martes, septiembre 10, 2013
De aplausos y de silbidos
Por Ricardo Sapia*
A veces no se puede volcar la balanza toda para el mismo lado. A veces reconforta hasta la emoción ver a 30.000 almas apoyar, alentar y sacar a relucir todo lo que sienten por los colores de su vida con esa ovación final. A veces un futbolista (con nombre y apellido, Carlos Arano) tiene que tener la cabeza en su lugar y pensar que con un partido casi completo por delante no puede partir al medio a un rival para interrumpir una contra. A veces no alcanza con el esfuerzo y el buen juego también, de los otros diez para ganar un partido en inferioridad numérica y superar a quienes venían (y a mi gusto se fueron igual) con un andar mediocre. A veces un arquero (con nombre y apellido, Diego Pozo) tiene que responder en las pocas que tiene, ser el seguro del arco y no dar un rebote al medio y entregar el gol. A veces hay que morderse y levantar la cabeza con la confianza de una labor digna en la adversidad, incluso sin el resultado esperado. A veces unos chiflidos ensordecedores le dicen a un jugador que se equivocó y postergó un sentimiento dicho y aceptado por él para defender a otro club cualquiera. A veces te toca un árbitro sensible que pita y amonesta (la roja fue indiscutible) para un lado y para el otro tiene un poquito más de paciencia.
Huracán no ganó ese partido que tanto nos hace falta. El que rompe la hegemonía e infla el pecho. El que te hace apretar el puño y marca una presencia a futuro en un torneo durísimo. Huracán tiene que saldar, algún día, esa cuenta pendiente de ganarle al más macho que se le ponga adelante (aunque esta vez haya sido sólo por su chapa) y para eso necesita que nada se salga del plan. Ni una patada. Ni un rebote.
Hay que traerse tres puntos de Varela. Sí o sí.
*Periodista. Texto publicado en el diario Olé.