sábado, febrero 21, 2015

Un triunfo en las áreas

Wanchope Abila, goleador implacable e irremplazable. Acertó cuando había que acertar. Marcó el primer gol de Huracán en este regreso


Por Daniel Avellaneda*
El cemento está desnudo de hinchas. Entonces, el silencio es la figura en este afónico fútbol que proponen Huracán y Arsenal. Hasta que Esteban Andrada grita por dentro, después de una jugada que escapa al manual de los arqueros modernos. Roberto Abbondanzieri, ayudante de campo de Martín Palermo, no lo puede creer. El pibe que el Tata Martino tiene en cuenta para la Selección se duerme en el partido sin sonido, despierta a los infiltrados de las tribunas y ese Globo que no tomaba impulso se encuentra en ventaja. Por ese error que fue un estallido para la banda roja de Sarandí, celebra Parque Patricios. También, por las manos de su propio número uno.

Así como Andrada resultó determinante con el acto fallido de sus pies, a un puñado de minutos del desenlace del primer tiempo, Marcos Díaz se hizo inmenso bajo sus tres palos. En los guardianes del área, entonces, es posible explicar un resultado que tenía un irremediable destino de cero a cero.

Es que el empate hubiera sido el marcador más justo. Y en ese sentido, Arsenal no debió irse del Tomás Ducó a bordo de una derrota. De entrada, se mostró más pretencioso que Huracán, que decidió volcarse al contraataque. Pero Palermo eligió el camino que más le gustaba cuando era un infaltable en la Bombonera, apostar a la referencia del área. Y Federico Rasic tal vez sea tan alto como el Titán, pero poco pueden influir sus 198 centímetros si no pesa en la zona de gol. Cayó muchas veces en la trampa del offside y perdió el anticipo con los centrales locales. Aunque detrás de este 9 no hay un Riquelme, claro. Y Arsenal buscó afirmarse en la salida de Iván Marcone y el desequilibrio de Pochi Chávez, desgastado de tanto ir y venir por derecha. Dominó territorialmente el equipo visitante, pero sin generar demasiadas preocupaciones.

Huracán tiene demasiados buenos pies para tan escasa ambición. Agustín Torassa, Patricio Toranzo, Alejandro Romero Gamarra... No podían hacerse cargo de la pelota porque Arsenal presionaba alto y los volantes centrales recuperaban poco y nada. Montenegro, sin dudas, tendrá lugar en este esquema. No obstante, el dilema del Globo no radica tanto en los intérpretes sino en la postura táctica.

Recién en el segundo tiempo, con el gol en el bolsillo, Huracán pareció animarse a liquidar el partido. Pero, enseguida, se contrajo. Mucho tuvo que ver con los cambios que hizo Palermo. Pablo Burzio fue incisivo por la derecha. Como si hubiera comido el puchero que solía ofrecer Chávez cuando empezaba a jugar en Boca, fue pura potencia por la raya. Toda la que no tuvo Pochi, que se ubicó como volante interior un ratito hasta que el técnico lo reemplazó con Hernán Fredes. Y Arsenal evolucionó.

Burzio tuvo dos posibilidades y Díaz mostró todos sus reflejos. Por ese sector, Balbi perdía siempre en el mano a mano y Arsenal exigía con el colombiano Rosero Valencia y el cordobés que ingresó en el segundo tiempo. Huracán aguantaba y se encomendaba al contragolpe, siempre mal resuelto. Burzio volvió a perder con Díaz y Muñoz reventó el travesaño. Andrada, en el otro arco, miraba el partido con desconsuelo. No tocó una pelota en el complemento. Le bastó con perder una en el primer tiempo para aturdirse de lamentos.

*Periodista de Clarín.