martes, agosto 04, 2009
Gardel es Gardel
Por José Andés Soto
Los Cinco Grandes fueron unos cómicos fenomenales para su tiempo, que se llamaban Zelmar Gueñol, Jorge Luz, Rafael Carret, Guillermo Rico y Juan Carlos Cambón. En el fútbol, los grandes siempre fueron seis. Tres parejas, para ser más exactos: dos de capital y una de Provincia, animadores de los tres grandes clásicos del fútbol nacional: River-Boca, San Lorenzo-Huracán y Racing-Independiente.
De vez en cuando, y desde hace tiempo, aparecen quienes reclaman un lugar para Vélez en la barra de los grandes, y hasta algunos pretenden desplazar al Globo, en verdad ya abandonado del ‘club’ por los más jóvenes habladores y redactores de deportes, y por una empresa a la que varios de ellos pertenecen (TyC). Hasta parece haberse creado una polémica al respecto, porque me pidieron que explicara aquí las razones por las cuales Huracán está entre los grandes, que es como tener que explicar por qué Gardel fue Gardel, y no Magaldi.
Los grandes son simplemente grandes, y Huracán ya era grande antes del ’30. El club que nació homenajeando las hazañas de Jorge Newbery se hizo grande con fútbol, cuando éste era nada más y nada menos que un juego. Antes de los feroces años de la recesión -¡oh casualidad!- trajeron el inevitable devenir del profesionalismo.
Desde el tiempo en que aprendí a deletrearlo en las enormes páginas de Crítica, los clásicos entre grandes los protagonizaron, como quedo dicho, River-Boca, Racing-Independiente y San Lorenzo-Huracán, con múltiples combinaciones de sus cruzamientos. Los ‘olvidos’ del Globito entre sus pares comenzaron a aparecer mucho más tarde –especialmente cuando perdió a su aparcero San Lorenzo por un tiempo-, cuando ellos se fueron al descenso, circunstancia infeliz que le cupó luego al Globito, tercer grande que caía al vacío sabatino a mediados de 1986.
Huracán ya fue pobre, mucho más pobre que en los magros tiempos de hoy: en la época en la que otros anglicados clubes servían té en el vestuario, en la cancha de Patricios se ofrecía un criollo mate cocido a los rivales. Porque Huracán, como decía Julián Centeya, era “el único porteño, entre tanos, gallegos y fifís”. Su “heráldica suburbana del Globo rojo sobre campo blanco” (Homero Manzi) lució más tarde en el primer estadio sudamericano, llamado por entonces – y aún hoy por algunos- El Palacio de Cemento. Aquellos fueron tiempos de cierta riqueza, que son sólo una circunstancia en la vida.
La grandeza de un club de fútbol, como la de un hombre, no se mide por su cuenta bancaria (¡que sería del Gran Racing!) ni por sus años sin ganar campeonatos (otra vez Racing) ni siquiera por carecer de cancha (¿o acaso San Lorenzo fue ‘suspendido’ como grande al perder su Gasómetro?).
Luis Federico Leloir fue un grande sentado en su silla de esterilla, y nunca los otros cargados de oropeles.
Así como existen fórmulas para medir con cierta precisión el nivel socioeconómico de las personas, es posible que alguien pergeñe en el futuro una tabla combinando campañas de los equipos; cantidad de socios; centimil en los medios; estados de cuentas; rating de televisión y precio de sponsor en la camiseta, para calificar los clubes de fútbol. No dudo de que en esa tabla –que encabezará River- habrá un buen lugar para Vélez y Rosario Central. Pero, como la grandeza está afianzada en la gente y en la tradición y no se compra con cemento, los grandes clubes del fútbol seguirán siendo seis.
Nadie podrá negar los méritos institucionales y deportivos de Vélez Sarsfield, que despegó con la grandeza de José Amalfitani y supo aprovechar su decada dorada en los 90'. Pero si en una supuesta evaluación de todos los clubes también incluyéramos el aporte de talentos al fútbol mundial, nadie en el país podría competir con Argentinos Juniors y Newell’s Old Boys, tradicionalmente inscriptos en la línea estética que también defienden grandes como River e Independiente, y que hoy el Globo no consigue honrar.
No nací ni viví en Parque de los Patricios. Soy del barrio de Huracán, Huracán de Mar del Plata, uno de los tantos cientos de Huracanes sembrados por el país (Comodoro Rivadavia, Tres Arroyos, Corrientes, etc. ) a partir de la admiración que generan los grandes ( A propósito: ¿cuántos Vélez, Boca, River, San Lorenzo, Newell's o Ferro existen fuera de Buenos Aires?).
Vélez Sarsfield es un emergente institucional que carece de linaje, y ni siquiera cuenta con un San Lorenzo –o Boca, o River, o Independiente, o Racing, o Huracán- para jugar un Gran Clásico. No estaba por aquí cuando se entregaron los blasones y ahora ya es tarde para entrar a la nobleza futbolera pagando peaje
Texto publicado en el diario Perfil, 1998.