sábado, agosto 08, 2015

Carta abierta a nosotros mismos


Por Roberto Guidotti*
Esta nota no pone en duda la histórica grandeza del Globo bajo ningún concepto. Allí están firmes nuestros 13 títulos oficiales (5 Campeonatos de Liga y 8 Copas Nacionales), nuestra fiel hinchada y los enormes jugadores que han vestido la camiseta quemera. Pero en los últimos 35 años hemos asistido a una decadencia futbolística muy profunda con espasmódicos momentos de protagonismo distanciados entre sí, con los subcampeonatos 1994-2009 y los títulos alcanzados en la Copa Argentina y Supercopa en sus ediciones 2014.

Pero, más allá de la larga crisis institucional y deportiva que hemos atravesado en todos estos años, desde mediados de los 90 nos invaden unos repetidos y frecuentes episodios que se han hecho una triste costumbre de la que no podemos ni sabemos reponernos. Y son esos partidos que Huracán juega como ausente, no sale a la cancha, baja los brazos antes de empezar, se entrega mansamente, no reacciona, se autoflagelan sus propios jugadores hasta la humillación deportiva. Son partidos que se repiten unas cuantas veces al año, cuando en otros clubes se presentan como rarezas discontinuadas en el tiempo. En Huracán suceden con una frecuencia que a esta altura ya resulta un proceso doloroso, lacerante. No queremos pasar más por esto.

Han pasado técnicos, planteles enteros, dirigentes de todo el arco político del club y estas desapariciones futbolísticas se mantienen en el tiempo, sobre todo cuando el equipo es visitante. El club de los guapos, de Masantonio y Bonavena como emblemas de los barrios sureños de facón en mano, adolece de su propia esencia. Y en determinados partidos decide salir a la cancha entregado, a que lo sopapeen. Decide autodestruirse. El domingo pasado asistimos a uno de esos tristes episodios ante Crucero del Norte. Sólo un milagro futbolístico evitó la catástrofe que ya estaba instalada en todas las almas que sufrimos por el Globo. Iba camino a repetirse lo de Mineros y lo de tantos y tantos partidos donde recibimos palizas que nos convierten en el equipo de Primera División más goleado en los últimos 20 años. Incomprensible con este plantel que ha hecho historia, logrando dos títulos oficiales después de más de 40 años y que los ha ganado con autoridad y temple dentro de la cancha, con un entrenador que en aquel momento supo guiarlos con equilibrio hasta esos objetivos exitosos. Por eso se entiende menos aun que esto siga sucediendo.

¿Los motivos?…Hay de los más variados. Dejando de lado la actualidad del presente plantel con algunas conductas absurdas, podemos mencionar a través de estas dos décadas decenas de desmadres institucionales, falta de liderazgo, procesos anárquicos, falta de contención de los pibes de inferiores que los lleva a derrotas continuas que se naturalizan al llegar a Primera, descuidos de todo tipo en los procesos formativos, obsolescencia en el modelo de club, escasez en el surgimiento de líderes dentro de la cancha y podemos seguir indefinidamente buscando las causas. Esta dirigencia ha subsanado varias de esas graves falencias, pero falta mucho por hacer.

En tal sentido se dejó escapar una gran oportunidad de pegar el salto porque este era el año del cambio y lo dejamos escapar. Hablando metafóricamente, teníamos un negocio que empezaba a caminar y en lugar de armarlo de mercadería para crecer se lo dejó caer hasta empezar a perder los clientes.

Señores dirigentes: hay que tomar decisiones que enderecen el rumbo. Es necesario reconstruir lo que falta para que el club se ordene de manera tal que los equipos que nos representan tengan claro EN TODOS LOS PARTIDOS el respeto por la camiseta, por la historia y por sus hinchas.

*Periodista. Texto publicado en Patria Quemera.