, bajo el cielo de Parque de los Patricios, se llama César Luis Menotti. Así como la Copa de la Liga 2020 se llamó Diego Armando Maradona, también a modo de tributo. "Y la ganó Boca y Argentinos peleó hasta el final... Muchachos, elijo creer. ¿Quién va a ganar un torneo que se llame Menotti?", dice -entusiasmado- uno de los 2.822 socios que agotaron todas las ubicaciones de la platea que tiene el nombre de un hijo futbolístico de El César, simplemente René. Allí, la tarde finaliza del mejor de los modos: 3-1 y aplausos. Victoria y reconocimiento dedicados a El Flaco...
lunes, mayo 06, 2024
El fútbol, el club, el hecho cultural, el rol social
César Menotti, el barrio, la esquina, el club, la identidad, el hecho cultural, el sentido de pertenencia, el rol social, la argentinidad.
Lo dijo El Flaco, El César, el nuestro, el de La Nuestra:
"𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑦𝑜 𝑣𝑒𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑟 𝑎𝑙 𝑓𝑢́𝑡𝑏𝑜𝑙 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑛𝑒𝑔𝑜𝑐𝑖𝑜𝑠 𝑚𝑒 𝑑𝑎 𝑡𝑟𝑖𝑠𝑡𝑒𝑧𝑎 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑎𝑙𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑎 𝑔𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑜𝑠𝑡𝑢𝑣𝑜 𝑒𝑠𝑎 𝑝𝑎𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑙𝑜𝑡𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑖𝑒𝑟𝑡𝑎 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑠𝑞𝑢𝑖𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐴𝑟𝑔𝑒𝑛𝑡𝑖𝑛𝑎. 𝐸𝑙 𝑓𝑢́𝑡𝑏𝑜𝑙 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑒𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑢𝑐ℎ𝑎 𝑐𝑟𝑢𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑒𝑐𝑜𝑛𝑜́𝑚𝑖𝑐𝑜𝑠, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑝𝑒𝑛𝑑𝑒 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑜𝑠. 𝑁𝑜 𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑛𝑖𝑛𝑔𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑎́𝑏𝑟𝑖𝑐𝑎.
"𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑣𝑒𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑠 𝑙𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑝𝑟𝑖𝑣𝑎𝑡𝑖𝑧𝑎𝑟, 𝑚𝑒 𝑝𝑜𝑛𝑔𝑜 𝑚𝑢𝑦 𝑚𝑎𝑙. ¿𝑃𝑟𝑖𝑣𝑎𝑡𝑖𝑧𝑎𝑟 𝑞𝑢𝑒́? 𝑀𝑒 𝑑𝑢𝑒𝑙𝑒 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜. 𝑌𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑢𝑛 𝑝𝑒𝑙𝑖𝑔𝑟𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑓𝑢𝑛𝑑𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑙𝑡𝑢𝑟𝑖𝑧𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑠𝑢𝑓𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑎 𝐴𝑟𝑔𝑒𝑛𝑡𝑖𝑛𝑎. 𝐸𝑙 𝑓𝑢́𝑡𝑏𝑜𝑙 𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑜, 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑜 𝑐𝑢𝑙𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙. 𝑁𝑜 𝑒𝑠 𝑠ó𝑙𝑜 𝑙𝑎 𝑃𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑎 𝐷𝑖𝑣𝑖𝑠𝑖𝑜́𝑛, 𝑒𝑠 𝑙𝑎 𝑐𝑢𝑙𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑑𝑒 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜 𝑝𝑎𝑖́𝑠".
domingo, mayo 05, 2024
César se fue
sábado, abril 13, 2024
Cuatro goles y el nacimiento del optimismo
viernes, abril 12, 2024
Bienvenidos al Palacio
Como el Indio, como La Renga, como Los Caballeros de la Quema, como El secreto de sus ojos, el Palacio vuelve a ser sede de otro gran evento: el primer día de diciembre recibirá a Iron Maiden.
Otra fiesta en el único estadio que es Patrimonio Cultural e Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
miércoles, abril 03, 2024
martes, abril 02, 2024
sábado, marzo 30, 2024
viernes, marzo 29, 2024
El Palacio es Monumental
jueves, marzo 28, 2024
Nuestro día: felicidades Quemeros...
lunes, marzo 04, 2024
¿Y ahora?
Copa de la Liga de los Campeones del Mundo - 9na. Fecha:
jueves, febrero 29, 2024
Elegimos creer
Copa de la Liga de los Campeones del Mundo - 8va. Fecha:
Huracán 2 - Rosario Central 0domingo, febrero 25, 2024
sábado, febrero 24, 2024
¿No nos ganan más?
Copa de la Liga de los Campeones del Mundo - Fecha de los Clásicos:
Huracán 0 - San Lorenzo 0