sábado, febrero 07, 2015

Fiebre de Huracán


La chica tiene 19 o 20 años, no más. Sonríe como Charlie cuando encuentra el ticket para la Fábrica de Chocolate de Willie Wonka. La entrada no es dorada, pero sí es la primera que ella saca para ver al equipo de su corazón en la Copa Libertadores. Abre su cartera roja con tachas plateadas y adentro espera una cartuchera de plástico para guardarla junto a su carné de socia. También guarda el vuelto de los 110 pesos que le costó su espacio en la Popular Ringo Bonavena. Está sola. Y feliz. La escena acontece en la esquina de Alcorta y Luna, allí donde un Palacio Ducó renovado parece vestido de fiesta para esperar la revancha frente a Alianza Lima. Ella se va, a pasito acelerado, de regreso a sus actividades. Es la mañana de Parque de los Patricios. Detrás de ella, más de seis cuadras de cola acompañan el mismo entusiasmo. 

No es una ocasión más. Casi ninguno de los que allí se miran y se acompañan jamás vio al equipo en la Libertadores. Huracán, hasta esta mágica irrupción que arrancó con el 4-0 en Perú, sumaba 41 años sin apariciones en la máxima competición continental.

Sucede algo extraño en la espera: no hay ansiedades. Se trata de un placer compartido, de una perfecta excusa para sentirse parte de este presente perfecto e inesperado. “Tu camiseta está vencida. Le falta una estrella; tiene once ...”, le dice -jactancioso- un pibe a su tío que lo acompaña. Los dos, vecinos de Pompeya, se ríen. E imaginan el recibimiento: ambos creen que Marcos Díaz, Patricio Toranzo y Wanchope Abila ya adquirieron la categoría de superhéroes. “¿Te imaginás lo que va a ser esto el martes? Explota”, se dicen unos a otros. No hay dudas. “Si contra los mendocinos hubo cuarenta mil tipos, imagínate ahora, después de todo lo que pasó ...”, repiten.

Hoy continuará la venta de entradas de 9 a 17 (para socios y no socios), también en el estadio. Pero ellos, todos los que ahora caminan a paso lento rumbo a las boleterías, quieren la garantía de su presencia en las manos. Ya, ahora. Conocen los síntomas. Los viven. La preciosa enfermedad tiene nombre: Fiebre de Huracán.

Texto publicado por el fundador del Blog, en Clarín.