sábado, octubre 15, 2016

Un desastre



Huracán 1-Temperley 2

El primer partido de Ricardo Caruso Lombardi como técnico de Huracán en el Palacio Ducó se pareció de todos los modos que se lo quiera abordar a una pesadilla. Dos semanas después del entusiasmo por la victoria en Tucumán, de su simpática y múltiple aparición mediática (con canciones dedicadas a San Lorenzo incluidas), se retiró rumbo al vestuario rodeado de silbidos, de rechazos, de insultos. La derrota inesperada frente a Temperley no fue la única razón de tal desenlace. Hubo algo más, tanto o más importante: fue la peor actuación desde el bochornoso cumpleaños de 2014, aquel primer día de noviembre, el del 0-3 frente a Sportivo Belgrano de San Francisco, por la B Nacional. Lo dicen sin dudas los que frecuentan la Bonavena, la Alcorta o la Miravé. Los mismos que gritaron su bronca luego del tropiezo.

No hubo casualidad ni motivos para discutir la victoria visitante: Temperley fue el mejor desde la concepción y desde la ejecución. Sin brillos, con astucia, con un plan. Le ganó a Huracán y lo dejó desnudo.

Lo escuchó un dirigente y lo contó al pasar: “Cambiamos proyecto por lotería”. Ya había sucedido la larga reunión entre Caruso Lombardi y los dirigentes, ya después de que partieran los jugadores. El entrenador incluso le sugirió a la conducción que se reunieran a solas con el plantel para saber más en detalle cuáles son las inquietudes del grupo. El capitán Martín Nervo fue el único de los futbolistas de Huracán que habló y ofreció realismo: “Jugamos muy mal. Hacía mucho que no teníamos un partido así. Ahora hay que dar vuelta la página y empezar de nuevo”.

Es cierto que hubo rendimientos individuales muy pobres. Por ejemplo, Marcos Díaz - figura frecuente y superhéroe de los días más importantes de la historia reciente del club- tuvo una floja respuesta en el segundo gol; Rolfi Montenegro y Romero Gamarra -los más creativos- jugaron mal; los dos laterales (Romat y Morales) hicieron todo al revés; Luca Sosa todavía está buscando su lugar en el campo de juego; Diego Mendoza sigue esperando una asistencia entre los centrales de Temperley. Pero el fracaso de Huracán estuvo vinculado a la propuesta: no hubo un plan. Quedó en todo momento la impresión de que el equipo estaba esperando que sin esfuerzo la victoria sucediera.

“Me voy muy preocupado. Jugamos muy mal”, asumió Caruso, en su tardía conferencia de prensa. Fue lo mejor que hizo en la tarde de Parque de los Patricios: asumir el escenario incómodo.

Temperley -austero, lógico, bravo, intenso, ordenado- hizo un negocio que se tradujo en puntos y en entusiasmo. Le alcanzó con un remate de Marcos Figueroa, con la pegada de Ariel Colzera, con la aparición de Alexis Zárate, con el compromiso para defender todos juntos detrás de la línea de la pelota. Poco en apariencia. Pero más que suficiente para ganarle sin objeciones a un Huracán despojado de todo. Vacío. Roto.