El paraguayo Arsenio Erico, todo un símbolo de la historia del fútbol de Sudamérica. También un orgullo quemero.
Cátulo Castillo le dedicó un tango: "Pasará un milenio sin que nadie / repita tu proeza / el pase de taquito o de cabeza / Y todo lo hacía con elegancia de bailarín". Eduardo Galeano escribió sobre él: "Tenía, escondidos en el cuerpo, resortes secretos. Saltaba el muy brujo, sin tomar impulso, y su cabeza llegaba siempre más alto que las manos del arquero, y cuando más dormidas parecían sus piernas, con más fuerza descargaban de pronto latigazos al gol". "Es Nijinski", dijo el escritor francés Paul Morand, cuando lo vio jugar. Lo comparaba nada menos que con Vaslav Nijinski, el célebre bailarín ucraniano.
Arsenio Erico es una suerte de prócer deportivo de la historia de Independiente. Hizo más goles y más récords que cualquier otro. Llegó desde el Paraguay de su nacimiento, emocionó gente en pleno Infierno y se convirtió en leyenda. También jugó un ratito en Huracán. Falleció en julio de 1977 y desde entonces construyó mitologías sin querer. Sus restos descansaban hasta esta semana en el Cementerio de Morón. Mañana* sus cenizas pasarán por el Ducó y por Avellaneda para que la gente de Huracán y la de Independiente lo despida. Será la última visita del crack sin olvido a por esas geografías.
Después, regresará al espacio donde construyó su primer sueño de futbolista. En el Barrio Obrero de Asunción hay un estadio pequeño que tiene un nombre enorme: Arsenio Erico. A pesar de no haber jugado nunca para el seleccionado de su país, es una celebridad sin discusión del deporte más popular en la tierra de Augusto Roa Bastos. También por eso, en el barrio Sajonia, en el emblemático estadio Defensores del Chaco, una tribuna exhibe su apellido. Ahora, tras la despedida con honores en Argentina, volverá a estar cerca de aquel nacimiento.
*Se refiere al miércoles 24 de febrero.
Texto escrito por el autor del Blog, en Clarín.