domingo, noviembre 22, 2009

Así no se juega un clásico

La escena del primer gol, convertido por Renato Civelli. Mario Bolatti y Leandro Díaz se miran. Fue el principio del desconcierto.

Lo que sigue es un texto publicado por Ricardo Sapia, en Olé. Realidad en estado puro:

A varios de los jugadores les faltó identidad futbolística para representarnos ante los de al lado. Con un arranque de cinco minutos fugaces no alcanza. Eso habla de una pobreza de nivel que se hizo carne en el equipo. De compromiso para querer ganarlo. Porque un clásico hay que ganarlo. O al menos dejar ver que se hizo lo imposible. Pero no. Las limitaciones están a la orden del día. Algunos se la pasan pivoteando, otros regalan la pelota con un infantilismo. O la mueven de un lado al otro o intentan la individual tratando de llegar a las barbas rivales al estilo maradoniano. Ni hablar de la liviandad. De no defender la bola como si fuera la última. O de actitudes incomprensibles como decretar zona liberada en el área propia para un gol ajeno. O una expulsión con más de media hora por jugar y 0-1. Hasta se pifia con cambios apurados u otros demorados (es humano y no mago). Sólo quedó un esbozo de quiebre de la realidad en la vergüenza del Gato y en las atajadas de Monzón (salvó el papelón). Era innecesario dilapidar lo hecho en el Clausura. Como también lo fue mostrar un trapo quilombero. Hay que hacerse cargo o lo vamos a pagar carísimo.