lunes, septiembre 13, 2010

Angel, nosotros, todos


Por Nacho Levy*
Nunca cayó bien entre los científicos del éxito, ni calló bien ante los intelectuales del genocidio cultural. De romántica prosa y vehemente pasión, por algún motivo no ha seducido aún a los voceros del canibalismo deportivo, de la conciencia indigestada. Pero el sujeto avanza igual, como pocos filósofos, como ninguno en el fútbol, diciendo todo eso que dicen los Derechos Humanos, todo eso que odian los recursos humanos, todo eso que sienten los seres humanos. Y dinámica de lo perverso, en el mundo virtual, el compromiso real se vende por verso. “Yo no le hice ni le voy a hacer juicio a Huracán, porque no permitiría que se enturbie mi relación hermosísima con la gente por estas cuestiones. No quiero deberle al club, ni que me deba nada, porque me molesta esa situación, pero a su vez me parece que a la gente del barrio le hace falta esa plata, y la necesita más que yo”, dice Ángel, tres meses después de haberle donado al Hospital Garrahan uno de los dos sueldos que le restaban cobrar de su exitoso paso por Huracán. “A nosotros nadie nos atendió en el club, aunque nos cansamos de llamar”, confiesa Beatriz Resnik, de la Fundación Garrahan. Y entonces Cappa hace público, por primera vez, el destino del otro mes adeudado: “El dinero de noviembre, ya es una deuda con el Garrahan, y lo que corresponde a octubre será para la asamblea de Zavaleta, porque conozco el trabajo comunitario que están haciendo muchísimos vecinos, desde el anonimato y el compromiso, para sacar adelante al barrio.”
Ante un escribano público, Cappa rubricará esta semana la donación, que apuntalará la iniciativa vecinal de construir un polideportivo sobre el histórico potrero de Iriarte al 3500, en homenaje a Luisito, un pibe de 16 años asesinado el mes pasado por una mujer policía, en un episodio que los vecinos denuncian como un nuevo caso de gatillo fácil. “Por la memoria de Luis, todos juntos vamos a construir un poli, que nos permita jugar, hacer nuestros cumpleaños y atender el buffet”, explica Seba, que recién cumplió los 18, pero ya es entrenador de los más chiquitos y miembro de la cooperativa que organiza torneos de fútbol popular, en la canchita que será polideportivo.
Ahora, los nuevos acreedores de Huracán sólo tienen cuentas en el cuaderno de matemática. “Cappa es un capo, con un corazón muy grande. A pesar de la mala fama que le tiran al barrio, cree en nosotros, como nosotros creemos que él será siempre el mejor entrenador”, dice Horacio, de Zavaleta. Y Catarra agrega que “con esa plata vamos a poder hacer baños piolas y una cancha techada”. Sin techo, también sueña Matías: “Ángel lo hace porque nos conoce y no le vamos a fallar.” Todos niños, como Cappa: “Yo me entiendo bien con los jóvenes, salvo con los que se adaptan a la sociedad y no quieren mejorarla. Por eso, nunca voy a olvidar mi visita a Zavaleta. Saber que existe una asamblea de vecinos organizados me rejuvenece, me ilusiona y me da fuerzas para seguir buscando una sociedad más justa.”
Así, buscándola, Ángel apareció en el Garrahan hace un año, sobre las nubes del Huracán inolvidable, campeón de la conciencia mucho antes de perder la final con Vélez. Y hoy vuelve a pedir pelota para la salud pública, “porque no se trata de caridad, sino de un derecho, que debemos reclamar. A mí me constan las limitaciones que tiene el Garrahan, y por eso espero que pronto le llegue ese dinero.” Más de 20 mil personas, diez mil niños con sus madres, pasaron por las huestes de la Casa Garrahan en los últimos 13 años. “Y acá la plata se necesita, para sostener las 46 habitaciones. Huracán debe cumplir el compromiso que asumió con una persona, independientemente de la generosidad que haya tenido esa persona con el hospital. Y entonces, acá estamos, a la espera.”
Larga espera. Por lo pronto, Resnik no pudo ni concertar un encuentro para planificar el cobro, “porque cada vez que lo intentamos, fue una pérdida de tiempo”. Pero aun así, Cappa no embiste, resiste. “Yo nunca reclamé mi salario, ni pedí la quiebra, ni exijo nada para mí. Pero me resisto a creer que Huracán no le vaya a pagar al hospital o al barrio, que está al lado de la cancha. Igual, si así fuera, los vecinos tendrán los recursos legales para hacer cumplir esos compromisos.”
La ilusión ya está. La plata, no. Y ante las mil operaciones frustradas del Garrahan para intervenir en la apatía de la dirigencia, la asamblea vecinal directamente se comunicó con el presidente. “Huracán va a pagar, porque tiene que pagar, pero yo todavía no tuve la notificación legal de la segunda donación. Cuando llegue, definiremos el modo de pago, aunque los tiempos son inciertos”, aseguró Carlos Babington.
Fiscal del fútbol ante los tribunales de la frivolidad, Cappa no termina nunca de exponer sus inagotables alegatos, para absolver a la pelota y condenar a sus profanadores. “La mayoría de los futbolistas vienen de abajo y sus familias viven grandes penurias, pero a veces se intenta, y hasta se logra, quitarles el suelo, para dejarlos en el aire.”
Mejor hablar de sus gritos. De sus bigotes. De sus resultados. Ante el grueso del deportivo periodismo, Cappa es el Ángel del anti-menemiembrobilardismo, por el mismo espíritu rebelde que supo irritar a esa dictadura que lo expulsó, en su primavera más negra, el 21 de septiembre de 1976. Violentando la normativa de la atmósfera claustrofóbica y academicista, su docencia explotó de adentro hacia fuera y de abajo hacia arriba, para llevar sus ideas al fútbol y sus jugadores a la ESMA, en 2009. “Jamás consideré como opción mantenerme al margen. En su momento, milité y pagué las consecuencias. Y hoy trato de participar, porque me siento parte. Aunque la vida me haya sonreído económicamente, de grande, yo soy el mismo. Que me pueda comprar un par de camisas no implica que olvide mi sentido de pertenencia a la clase trabajadora.”
Por algún motivo, todavía molesta su filosofía de la praxis, siempre de la praxis, “porque si no, esta sociedad te mata de hambre o te mata de estupidez”. Sobreviviente del tiempo, no sucumbió ante la inclemencia del dolor, ni del árbitro, ni de la corrupción, ni de la indiferencia. A 33 años de su exilio, Ángel dona plata, pero más dona coherencia. Y tal vez por eso, sobre ciertos nidos, no caiga bien. Aquellas bandadas rapaces que hace un año saborearon verlo perder, ya no guardan la esperanza de por fin verlo caer.

*Nota publicada hoy en el diario Tiempo Argentino.