jueves, junio 06, 2013
Un héroe en este lío
Hubo un día en el que entendió que no había vuelta atrás. Que esas lágrimas eran una huella. Que esa sensación duraría siempre. Que ese dolor, de fútbol y del alma, lo acompañaría como una sombra perpetua. Ese día, ese maldito día de 1986, Antonio Mohamed -el Tony, el Turco- lloró su desconsuelo mirando a los vencidos. En el Amalfitani, en aquellos traumáticos penales ante Deportivo Italiano, Huracán descendió por primera vez, luego de más de siete décadas ininterrumpidas en la máxima categoría, desde aquella aparición de 1914. Era un pibe de 16 años, promesa de las inferiores, hincha sin antídoto, alcanzapelotas de ocasión. Debutó pronto en Primera y cuatro años después de aquel 24 de junio fatídico gritó su revancha: en la cancha de Los Andes, repleta como nunca, hizo el único gol de un partido que significó el regreso de Huracán a Primera, su lugar. Volvió a llorar. Pero esas lágrimas eran otras.
Nunca, ni antes ni después del dolor ni del abrazo de la gloria por un rato, Mohamed dejó de ser lo que es: un Quemero de ley. La última de las situaciones lo retrata: estuvo a un penal de meterse en las semifinales de la Copa Libertadores con el Tijuana frente al Atlético Mineiro, le ofrecieron la conducción del Santos y la del Monterrey. Pero no. El Turco, ahora, otra vez, volverá a su lugar en el mundo: Parque de los Patricios, La Quema, el Globo de su corazón. También lo exhibe una anécdota: aun con el equipo mexicano en la competición, el Tony anduvo por Buenos Aires. Se lo vio en sin cámaras ni reporteros mirando a las divisiones infantiles en el gimnasio de la sede. Firmó autógrafos, accedió a filmar un spot para la histórica marcha del Día Mundial del Hincha de Huracán al Obelisco, abrazó niños, amigos, socios. Prometió volver. Y acá está. De regreso, en un lugar del que nunca se fue ni se irá. Hoy, jueves 6 de junio de 2013, Mohamed se convertirá en el entrenador de Huracán. Pero no es una cuestión contractual esta llega. Es algo más grande: desde la fecha de su asunción el Turco se ganará un espacio en el pedestal de los inobjetables de la historia del club. Lugar de pocos, lugar de grandes: Stábile, Onzari, el Negro Laguna, Masantonio, Baldonedo, Tucho Méndez, Miguel Brindisi, el Loco René.
El último partido que Mohamed dirigió a Huracán es un entusiasmo a la distancia. Sucedió en 2007, en La Bombonera. Hacía poco había ganado la Promoción ante Godoy Cruz, tras aquella final de derrota y de bochorno frente a San Martín de San Juan. Era el último partido de la sexta fecha, ya de noche en La Bombonera. El equipo recién ascendido venía invicto (dos victorias y tres empates) y un triunfo le servía toda la punta. Pero el Turco ya lo tenía decidido: se iba del club, contrariado con la conducción de Carlos Babington, harto de los manejos de almacén. El equipo perdió 1-0 (gol de Pablo Ledesma, de penal). No hubo punta ni tapa de los diarios, pero sí despedida. Y en ese adiós, también hubo palabras de queja. Mohamed, otra vez, ponía a Huracán frente al espejo. No lo escucharon. Nada cambió, más allá del espasmódico milagro que construyó Angel Cappa. Hubo otro descenso y en la temporada 2013/14 comenzará la tercera temporada consecutiva de Huracán en el Nacional.
Y acá está de nuevo, como si el tiempo no hubiera pasado. Como si no estuviera en la mira de varios clubes capaces de pagarle "diez veces lo que le va a pagar Huracán", tal como contó un dirigente. Pero el Turco dice otra cosa. Dice que no resignó nada. "Estar acá no tiene precio". Y ya empezó a trabajar incluso antes de asumir. Cuentan que ya habló con varios potenciales refuerzos (Pozo, Cellay, Garcé, Bertoglio, Tito Ramírez, Milla, entre otros) y vio varios partidos del equipo para sacar conclusiones. También se emocionó hasta el sollozo al momento de su presentación, en la Sede de la Avenida Caseros, en ese Polideportivo que se llenó de un entusiasmo nuevo. Como el que suele contar esa bandera que acompaña su retrato en la popular Ringo Bonavena: "Mi único héroe en este lío".
Mohamed Tiene por delante una tarea difìcil transformada en obsesión, el regreso de Huracán a Primera. Pero quizá esa no sea la más relevante de sus funciones. Dijo lo más importante: "Vine para unir a Huracán. Y para avanzar juntos". Invitó a cada hincha a hacerse socio; pidió a los socios que acercaran más socios. "Esto lo hacemos entre todos", expresó a modo de mensaje. En la cara, además de la emoción, habitaba una de las sonrisas más grandes que se le conozcan. Y después de mil abrazos, de escuchar ovaciones, de caminar a paso limitado por el cariño unánime, Mohamed se fue. O no tanto. Porque el Turco nunca se va... Siempre está volviendo.
Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.