miércoles, mayo 07, 2008
De aquellos escombros a esta realidad
Lo que sigue fue publicado en Clarín diciembre de 2002. Es un retrato de los días más traumáticos de esta vida centenaria. Hoy el contexto parece un poco menos devastador, más allá de lo deportivo. Pero el presente no ofrece tampoco una sensación de calma; apenas el entusiasmo de haber regresado a Primera con un grupo de futbolistas y entrenadores corajudos. Ojalá no haya que volver a escribir o a leer un escenario como aquél. Es un deseo de todos. Es una obligación de todos.
Son días duros para Huracán, ese club entrañable, de inequívoco carácter porteño, dueño de tradiciones de grande y presente de pobre. Son momentos de crisis para este club querible, víctima del implacable paso de dirigentes devastadores, sospechados de enriquecerse a costa del empobrecimiento del club que alguna vez ocupó sus corazones. Huracán, el de Parque Patricios, el de siempre, realizó en el Apertura 2002 la peor campaña de sus 94 años de historia: terminó último de 20 equipos por primera vez en el profesionalismo, ganó apenas dos partidos y sólo sumó el 28,95 por ciento de los puntos. Pero no es sólo el detalle numérico vinculado a lo futbolístico es el que le pone testimonio a la crisis. El problema de Huracán es mucho más profundo e involucra lo institucional y lo económico en un cóctel que le hace mucho mal a su salud.
"La situación de Huracán es una pequeña radiografía del país", le dice a Clarín el presidente Marcelo Buenaga. Y a su frase la acompaña una realidad que abarca las últimas dos décadas: el decaimiento de Huracán se parece bastante al de la Argentina. Ni siquiera parece casual el detalle geográfico: Huracán es un punto de referencia insoslayable del sur de la Ciudad de Buenos Aires, ese sur de postergaciones y de dolores. En concurso preventivo y con más de 20 millones de pesos de deuda, Huracán apenas peleó seriamente un torneo en 25 años: el Clausura 94 con Héctor Cúper como entrenador.
Pero la crisis futbolística actual es bastante más gruesa que cualquiera de las anteriores. Dos ejemplos: 1) En su primer descenso, en la temporada 85/86 tenía un equipo aceptable que peleó hasta el final. Además, contaba con dos futbolistas bien cotizados, Claudio Cabrera y Claudio García. 2) Cuando se fue a la B Nacional en la 98/99 no pudo darle forma de equipo a un muy buen póker de individualidades: Gastón Casas, Daniel Montenegro, Sixto Peralta y Andrés Silvera, más tarde transferidos por Huracán en cifras en millones. La lectura es sencilla: incluso en aquellos momentos de debacle, Huracán tenía futbolistas cotizados como para sostener la economía del club. Ahora, ni siquiera eso consigue limitar la desazón del fracaso deportivo. Los jugadores con mayores posibilidades de ser transferidos (Alejandro Alonso y Daniel Garipe) no tienen cotización en millones ni bastante menos.
La idea de los dirigentes es obtener alrededor de 500.000 dólares por alguna/s transferencia/s. "Con eso cubriríamos casi todos los agujeros", contó el dirigente Diego Passo. Pero como no llegan ofertas, la conducción del club analiza la posibilidad de seducir "a los empresarios y personajes influyentes que llevan al Globo en el corazón para hacer La Gran Independiente". Cuentan quienes conocen la interna del club que ya hubo charlas con algunos de ellos: Alejandro Ginevra, del grupo inmobiliario Aranalfe; Edgardo Tekiel, de la cadena de farmacias TKL; los empresarios Raúl Ruibal y Carlos Girola; Ricardo D'Amato, presidente de Afac; el gremialista Armando Cavalieri; el dirigente radical Rafael Pascual; y el ex candidato a presidente por la Izquierda Unida Néstor Vicente. Sin embargo, por ahora, sólo quedó en un entusiasmo inicial. "Necesitamos apoyo económico sí o sí. No hay otra. Pero sin tranquilidad política es imposible que algún empresario se anime a confiar en el club", explica Buenaga. Y a su referencia la acompaña una sombra creciente en estos últimos meses: el regreso del polémico Jorge Batet, el mismo dirigente que la actual comisión directiva echó de su cargo. Un hombre ligado a Huracán desde hace varios años y quien pidió que no se revelara su nombre contó: "No podemos permitirnos esta barbaridad. ¿O acaso nos olvidamos de todo lo que hizo Batet? ¿O por qué no nos preguntamos dónde está buena parte de la plata de las ventas de Calandria, Casas, Montenegro...? Sería como permitir el regreso del enemigo".
"Va todo de la mano: si no hay paz en el club, no hay plata porque nadie apuesta; si no hay plata, no hay chances de mantener un equipo con posibilidades; si no hay un equipo con posibilidades, no se generan nuevos ingresos... Y así estamos". El análisis de Diego Passo, vicepresidente 1° del club, se parece bastante a un laberinto. Pero hay más recovecos complejos en el laberinto: por ejemplo, la relación entre Babington y el plantel no parece la ideal para escaparle a una crisis. Los roces de los últimos tres meses —las discusiones con Sebastián Morquio y Rodolfo Graieb y la licencia múltiple como máximos exponentes— dejaron huellas. "Fallaron los jugadores de experiencia", dijo el presidente Buenaga al ser consultado. Estos cortocircuitos son un eslabón más en una crisis de difícil solución. La crisis del querible Huracán, esa víctima del devastador andar de sus conductores.
Actualización:
La camiseta del Centenario y los hinchas, en Patria Quemera.
La transferencia de Sánchez Prette, en la Página Oficial.
Dos pedidos de quiebra, en Patria Quemera.