martes, diciembre 16, 2014

El Señor de los Milagros

Llegó, como siempre, cuando nadie podía hacerse cargo. De la situación, de los fastidios, del dolor. Llegó, como siempre, con la sencillez que forjó en su vida y que desparramó por La Quemita. Llegó, como siempre, abrazado a su orgullosa condición de quemero perpetuo. Y así, desde lo que parecía un nuevo infierno construyó un paraíso en menos de dos meses. Se ríe cuando le cuentan una verdad: es el mejor interinato de la historia. Sí, Néstor Apuzzo -entrenador de Huracán, superhéroe de Huracán, hincha de Huracán- rescató a Huracán, lo devolvió a Primera y le hizo ganar la Estrella Doce, con la Copa Argentina. Sí, en un puñado de días.

Tuvo una virtud enorme. Como decía César Menotti en sus tiempos de técnico: puso el inodoro en el baño, el sillón en el living y la heladera en la cocina. Sin misterios, sin rebusques, sin vueltas. Y ofreció su corazón hacia adentro y hacia afuera. Lo dijo cada vez que lo consultaron: "Con este plantel voy a la guerra con escarbadientes". Y eso hizo: les permitió a todos recuperar la confianza. Con una receta simple: confiando de verdad. Así, ganó siete de los nueve partidos que disputó, empató uno (luego victoria por penales, ante Rosario Central, en la final de la Copa) y perdió apenas uno (frente a Unión, en el Palacio Ducó, el día en el que Marcos Díaz no fue el inmenso arquero de las manos mágicas).

Se supo hacer querer en ese vestuario que -muchos decían- devoraba técnicos. Supo manejarse. Lideró desde el diálogo. Convenció a todos -junto con su valioso compañero en esta búsqueda, Gabriel Rinaldi- de que sólo se podía crecer juntos. Los jugadores, los mismos que lo raparon tras el ascenso, le ofrecen un apodo que tiene que ver con el aspecto pero también con el afecto: es El Diego de La Quema. Hoy, ahora, Apuzzo es eso. Aunque deba esperar para que le vuelvan a crecer los rulos.

Su historia es también la de una reconstrucción. En los días de la Guerra de Malvinas, cuando era un pibe, estuvo en el Batallón 601 de tanques, en Boulogne. Estuvo a la espera. Al pie del cañón, como siempre. No le tocó ir al Sur. Después, mientras asomaba en la Primera, una hepatitis le complicó la carrera. Aquel mediocampista de andar pausado y mucha precisión se esfumó pronto. En Huracán no lo bancaron. Se tuvo que ir. Pero no hizo juicio. Sabía que iba a volver. Quería volver. Y un día, volvió. Se hizo cargo en cada escalón que le ofrecieron.

Entre 2007 y 2011 trabajó para el Barcelona en la Argentina.Pero Huracán, otra vez, estaba en su destino. Alejandro Nadur, el actual presidente, lo volvió a convocar. Se hizo cargo de las inferiores. Y de allí surgieron jugadores como Gonzalo Martínez, Cristian Espinoza, Lucas Villarruel o Romero Gamarra -claves en este 2014- y hasta un título Latinoamericano con La Sexta de Rinaldi. Pero hubo más: ante cada debacle, frente a cada tropiezo, Apuzzo se hizo cargo. Y a su modo, remontó barriletes de metal.

Y en este fin de año de magias, él ya sabe que una canción comenzará a emocionarlo. Se cantó ayer, allí en la puerta de la Sede de la Avenida Caseros. En plena fiesta que duró hasta la madrugada, los hinchas le rindieron tributo: "Que de la mano del Gordo Apuzzo / todos la vuelta vamos a dar". Y el señor de los milagros -quemero de ley- lo corrobora: a veces, soñar a lo grande te hace grande. En eso anda, el protagonista de la canción más feliz que todavía se escucha en los Barrios del Sur.

Texto publicado por el Fundador del Blog, en Clarín.