jueves, noviembre 01, 2012

Más que un club


Por Ángel Cappa
Huracán es una forma irrenunciable de ver y de vivir el fútbol, una manera casi única en esta época nefasta del fútbol argentino de entender y disfrutar del juego. Huracán es el respeto emocionado por el toque. Todavía recuerdo a la gente de pie aplaudiendo al equipo que giraba alrededor de Bolatti, como si estuviera en un teatro. Todavía tengo viva la imagen de las familias reunidas compartiendo momentos fugaces pero eternos de alegría en el Ducó, que parecía un templo reservado al buen fútbol.

Huracán es un sentimiento de amor por un caño, por una gambeta, por un pase medido o por diez toques seguidos paseando la pelota de un lado al otro de la cancha, buscando la sorpresa que siempre encuentra el talento. Huracán es la profunda sencillez del barrio con sus valores de amistad y de generosidad que tanto cuesta rescatar en otra parte. Es, todavía, "el farol balanceando en la barrera", como le cantó Homero Manzi. Y es la mágica locura de René, que cada día juega mejor. Y la elegancia de Miguel, y la pegada precisa de Carlos, y la inteligencia de Fatiga, y la pelota que sale limpita con Carrascosa. Huracán es el encanto insuperable de aquel grandioso equipo del 73, que quedó para siempre en el alma de todos los hinchas con un cachito de sensibilidad. Y por supuesto que es Masantonio, y Tucho, y Pastore, y la Chancha Larrosa, y la figura quijotesca, admirable y magistral del Flaco Menotti.

Por todo esto, y por tantas cosas así de chiquitas pero que juntas son enormes y colman cualquier corazón despierto, Huracán es más que un club, es un estilo de vida. Fui tan feliz en Huracán que ese equipo del 2009, con toda su eficaz fantasía, justifica para siempre la pasión que aprendí en los potreros de Villa Mitre y que antes aún me había contagiado mi viejo, un perfeccionista de los de antes, que se pasaban la vida buscando la jugada maravillosa, para guardarla en algún rincón del alma.

Tal vez porque sentíamos lo mismo y vibrábamos juntos con las gambetas de De Federico, y los enganches del Pato Toranzo, o las subidas para jugar, no para tirar un centro cualquiera, del Chiche Arano y de Araujo, y el respaldo de seguridad de Eduardo y de Paolo, o el atrevimiento de Monzón en el arco para atajar jugando, la hinchada del Globo me convirtió en un quemero más. Lo dije cuando me fui porque era así nomás: llegué como un entrenador y me fui como un quemero porque la gente de Huracán así lo quiso. Hoy, en un nuevo aniversario, y en un momento difícil del que saldrá seguramente con el apoyo de todos juntos, le deseo feliz cumpleaños. Y gracias Globo por todo lo que me diste. Un abrazo a todos y a cada uno de los hinchas.

Texto publicado en 11wsports.