Elio Montaño, en la tapa de El Gráfico, con el Globo de Newbery. En Huracán dejó un muy buen recuerdo.
Por Miguel Angel Lara*
La Navidad de 1955 no fue la que esperaba Juan Domingo Perón cuando
empezó ese año. Después de ser elegido presidente argentino en 1946
(52,84% de los votos) y en 1951 (63,40%), el 16 de septiembre fue
derrocado por el golpe de Estado, conocido como la Revolución
Libertadora. El general Eduardo Leonardi y el almirante Isaac Francisco
Rojas daban inicio a una dictadura militar que iba pasar a manos de
Pedro Eugenio Aramburu (asesinado por Montoneros en 1970) el 13 de
noviembre al considerar los militares que Leonardi se estaba mostrando
demasiado blando con el peronismo. Un golpe dentro del golpe.
Después de pasar por Paraguay, Perón se instaló en Panamá, donde le
sorprendieron las fiestas navideñas rodeado de sus fieles planificando
lo que sería el futuro del general. El día 23 de diciembre, Perón
recibió una visita que le sacó de planos, cuentas y llamadas a embajadas
y consulados. En la puerta de su residencia en el hotel Washington, en
la ciudad de Colón, estaba Elio Rubén Montaño, delantero que saltó a la
fama en Newlle's, pasó en Boca una temporada y encontró su hueco entre
las estrellas del fútbol argentino en Huracán. El 'Loco' Montaño nunca
escondió su peronismo (su familia obtuvo ayudas de la fundación social
Eva Perón) y su vida se complicó con la salida del poder de Perón.
Con su equipo de gira por Centroamérica después de acabar el
campeonato con tres derrotas seguidas (Estudiantes, Rosario y San
Lorenzo), Montaño decidió aprovechar la estancia en Panamá para visitar a
Perón. Los 100 dólares que tenía de prima por la gira los empleó para
viajar de la capital del país hasta Colón (80 kilómetros). El general,
amante del deporte, tenía grandes referencias del punta a pesar de que
en Boca las cosas le fueron mal y su fútbol de calidad y elegancia fue
derrotado en La Bombonera por la eficacia ante el gol de José Pepino
Borello.
La charla fue larga. Perón se puso al día de lo que pasaba en su país
a través de la visión de uno de los suyos pero sin estar 'intoxicado'
por el día a día del exilio. Hablaron de fútbol y Perón le explicó que
su ausencia en la selección que estuvo los Juegos Panamericanos de
México en marzo, que en fútbol tuvo a Argentina como campeona, se debió
su peronismo. Él no quiso creerlo.
Huracán no espero a la vuelta del 'Tuerto', otro de sus motes gracias
a un brutal golpe en la cara cuando jugaba en Boca. Tal fue la patada
que un compañero se acercó a él para decirle: "Tomá tuerto, se te cayó
el ojo". Montaño regresó por su cuenta a Buenos Aires días después que
su equipo. Nada más pisar el aeropuerto de Ezeiza le estaban esperando
una unidad de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado). Su
reunión había sido tema estelar en el número 11 de la bonaerense calle
del 25 de mayo. La conclusión fue que el delantero de Huracán regresaba a
su país con un mensaje de Perón . Allí estuvo el futbolista retenido
más de doce horas. La pregunta era siempre la misma: "¿Qué le dio Perón
en Panamá?". Hartó de que no le creyeran, y como el mismo Montaño
explicó en la Revista Peronista, llegó un momento en el que decidió
actuar de otra forma. Al oír la pregunta por enésima vez, el 'Loco' se
fue con los brazos abiertos a por el militar y le dijo: "Esto, un
abrazo". La respuesta fue ir directo al calabozo. Se le aplicaba la Ley
1461 por la que se castigaba por violar la orden que prohibía "exhibir
símbolos peronistas, entonar cánticos y, mucho menos, mencionar los
nombres de Perón y Eva Duarte".
Liberado al no poder demostrase nada, Montaño volvió a jugar con
Huracán, pero el incidente, como ya le había dicho Perón, le sacó de la
lista de la selección que estuvo en los Juegos Panamericanos de México.
En Parque Patricios, estadio de Huracán, fue despedido más de una vez
después de un buen partido al grito de "Perón, Perón" para desesperación
de los militares, que preferían cuando las aficiones rivales le
gritaban "gorilón, gorilón" (gorila es el término despectivo con el que
en Argentina se conoce a los peronistas).
Con la presión policial cada vez más agobiante, Montaño (que nació en
Casilda en 1929 y cuya carrera profesional arrancó en Newll's) decidió
cruzar el Río de la Plata para jugar en Peñarol para ocupar el lugar de
un mito, Pepe Schiaffino, autor de uno de los dos goles charrúas en el
'Maracanazo'. La prensa uruguaya valoró más su perfil político que sus
goles: "Peñarol contrata a un delantero peronista".
El apodo de 'Loco' no era gratuito. A lo largo de su carrera dio
motivos para ello. Habitual a la vida nocturna, la fiesta y los
cabarets, un día se encontró con un grupo de directivos esperándole a la
puerta de su casa de Montevideo. Eran casi las siete de la mañana.
Montaño ni se inmutó: "Buenos días, señores. ¿Cómo están? Salí pronto a
pasear. Hace un lindo día ¿eh? Aprovéchenlo". En otra ocasión,
regresando tras un partido con Rosario Central (donde coincidió con
Menotti), Montaño le quitó el diario Crítica a su compañero Federico
Vairo y como manera de protesta por lo que vio escrito en el periódico
le pegó fuego. El incidente, en pleno vuelo, hizo que se tuvieran que
utilizar mantas para sofocar el fuego y que los jugadores de Central
tuvieran que dar explicaciones al tomar tierra. Jugando con Peñarol, en
el estadio Centenario, ante Rampla Juniors, un defensa le dio una patada
tremenda. Montaño arrancó un trozó de césped y se fue a por su rival.
"Tomá caballo, es la hora de comer", le dijo. El árbitro, a su lado, no
pudo contener una carcajada.
A Menotti le sacó tanto de sus casillas que le expulsaron… siendo su
compañero. Era un partido de Central con Atlante. Los 'canallas' ganaban
4-0 y la voz de Montaño narra lo que pasó en una entrevista de una
televisión argentina: "El Gitano Juárez me dice: al flaco Menotti no se
la des, vas a ver cómo te putea. Ganábamos 4-0 y nos pusimos de acuerdo
para amargarle y dejarlo pagando. "¡La puta que te pario, 'Tuerto’ hijo
de puta!" me gritaba. Así todo el segundo tiempo. Poco antes del final
voy a sacar de lateral y le digo: "¿La querés, Flaco? Se la di pero la
agarró al vuelo y casi me mata del pelotazo. El árbitro le echó".
Ese es Elio Rubén Montaño, el delantero al que presidente de Hurcacán
firmó el contrato con un revólver del 45 encima de la mesa, un genio en
el campo, pólvora fuera del mismo y hasta hoy, a sus 83 años, peronista
convencido. Hoy vive en una pequeña pensión cerca del estadio de Parque
Patricios con la pensión que la AFA da a los jugadores que alguna vez
vistieron la albiceleste.
*Texto publicado en el diario Marca, de España.