viernes, marzo 05, 2010

Memorias del Despojo de Liniers


Pasaron ocho meses del Despojo de Liniers, de la falta grosera de Joaquín Larrivey, del gol viciado y vicioso, de la trampa que vio el mundo. Lo que sigue lo escribió Juan Castro, periodista del diario Marca, de España, y enviado especial a aquel encuentro definitorio entre Huracán y Vélez.

Por Juan Castro / Diario Marca
Siempre recordaré aquel 5 de julio de 2009. Siempre. Y con dos sentimientos: uno, de enorme pena, porque sé que el fútbol le debía -y le debe- algo a Ángel Cappa; y dos, de enorme bronca, por aquel 'robo' que no fue casual. Uno, desde lejos y después de haber visitado unas 15 veces la Argentina, siente que aquel 'robo' de Brazenas no fue casual; es decir, se enmarca en un país hermoso, con gente hermosa, pero que, lamentablemente y desde hace tiempo, está podrido en algunas de sus estructuras. Fue un 'robo' futbolístico, sí, pero también una lágrima más en un país al que queremos pero que, poco a poco, se nos va...
Siempre recordaré aquel 5 de julio. Siempre. Aquella ilusión 'quemera' -que aún no se ha ido-; aquella lluvia, aquella granizada heroica, el gol anulado; los gritos de Cappa en la grada; los hijos de Ángel al lado de mi tribuna; el director de Radio MARCA, Paco García Caridad, todo un señor de la radio, aguantando a mi lado lluvia y granizo; aquella falta grosera de Larrivey; aquellos llantos... Pero también recordaré ese respeto por el Cappa futbolístico; ese reconocimiento que perdura en el tiempo; ese orgullo que ni los de Vélez, 'falso' campeón, pudieron sostener...
Siempre recordaré aquel día. Como redactor del diario MARCA de España, y como amigo personal de Cappa y su familia, seguí a don Ángel en todo su periplo como entrenador. Estuve con él cuando entrenaba al Madrid; cuando se fue a Perú en aquella maravillosa aventura; también en su curioso y loco viaje por Sudáfrica -¿te acuerdas de la paliza que le dimos a los Orlando Pirates en su cancha, Ángel?-; en su etapa como comentarista de MARCA; le acompañé en ese libro de conversaciones que hicimos en común recientemente; y también, por fin, en esas etapas de descanso en Madrid en las que sueña, desde su sofá, con repetir aquel Huracán del 2009.
Siempre recordaré, en fin, ese 5 de julio. Aunque sólo sea para oler a buen fútbol, a la ilusión de barrio que ya se ha perdido, y, sobre todo, para no olvidarme de que el fútbol, en mayúsculas, aún existe. Con pibes, sin dinero y sin un Brazenas que nos lo 'robe'.