lunes, febrero 28, 2011

Una lucha


Clausura 2011, tercera fecha: Huracán 1-Arsenal 1, en el Ducó. No será sencillo el camino para Tito Pompei por su querido Parque de los Patricios. Si tenía alguna duda, lo comprobó anoche bajo el cielo del Ducó. Lo recibieron algunos aplausos en la antesala del partido; lo despidió un grito que no lo señalaba como destinatario pero que sí refería a sus empleadores (“la comisión, la comisión / se va a la puta que lo parió”). En el medio de esas dos manifestaciones sucedió un partido en el que Huracán empató contra Arsenal, sumó un punto que dejó el sabor de las amarguras y que entregó como desenlace la incógnita que más incomoda: ¿podrá Huracán seguir siendo de Primera si su juego ofrece tan poco?
Es cierto que si Huracán ganaba nadie podía objetar nada de esos tres puntos. De igual modo es verdad que la derrota del Globo de Newbery podría haber llegado por decantación de sus fragilidades defensivas y de sus dificultades creativas. No alcanza -en estos tiempos- con ordenar un poco la búsqueda. Como diría Menotti, “poner el inodoro en el baño y la mesa en la cocina”. Necesita más este Huracán: un cambio de mentalidad. Creer que se puede; convencerse de que hay un modo de arribar a mejores resultados. No es tan fácil conseguirlo, claro. Cristian Maidana -más allá de su lucidez- no es Javier Pastore; ni Rodrigo Battaglia -ese mediocampista central de futuro enorme- es Mario Bolatti.
También por eso, tanto le cuesta a Huracán aprovechar sus momentos favorables. No supo ante Argentinos (que le empató sobre la hora); tampoco pudo ayer contra Arsenal, que lo puso en la cornisa de otra derrota sin ni siquiera jugar bien. Hay un rasgo que trasciende el nombre de los entrenadores: con Brindisi o con Pompei la impresión es que Huracán no está convencido de que puede ganar partidos bravos. Sucede algo grave en términos deportivos: se acostumbró al hábito de perder.
Ayer, en un Ducó que lo recibió como si le fuera bien en todas las tablas, Huracán jugó un primer tiempo valioso, se puso en ventaja en su primera llegada del segundo tiempo (tiro libre de Maidana; cabezazo goleador de Javier Cámpora) y desde entonces le concedió casi todo a Arsenal. El equipo de Gustavo Alfaro, pobre en casi todos los rubros hasta entonces, se aprovechó del retroceso de Huracán, se animó a jugar el partido unos cuantos metros más adelante, empató (con un cabezazo de Mauro Obolo) y fue por más. Lo pudo haber ganado, en un par de situaciones de contraataque y tras algún error de la defensa de Huracán. Pero no. No lo supo golpear a ese rival que, como tantas veces recientes, había quedado expuesto al nocaut. También por eso, el resultado final tuvo ese reparto de unos. Lo que continuó a esa certeza fue una incertidumbre que, inevitablemente, a Huracán le duele: ¿y ahora qué?

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.