viernes, enero 11, 2008

Huracán 1973, un fenómeno social

El siguiente artículo (publicado en La Marea, revista de cultura, arte e ideas, Nº 10. Buenos Aires, 1997) es un retrato del significado social y político que tuvo el Huracán de 1973. Lo escribió Roberto Di Giano, autor de El fútbol y las transformaciones del peronismo. Editorial Leviatán. Colección El hilo de Ariadna. Noviembre 2006.

La primavera social y futbolística de los argentinos
Si bien en el fútbol argentino de los primeros años 70 siguió operando la coexistencia conflictiva de dos modelos deportivos - aquél forjado en las primeras décadas de este siglo que se fue diferenciando progresivamente del estilo inglés y el que se instaló a principios de la década del 60 siguiendo pautas de organización europeas -, acorde con el clima de época hubo un equipo emblemático (el de Huracán dirigido por César Luis Menotti) que revalorizando los bienes futbolísticos tradicionales se engancharía en muchos aspectos con el proceso de cambio que se estaba pergeñando en muchos frentes de la sociedad argentina.
Eran tiempos en que la construcción de discursos que llevaban el sello de "lo nacional y popular" teñía gran parte de las actividades culturales de nuestro país, en momentos en que tenían una fuerte presencia los sectores populares que intentaban reinvindicar su producción cultural autónoma luego del período de desintegración social producto, en gran medida, de la modernización de carácter dependiente que se trató de implementar en el país.
Una manifestación cultural importante como el fútbol, si bien de una manera no generalizada, tampoco estaría ausente de esa firme corriente de reacción contra la reciente experiencia de desnacionalización, corriente que se encontraba liderada, políticamente, por un amplio movimiento - el peronista - que resultó permeable a múltiples sectores que encontraron en él el mejor lugar para expandir las posturas antiimperialistas1.
Para describir este panorama se analizarán, entre otros, diversos mensajes emitidos por los integrantes de aquel de Huracán que se consagraría a la postre campeón en 1973, en los diarios y revistas de la época (concretamente, los que estaban más estrechamente relacionados con el marco sociocultural de la época). Asimismo, se tomarán también en cuenta algunas posturas que el poder político de entonces asumiera en relación al deporte.


Un objetivo primordial: la liberación
La necesidad de comprometerse con el tiempo político, un signo fuerte de la época, se añadía inexorablemente a los roles específicos que desarrollaban los jugadores dentro de la esfera deportiva, y queda testimoniada, entre otras cosas, en la solicitada de apoyo al peronismo que firmaron varios integrantes del plantel de Huracán. Allí se pronunciaban tanto por una práctica deportiva que tuviera más en cuenta las demandas de los sectores populares como por brindar su apoyo a aquella consigna de fuerte vigencia en esos tiempos y que denunciaba la existencia de países imperialistas y países dominados: "liberación o dependencia".
Uno de los firmantes de la solicitada, el defensor Jorge Carrascosa, consecuente con esa línea de pensamiento que abogaba en favor de un compromiso más serio del futbolista, el compromiso con la realidad social, afirmaba lo siguiente: "A mí me importa ser protagonista de mi tiempo, tomar parte. (...) Entonces, necesito documentarse, conocer mi país".
El director técnico Menotti, que se distinguía por poseer un capital cultural y contestatario superior al de sus colegas, por estos tiempos mostraba un gran sentido libertario, y apuntaba a lograr que primara en el equipo por él dirigido la espontaneidad en detrimento de la organización, la creatividad en perjuicio de la enajenación: "No me convence mucho eso de 'imponer disciplinas' en el plantel. Me suena a régimen militar y el fútbol es otra cosa. (...) En todo caso, lo que me preocupa, es contar con gente que sea honesta y no mansa por temor a los castigos".
Es decir, entonces, que el entrenador del equipo de Huracán intentaba expandir formas consensuales en su entorno más inmediato en detrimento de la coacción exterior. De esta manera el tipo de vinculación basado en la disciplina que conllevó consigo el proceso de modernización de los años 60 es sustituido por el de la camaradería y los aspectos afectivos vuelven nuevamente así a tener sentido. El dirigido en este proceso tiende a dejar de ser tal para convertirse en un compañero, el compañero en un amigo: "El plantel tiene que vivir la amistad; que el marcador de punta no haga un cierre por obligación, sino para cuidar la espalda de un amigo".
El sentido libertario de Menotti era compartido también por otros integrantes del plantel de Huracán que, por ejemplo, quedan desligados del seleccionado nacional por no soportar las concentraciones prolongadas y el esquema represivo que allí impera. Uno de ellos, el jugador Francisco Russo, lo testimonia de esta manera: "Desde chico no me gusta el encierro. No me acostumbro. (...) Debieron tratarme con calmantes y ni con eso me pasaron los problemas".


