viernes, mayo 13, 2016

Retrato de un regreso sin olvido


La primera escena posterior al partido sirve de retrato: ahí, en el campo de juego, Patricio Toranzo solloza, ofrece sus lágrimas a modo de agradecimiento para toda esa gente que -bajo el frío de un viernes en la noche de Parque de los Patricios- grita su nombre, que lo aplaude, que le brinda esa ovación que lo abraza. Es el regreso del Pato de La Quema, del 18. Tres meses después del accidente en Caracas en el que su vida caminó por la cornisa, él está de nuevo jugando. Y está bien, entero, intenso, preciso, con unas ganas que no le caben en el cuerpo. La precisión -a juzgar por esos 12 minutos en los que participó- está intacta. La impresión resulta inequívoca: está para jugar en ese Huracán de luchadores que se anima a todos los desafíos, a pesar todo.

“Fue muy duro todo lo que pasó. Y es muy emocionante todo esto. Hay cosas que conté. Y hay cosas que me voy a llevar al cajón, seguro con la bandera de Huracán. También por eso creo que este fue el partido de mi vida...”, son sus primeras palabras posteriores a ese retorno que no tendrá olvido. “Siempre creí en esto. Y acá estoy... Les quiero agradecer a todos. A mi familia, a mis amigos, a toda esta gente...”, recuerda. Las lágrimas lo acompañan a modo de testimonio complementario.

Dice que se sintió bien. Y eso es una verdad. Con él en el campo de juego Huracán se asomó a esa victoria que mereció. Pero que no pudo alcanzar. Por dos razones fundamentales: la primera, Unión golpeó cuando nadie lo esperaba, en la última jugada del primer tiempo; la segunda, a Huracán le faltó precisión en los últimos metros.

Hubo un partido antes de la emoción vinculada al regreso de Toranzo. Con un Huracán que hizo el gasto en nombre de la victoria, que tuvo la pelota (61 a 39 por ciento fue la ventaja en la posesión), que llegó más. Y con un Unión ordenado que priorizó su tarea defensiva y apostó a sorprender de contraataque o con la estupenda pegada de Malcorra.

Fue un poco más el equipo de Domínguez. Es cierto. Pero falló en ese lugar en el que se definen los partidos: el área ajena. La impresión es clara: cuando Abila no es el implacable Wanchope a Huracán el gol le cuesta demasiado. De hecho, ante Unión, su único grito llegó facilitado por un roce en Zurbriggen tras un fuerte remate de Espinoza. Para colmo, cuando Abila convirtió -tras un rebote de Nereo Fernández ante un remate de Romero Gamarra- el árbitro Paletta le anuló el gol por un off side que no fue tal (habilitó Emanuel Britez). También por eso a Huracán se le negó la victoria. Pero no la emoción, claro: el regreso de Toranzo fue un triunfo de todos. Y una emoción para guardar, también.

Texto publicado por el Fundador del Blog, en Clarín.