miércoles, mayo 27, 2009

El Huracán de la gente, de los niños, de todos


Angel Cappa tiene tres cosas en la cara: un bigote breve y prolijo, una sonrisa nueva y otro asombro. Mira, mira todo lo que tiene cerca. Hay niños, niñas, madres, padres, gritos, desorden, médicos que lo saludan, jóvenes entusiasmados con la camiseta de Huracán, más jóvenes sin camiseta que también se le acercan. La sensación es similar, casi calcada: se trata de una gratitud. Cerca de él, a un puñado de jugadores del plantel de Huracán les acontece algo parecido. La escena sucede en la tarde de Parque de los Patricios, en el Hospital de Pediatría Dr. Juan Garrahan.
Allí, por iniciativa de la institución, los jugadores y el cuerpo técnico fueron a entregar regalos para los chicos que allí son atendidos. No sólo eso: a partir de ahora, el Garrahan será sponsor gratuito en la camiseta. "Es una manera de estar cerca de la gente del barrio. El hospital es una institución muy querida por todos y este es un modo de colaborar", contó el presidente Carlos Babington esta semana.
Paolo Goltz es el capitán de Huracán. Camina por los pasillos del hospital con el entusiasmo de algo nuevo. Se saca dos fotos con dos chicos que esperan un turno. Y le dice a Clarín: "Es una buena oportunidad para nosotros de ofrecerle alguna alegría a los demás, a los más chicos, a los que más necesitan". Cerca de él, Javier Pastore muestra la misma sonrisa ancha que en su primer gol ante Rosario Central, en Arroyito. Firma tres, cuatro, diez autógrafos. Es el muchachito de la película. También cuenta sus sensaciones: "Es una alegría muy grande para nosotros poder compartir este momento con los chicos. Es lindo estar cerca de ellos, brindarles algo". Pastore juega como un crack con la pelota en los pies, tiene 19 años y ya le brotan otras inquietudes. No es poco, sobre todo en estos días de estrellas prematuras y fugaces. Es el mismo grupo que participó de las visitas al postergado barrio Zavaleta y al Museo de la Memoria de la ESMA. Es el Huracán social.
Del otro lado del vidrio hay un chico que todavía no es hincha de ningún equipo. Le van a realizar un trasplante de médula en breve. No tiene expresión en la cara. Cappa, el técnico, el hombre, lo mira, le sonríe. Parece que lo abrazara desde una distancia que se acorta con miradas. El chico, de tamaño mínimo para su edad, entrega lo único que puede: un gesto breve que Cappa entiende...

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.