El gol de Paolo Goltz, convertido el sábado bajo la lluvia. El principio feliz de una historia que terminó en decepción.
El siguiente texto lo escribió Héctor Hugo Cardozo, columnista de Clarín y amigo. Se trata de una perfecta explicación de un aspecto clave del clásico frente a San Lorenzo, que terminó en goleada: lo anímico.
Las goleadas suelen ser implacables con las observaciones que deja un partido. Y más en un clásico en el cual se disputan el orgullo del barrio, la tradición y la historia. Y se puede añadir que para San Lorenzo superar a Huracán le abría, le abrió, la chance de seguir siendo candidato al título. San Lorenzo aplastó en los números a Huracán, legitimamente. Y, entonces, ¿vale ingresar en el análisis de las virtudes y defectos de desplegaron cada equipo? Sí. Es necesario. Porque el resultado puede ser inobjetable en sí mismo, pero no siempre aporta referencias exactas. La idea es intentar desmenuzar los cómo y los por qué de este 4 a 1. Desde el ángulo futbolero y desde el espritual.
Se sabe, la presión por el éxito condiciona los funcionamientos. Lo sufrió San Lorenzo, que entró con la obligación de revertir el marcador. Y eso se reflejó en los temores que desnudó en cada avance. Desde Aguirre, pasando por Ledesma, siguiendo por Solari, San Lorenzo prefirió hacer circular con muchas precauciones y lentitud la pelota. Se percibía la inseguridad. Y encima quedó desacomodado defensivamente otorgándole a Huracán tres posibilidades netas para buscar aumentar la ventaja. Apenas un disparo franco de Silvera fue la única molestia para Limia. Huracán se sintió cómodo sosteniendo el 1 a 0 y con campo abierto para aventurarse. Pero así como San Lorenzo pecó de repetido, está visto que a Huracán no le sobran jugadores con determinación o talento. Lo tuvo a Arano y a César González. Poco.
El miedo cambió de camiseta en el complemento. El gol de Aureliano Torres lo achicó a Huracán. Barcos pudo marcar, pero se apuró y demostró sus limitaciones. Después, dos jugadas generadas en tiros libres decidieron el pleito. Y aparecieron espacios como para justificar la generosa diferencia. Pero, que conste, hubo un antes y un después. La necesidad imperiosa de ganar descubre dificultades, agiganta los errores para elaborar juego, confunde. La cuestión anímica influye al máximo. Huracán tuvo oportunidades: no supo, por falta de calidad, usufructuarlas. San Lorenzo, con el empate y tras el 2 a 1, entregó una versión más relajada, con un fútbol más preciso. Ahí es notorio como tallan las razones psicológicas de las que tanto se hablan. Quizás ahora este enorme triunfo lo vuelva a afirmar al cuadro de Russo. En tanto, visto lo que se vio, fue evidente que el jugador más inteligente en estos 74 minutos fue el venezolano César González y eso está por encima de sus virtudes físicas y hasta técnicas. Y el que resolvió el clásico fue el paraguayo Aureliano Torres, con su gol, su gran pegada y su viveza. Inocultables datos para tener en cuenta.