Herminio Masantonio era un goleador implacable, un nueve de pura raza. Y era, sobre todo, un guapo de verdad, de los de antes, de los inclaudicables: leal, vehemente cuando fuera necesario, caballero, siempre generoso. Como decía Norberto Tucho Méndez: "Jugar al lado de Herminio te hace sentir más fuerte". O como escribía Osvaldo Ardizzone: "Un hombre de verdad... Un reo sensible, un caudillo bonachón".
Masantonio fue y es el símbolo de una época de Huracán y el ícono de la grandeza más allá de los avatares de un título. Su gloria, claro, era la lealtad. Fue el goleador del equipo entre 1931 y 1943. Hizo 254 tantos en 349 partidos para el club de su vida y así ocupa el tercer lugar del podio en la historia del profesionalismo, detrás de Arsenio Erico y de Angel Labruna. Su bigotito prolijo y su nariz de boxeador fueron una marca registrada de este hombre nacido en Ensenada, que llegó al sur de la Ciudad procedente de Sportivo Villa Albino, un pequeño club de su barrio; que le dijo no a la Juventus, en 1932, para quedarse en ese Parque Patricios que lo cobijó y que lo tiene como monumento, frente a la sede de la Avenida Caseros, y como tribuna, en el Ducó.
Masantonio fue y es, además, el séptimo goleador en la historia de la Selección y tiene el mejor promedio de gol (con 21 goles en 19 partidos).
Un 11 de septiembre de hace 50 años, Masantonio se despidió con todo su silencio y con toda su modestia. Quizá sin saber que para su vida nunca habría olvido.
Nota publicada por el autor del blog en Clarín, al cumplirse los 50 años del fallecimiento de Herminio Masantonio.
Detalle: en la semana de su cumpleaños número 100, un abrazo para el inmenso Herminio.