sábado, noviembre 01, 2008

Una fiesta de 100 años


Acá está Huracán, con la piel ajada por 100 años en los que recorrió todos los caminos que pudo y los que le dejaron. Golpeado, sí. Pero feliz, sobre todo. Porque el Centenario Quemero resulta también una reivindicación para sus días de magia y de gloria, para sus jugadores ilustres, para el estoicismo de su gente que toleró tantas muecas ingratas sin averiar la pertenencia. Porque ser de Huracán, en definitiva, es eso: una pertenencia, más allá de cualquier avatar. No importan ni la parafernalia de los medios ni las conquistas pasajeras. Huracán es ese barrio que trascendió sus fronteras sin olvidar el origen; es el papá que le explicó al pibe que la grandeza no se construye en una década feliz, que Grande se nace; es el abuelo que contaba las épicas de nombres hoy imposibles. Es el Globo de Jorge Newbery, ese hombre inmenso en su tiempo e irrepetible en la historia. Es el tango que nació en su geografía. Es la resurrección posible después de cada golpe imposible.
Sucede también que es la fiesta de los que no están. Y de esos quemeros que, ahora, siguen festejando bajo el cielo en ese Sur de la Ciudad de Buenos Aires, tan propio y tan afín. En Parque de los Patricios, en la Nueva Pompeya que fue hábitat inicial, en Villa Soldati... Es la alegría de los que están ahí, colándose entre las nubes, para ver esta fiesta de globos volando por el aire y fuegos artificiales. De los que llevaron a Huracán a ser el más campeón de los años 20: Agustín Alberti, El Negro Laguna, Ramón Vázquez, Máximo Federici, Angel Chiessa, Cesáreo Onzari, Guillermo Stábile... De los que después le comenzaron a dar vida a Huracán en el profesionalismo: Herminio Masantonio, Emilio Baldonedo, Jorge Alberti, Tucho Méndez, Juan Estrada, Bruno Barrionuevo... Es también la fiesta de los gloriosos duendes de los 70, guiados por Menotti y El Gitano Juárez: El Loco Houseman, Babington, Brindisi, Carrascosa, Basile, Larrosa, Avallay... Y de los que después le pusieron el alma a la adversidad: Chacho Cabrera, El Negro Herrero, Héctor Cúper, Lucho González, Daniel Montenegro, Gastón Casas, Christian Cellay, Mariano Juan... También de otros hinchas que son una añoranza enorme que brota inevitablemente ante esta circunstancia, como Ringo Bonavena o Julián Centeya...
Muchos de los que ahora gritan por Huracán jamás lo vieron campeón en la máxima categoría. Pero saben lo que significó, por ejemplo, el imborrable Huracán de 1973, ese que fue la matriz de lo que después Menotti trasladaría a la Selección campeona del mundo, cinco años más tarde. Porque lo sabe el fútbol argentino: no hubo otro equipo igual. También ellos que llevan bombos y banderas rumbo a la sede de la Avenida Caseros conocen el increíble Penta de 1976, cuando Huracán le ganó los cinco clásicos de la temporada a San Lorenzo, en un hecho único en el fútbol de nuestro país. Lo saben más allá de la edad. Lo saben por herencia. Porque Huracán, para el hincha, también es eso: una preciosa herencia inmodificable.

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.