martes, junio 06, 2006

Permítanme llorar

Ahí, al costado de esta cancha ingrata, El Turco llora. Sabe que remó contra todo como técnico, como ex jugador y, sobre todo, como hincha. Camina con un desencanto que le pesa. Sus piernas, las que permitieron el salto para el gol del ascenso en la cancha de Los Andes, allá en 1990, apenas lo mantienen en pie. El Turco es cada uno de los que agotamos las entradas en este Diego Maradona, una suerte de metegol mejorado en el que no cabe toda esta tristeza. El 2-2 contra Argentinos ya es una sentencia en la tarde de un domingo que merecía un final feliz para la épica quemera. Es un dolor este desenlace.

Entonces me acuerdo de aquel 24 de junio de 1986, la noche previa a la semifinal de Argentina contra Belgica, en el Mundial de México. La de otro 2-2, pero contra Italiano. La de los penales. La del primer descenso. La del principio de todas las tristezas posteriores. La de mis primeras lágrimas futboleras.
Lloré aquella noche. Como hoy. Como El Turco. Como un quemero de ley...