viernes, julio 10, 2009

Esas lágrimas, las de todos


Es la historia de Juan, un nene de 6 años que unos meses atrás se enamoró del fútbol. El domingo en el Amalfitani, mientras veía caer granizo y con la manito sobre la cabeza, me comentó: “Tío, tenés razón en eso de que somos de sufrir mucho”. Minutos después, cuando Brazenas pitó el penal, nos quiso levantar la moral a todos: “Van a ver que Monzón ataja el primero de su vida”, sonreía con su paleta a media asta. Casi lo asfixiamos en el abrazo del festejo. Después pasó lo que pasó, no se los voy a contar yo. “Es injusto, muy injusto”, repetía al salir de la cancha. “No importa, será el torneo que viene”, nos dijo después de un rato, mientras todos aguantábamos las lágrimas. Al llegar a la casa se fue a duchar y recién entonces, con su mamá, en el baño, se puso a llorar: “Nos hicieron trampa”, le susurró en el hombro. Después decidió irse a la cama sin comer. Al apagarle la luz lo encontraron abrazado a su foto de Pastore y a su almohada del Globo. Esta es una de las historias pequeñas que provocó el sueño de Huracán. Por esta y otras tantas nos tenemos que sentir campeones. Este es un título que no nos lo puede sacar la mala tarde de ningún árbitro.

Texto escrito por Alejandro Marinelli, periodista y compañero de Redacción en Clarín.