domingo, junio 21, 2015

Recordando al Negro Laguna

Huracán, en los tiempos del Negro Laguna, uno de los grandes emblemas de la historia de Huracán. También, el superhéroe de la Selección que esperaba en las tribunas...

Lo que sigue es un relato publicado por el fundador del Blog Quemero en el libro Todo sobre la Selección (2014, editorial Club House): 

José Laguna era puro vértigo. Parecía vivir varias vidas a la vez. Le decían el Negro porque era morocho y bien de tierra adentro. Había llegado desde muy joven a la creciente Buenos Aires de principios del siglo XX, desde La Viña, Salta, su lugar de nacimiento. Su familia se radicó en la zona Sur, en Parque de los Patricios. Cuando se disputó el primer Sudamericano de fútbol, en 1916, el Negro Laguna ya tenía su fama. Había hecho todo lo que un joven inquieto, talentoso y emprendedor podía hacer. Construyó las primeras conquistas de Huracán. Con sus goles, desde su posición de insider izquierdo -volante creativo-. Con su capacidad de conducción, como presidente.

Como ahora, pero hace casi 100 años, los dirigentes más representativos estaban en la Comisión de Selección. La diferencia es que no había un entrenador. Ellos citaban a los jugadores, armaban los amistosos y los seleccionaban. Al Negro Laguna siempre lo convocaban a las pruebas. Pero nunca lo elegían para vestir la camiseta de la Selección. Los partidos del primer Sudamericano de la historia los vería desde las tribunas de la coqueta cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.

El 10 de julio, el Negro Laguna nuevamente se preparó como para ir una fiesta. Se puso su mejor traje, un pañuelo blanco de los que solían usar los guapos del 900 y eligió su mejor chambergo. Se miró al espejo y se sintió orgulloso. Un rato antes del comienzo del partido, un rumor comenzó a recorrer las tribunas: Alberto Ohaco, el extraordinario goleador de Racing, había viajado al interior del país y no regresaría a tiempo. Pedro Martínez, el primer jugador de Huracán convocado para la Selección, comentó que en las tribunas se encontraba su compañero Laguna. No hizo falta explicar quién era, lo fueron a buscar. Y, como si supiera que su historia quedaría guardada para siempre entre los mejores recuerdos, el Negro aceptó.

Fue hasta las casillas que hacían de vestuarios, colgó su mejor traje, y, por primera vez, se vistió de jugador de Selección. El partido con Brasil comenzó en horario. A los 10 minutos, Laguna -fundador, presidente, goleador y futuro entrenador, el invitado casual- marcó el primer gol del partido. Luego los visitantes igualaron y Uruguay se consagró campeón. Pero aquel día resultó otra cosa, más allá de resultados y desenlaces: quedó para siempre como un homenaje a los cracks olvidados.