El acercamiento del poder político
La actitud de Miguel Angel Brindisi, uno de los jugadores más creativos de ese plantel, que prefirió reiteradamente seguir jugando al fútbol en el país a ser trasladado al exterior, desechando así importantes beneficios económicos, llevó a que el presidente de la Nación, Juan Perón, le entregara la medalla de la "Reconstrucción Nacional". Este reconocimiento estaba inscripto dentro de un marco ideológico más amplio en donde se expresaba que la desidia de los gobiernos oligárquicos había servido para destruir lo que tanto había costado conseguir, en todos los campos, durante la etapa peronista, iniciada formalmente en 1946 y que culminó abruptamente en setiembre de 1955 cuando el gobierno constitucional fue desplazado del poder como consecuencia de una conspiración cívico-militar que formuló la urgente necesidad de abrirnos en forma irrestricta al mundo "civilizado". Y ahora, que el peronismo se encontraba nuevamente en el poder, era necesario, entonces, recuperar aquella rica experiencia popular de tinte nacionalista (reacomodada, por supuesto, a posiciones sustentadas desde un presente pero siempre de reacción contra cualquier intento de subordinación a países u organismos extranjeros, lucha que se consideraba indispensable para el logro del bienestar de la población).
Concretamente (y más allá del posible rédito político) se pretendía estimular también en la esfera deportiva una política que tendiera a restablecer un tipo de actitud que redundara en una cuestión sumamente gratificante para la mayoría de los integrantes de la comunidad: "En nombre del deporte argentino, le quiero hacer llegar a Brindisi nuestras felicitaciones y complacencia. Se puede honrar el deporte en todas partes, pero donde mejor se lo hace es en su propia Patria".


Los criterio éticos y estéticos
En esta estructura futbolística que rescataba los rasgos singulares de nuestra cultura, junto a un valor primordial como la libertad operaban otros atributos como la belleza y además una rica gama de sentimientos que tendían a revitalizar lo que había sido apagado por ese proceso modernizador que respondiendo a patrones éticos y estéticos extraños al eje de nuestra historia, había logrado quebrar la línea de continuidad de un valioso patrimonio cultural de los argentinos.
Es que aquel plantel dirigido por César Menotti contaba con ciertos jugadores que desarrollaban un tipo de juego que podía asociarse de manera inmediata, en tantísimos aspectos, con una estética tradicional de nuestro fútbol que estuviera basada, primordialmente, tanto en el virtuosismo técnico expuesto por los deportistas como en la posibilidad que dejaba para que ellos expandieran las picardías.
De allí que se pudieron visualizar nuevamente en los campos deportivos de nuestro país muchos elementos que implicaban, en buena medida, un rescate de ricas características propias que habían sido confinadas al pasado por los agentes modernizadores de la esfera futbolística argentina, fascinados por los "adelantos" conseguidos en materia deportiva en los países europeos.
Aquellas formas originales, que se habían expandido en el país en fases deportivas anteriores, habían sido deprimidas con el crecimiento exagerado de la organización y los planteos tácticos desde los tempranos años 60. Y precisamente con este intento de rescate de valiosas tradiciones futbolísticas llevado a cabo por el equipo de Huracán, tienden a dejarse de lado, nuevamente, las ataduras inútiles impuestas a los deportistas que ahogaban las motivaciones hedonistas y que restringían, en gran medida, el espacio de lo lúdico.
De la aceptación por parte de la comunidad deportiva de la recuperación de rasgos que significaban un firme avance de lo propio y que conllevaba, entre otras cosas, un carácter menos previsible en el desarrollo de los encuentros - ya que lo fundamental es dejado nuevamente al sentido del juego, a la improvisación (elementos éstos que le otorgaban un encanto especial a los partidos ya que se vuelven así más excitantes)- dan cuenta los aplausos que, en varias ocasiones, le prodigaron a Huracán las hinchadas contrarias, superando así el sinsabor de haber presenciado la derrota de su equipo favorito.
Es decir, que este tipo de práctica deportiva que llevó adelante el equipo de Huracán en el año 1973 pudo construirse con aquellos elementos que desde los inicios de la década del '60 sólo habían podido expresarse en forma solapada. De allí que los elementos que habían quedado deprimidos en este deporte por el imperativo de la modernización, por firmes razones históricas seguían despertando orgullo en los aficionados argentinos cuando quedaron nuevamente en estado explícito y pudieron autoidentificarse con ellos (sobre todo con un exponente clave como la gambeta, que invoca en el imaginario popular la posibilidad del triunfo astuto frente al más poderoso).
En este modelo futbolístico quedan así, entonces, establecidas fuertes afinidades entre las disposiciones éticas (libertad para crear y solidaridad entre los miembros del equipo) y las estéticas (vinculadas éstas a las mejores fuerzas de la cultura popular, como son la picardía y la alegría).
Modelo deportivo y proceso social
No cabe duda que las modificaciones que se produjeron en estos tiempos tanto en la práctica futbolística como en los modos de percepción y evaluación del público no eran ajenas a los cambios culturales que se estaban dando en el contexto social más amplio. Por eso la construcción de ese modelo deportivo de signo creativo, que pretendía alejarse de todo mecanicismo enajenante, y que mostraba así los rasgos más singulares de nuestra cultura (que son los elementos dinamizadores por excelencia de cualquier sociedad), encontraba fuertes grados de correspondencia con el paradigma de la época, aquella ideología que ponía el énfasis en la afirmación de un proyecto de fuerte sentido nacional y que era asumido por un movimiento peronista que había despertado las esperanzas y la generosidad de múltiples sectores sociales.

*El artículo, también en www.efdeportes.com.