sábado, septiembre 12, 2015

Historia íntima de una fiesta inolvidable

El final del partido. El comienzo de la celebración. La fiesta en marcha en ese sábado perfecto.

Huracán 1-San Lorenzo 0
En este instante nadie se quiere ir del Palacio Ducó. Todos gritan las canciones que aprendieron en tantas disfonías bajo el cielo de Parque de los Patricios, su barrio, ese que ahora está cumpliendo 113 años. La alegría no les cabe en el cuerpo. El Huracán de sus corazones acaba de conseguir un triunfo de los grandes, de los que se recuerdan, de los que siguen latiendo por muchos días y por muchas noches. Se miran unos a otros y lo saben: este sábado ya entra en la historia de los sábados felices. San Lorenzo -el archirrival de este clásico que cumple un siglo en este 2015- es el oponente que jerarquiza la victoria. Es mínima en el resultado, pero máxima en la sensación. Enfrente estaba el subcampeón del último Mundial de Clubes, el líder del campeonato, el sólido equipo que acumulaba 16 encuentros sin derrotas. No sólo eso: también estaba ese historial que cuenta una diferencia amplísima para los de Boedo (37 partidos, contando desde la primera cita en 1915 haste este 1-0).

“Un minuto de silencio / para el Cuervo que está muerto”, gritan desde la Bonavena repleta los hinchas de Huracán; y se suman desde las plateas. En el campo de juego, ya con la certeza de la victoria, los jugadores administran la celebración. Patricio Toranzo -el autor del gol del precioso estallido de la tarde- se toca el pecho del lado del Globo con las trece estrellas. Está orgulloso. Se abraza con todos. También grita. De repente, la canción se modifica. Pero el destinatario no varía: “El que no salta / es del Ciclón”. Y un estadio entero, esas 28.000 personas que fueron a otro clásico sin visitantes, saltan. Y también los jugadores participan de la escena. Marcos Díaz -el arquero, el superhéroe de las conquistas recientes- parece poseído por un resorte. Y así, a los saltos, ingresa a un vestuario que desborda felicidad. Federico Vismara -la figura, ya referente de este plantel que merece recuerdos- ofrece los retazos de toda esa energía y de esa lucidez que repartió por el campo de juego. Sigue saltando como ese hombre feliz que no se quiere perder ni el último suspiro de la fiesta.

Hay una historia detrás de esta victoria que se celebró como una conquista en sí misma, más allá de esos tres puntos que lo acercan bastante a su objetivo prioritario: la permanencia en Primera. Puertas adentro, en el plantel, lo pensaron, lo imaginaron, lo sintieron y lo jugaron como lo que para ellos y su gente era: una final. Sí, una final. Como aquellas que les habían ganado a Central (por la Copa Argentina), a Atlético Tucumán (por el ascenso) o a River (por la Supercopa). Esa fue la matriz del éxito. Era el primer clásico que disputaban en el Ducó tras cuatro años de tropiezos en el Nacional. Era, también, la posibilidad de enterrar fantasmas. Eso hicieron. Con el convencimiento del que conoce en detalle cómo se escapa de los infiernos propios.

En la platea de la calle Alcorta, justo debajo del Palco Jorge Newbery, ya con la ansiedad deshecha y con la sonrisa enorme habitando su cara, está René Houseman. “Desde que jugabas vos que no gritaba tanto...”, le dice un socio al pasar, emocionado, con la garganta rota de tanto festejo. René, con el buzo negro de Huracán que lo abriga, sonríe; cuenta su felicidad sin palabras. No hay casualidad en esas sensaciones: desde 1976 (cuando Huracán le ganó a San Lorenzo los cinco clásicos del año en un hecho único) a hoy, sólo en 2009 Huracán había conseguido una victoria a la altura de la de esta tarde que se hizo noche en los Barrios del Sur.

Ya en la retirada, se escuchan los bocinazos como telón de fondo. También las charlas entusiasmadas en plena caminata por Luna o por Colonia. Los chicos, esos que vivieron el Clásico de Barrio más grande del mundo por primera vez, perciben que están en el paraíso. Los padres, cuidadosos, les explican que no siempre será igual. Ya pasaron los noventa y pico de minutos del viejo duelo centenario. Pero para ellos, tenaces peregrinos de la fe quemera, la sensación permanece. Hasta el año que viene. O hasta no saben cuándo...

Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín.

El gol de Toranzo y el festejo de todos. El triunfo estaba naciendo. En 2015, año del Centenario del Clásico de Barrio más grande del mundo, hubo un duelo para cada uno. San Lorenzo se impuso en el Nuevo Gasómetro. Y Huracán ganó en el Palacio Ducó, en el contexto de la Fecha de los Clásicos. 

Más:
Así estamos en el Campeonato.

.