jueves, octubre 09, 2014

Breve relato de una emoción


Por Ricardo Sapia*
¡Díaz, Díaz, Díaz! ¡Marquitos, viejo nomás! Me hiciste (nos hiciste) gritar como loco. A la derecha, a la izquierda… a uno, a dos, a tres. ¡Semifinalistas de una Copa! Formosa, allá fue, bien lejos y tan cerca que me parece que los estoy abrazando. Yo salto igual que ustedes. Delirio. Me emociono. Tanto como un chico cuando recibe su primera pelota. Y eso que no ganamos nada todavía. Pero Huracán puede esto y mucho más: te corre por las venas o no sos del Globo. No se apichonó nunca, dio señales de pelear y de jugarla. Rápido para reponerse de la desventaja. Gol. Empate. Penales. Y ahí se plantó el héroe. Ahí la mandaron a guardar el Pity, Erramuspe y Chiche. Sí, la última bola entró, la del 3. De zurda y a salir corriendo.

Yo corro igual que todos ustedes, muchachos. Quiero bajar, poner los pies en la tierra y pensar que las fichas están en la otra mesa. Pero acá también apostamos, cómo decirlo: es un dulce, es una caricia; la que no se despecha, claro. Y más si la miro con ojos de Grande. Ahí comienza a tomar tintes de obligatoriedad, de presencia, al menos, en una final. Aunque para eso falta. Un paso más, falta. Ahora disfruto. Disfrutamos. Saboreamos esta noche de copas. Por dos horas, Quemeros, salimos de ese trastabillar en el que tenemos depositados el cuerpo y el alma. Ese partido a partido al que nos someteremos dentro de diez días, cuando sea a todo o nada.

A todo, Globo querido. A todo. Hay que pensar lo que nos dejó la noche litoraleña porque debemos basar el futuro en función de eso. Y debemos tener muy en claro que no se acumularon puntos para el campeonato, pero se sumaron convicciones; y que no se escaló en la tabla de posiciones, aunque se elevó el espíritu colectivo para lo que vendrá.

Recibimos un lindo premio monetario. Y ahora hay que ir por el pozo de fin de año.

*Periodista. Texto publicado en Olé.