Por Ezequiel Fernández Moores*
Alfredo Cantilo camina con su esposa por Mar del Plata. Se encuentra de casualidad con César Luis Menotti, que también pasea con su esposa. "¿Qué tiene que hacer por la tarde? ¿No quiere que vayamos a ver las obras en Villa Marista?", pregunta Cantilo a Menotti. "Fui la semana pasada y vi todo bien, pero vamos igual", responde el entrenador. La obra, con el Mundial 78 cada vez más cerca, marcha a buen ritmo. Las habitaciones cumplen con lo pautado. Las camas y la cocina también. Pero al llegar a la cancha, Menotti advierte que el césped está a un centímetro de altura y estalla. "¿Pero cómo, no les dije que lo necesitaba más alto? ¿Quién decidió que lo cortaran así?". "Es que vino el almirante (Carlos) Lacoste y dio la orden", atina a responder uno de los empleados. Cantilo corre a buscar un teléfono. "¡Te voy a decir una cosa! -le grita a Lacoste, rojo de furia-¡Yo soy el presidente de la AFA! . ¡Cuando quieras dar ordenes te sentás en la calle Viamonte! ¿Quién carajo te creés que está en la AFA? ¿Quién carajo te creés que sos?".
Menotti asiste sorprendido a la escena. Lacoste, mano derecha del almirante Eduardo Massera, es el nuevo patrón del deporte argentino. La bota militar dentro de las canchas. Controla el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78) y en la AFA puso al propio Cantilo. A David Bracuto, presidente de Huracán, director del servicio médico de la UOM, le bloquearon las cuentas y lo obligaron a "renunciar" horas después del golpe del 24 de marzo de 1976. Socio del Jockey Club y de Vélez, el abogado Cantilo no era un advenedizo. Había sido presidente del Colegio de Arbitros con Juan Martín Oneto Gaona, interventor en la AFA en tiempos de la dictadura de Juan Carlos Onganía. También Oneto Gaona era abogado y socio del Jockey. Igual que Florencio Martínez de Hoz y Ricardo Camilo Aldao, primeros presidentes de la AFA, cuando las elites controlaban al fútbol. El golpe del 76 encuentra a la selección de Menotti de gira por Europa. Apenas vuelve a Buenos Aires, echado Bracuto, quien le había ofrecido el cargo, Menotti lleva la renuncia a Cantilo en un sobre. "Guárdelo. No me lo entregue porque las renuncias son indeclinables. Conozco sus ideas políticas. Yo pienso completamente diferente y se que habrá problemas, pero eso no tiene absolutamente nada que ver. Lo único serio que encontré al asumir acá es esto". "Esto", una carpeta que mostraba Cantilo mientras hablaba, era el plan de trabajo para las selecciones que Menotti había elaborado junto con Rodolfo Kralj. Lo había presentado años antes, después de que Ferro negara jugadores a la selección. Para frenar su renuncia, Bracuto y Paulino Niembro le dijeron a Menotti que presentara un plan. Se encerró con Kralj desde las doce del mediodía hasta las ocho de la mañana del día siguiente. Selección, juveniles, preparación, contrato del DT hasta terminada la eliminatoria. Si pierde se va. Si clasifica sigue hasta fin de diciembre del año del Mundial. "Tiene mi palabra de honor de que 'esto' se va a cumplir al pie de la letra. Antes del jueves preciso una respuesta. Piénselo", despidió Cantilo a Menotti.
"Yo no lo podía creer. Lo que había costado años de pelea con otros, acá llevó cinco minutos. Al otro día le dije que sí. Cantilo pidió conocer al cuerpo técnico. Se enamoró del viejo Kralj. Con él hacían todos los partidos por teléfono. Las selecciones extranjeras venían acá y nosotros ibamos allá, sin ningún intermediario. Y cuando se reunió con los jugadores, vino al otro día y me dijo 'no sabe la alegría que tengo César. Yo iba dispuesto a discutir y me dijeron que lo único que querían era cobrar si llegamos a la final'. Se quedó loco con eso. Italia cobró 150.000 dólares para cada jugador por participar. Nosotros 27.000 dólares por ganar la Copa. Fuimos a jugar a todas las provincias. Sin cobrar AFA ni los jugadores. Había broncas porque yo convocaba a jugadores de Boca y de River y él mandaba las citaciones y yo le decía pero mire que se pueden lesionar en un entrenamiento y él me respondía 'déle, por más que tiren bombas vamos a seguir'. Después vino la serie de partidos en Boca en 1977. Había rumores, versiones de que si nos iba mal. la Marina me rajaba. Lacoste no me podía ni ver. Mandaban a la hinchada de Boca a putearnos. La mujer de (Leopoldo) Luque escuchó en un avión a jugadores de Boca que decían que 'ahora con el Toto (Lorenzo) vamos a la selección'. Y Cantilo que me decía 'usted y yo hasta el Mundial estamos seguro'. Si él no estaba creo que yo no llegaba al Mundial".
Menotti, que suele demorar hasta dos y tres meses pedidos de entrevista, me atendió de inmediato cuando le comenté que quería aprovechar el 35º aniversario del Mundial, cumplido este martes, para hablar de Cantilo, fallecido en silencio un mes atrás. El Gráfico lo presentó en una amplia entrevista el 5 de mayo de 1976. Cantilo se describió como "un fanático lector de libros de historia, apasionado por la música, hincha rabioso de Gardel y de Piazzolla" y jugador de ajedrez. Le citó a su director, Héctor Vega Onesime, una frase de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei: "Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen en tus oídos las risas que cosechaste con tus fracasos". "Esa norma -le dijo- es como una pantalla prendida que veo las 24 horas del día". Años después del Mundial, Menotti recordó con calidez en una entrevista su primera y decisiva reunión con Cantilo. "¡Imagínense ese diálogo entre un militante de izquierda y un tipo del Opus Dei!. "Yo -me dice ahora Menotti- tengo mucho respeto por la fe de las personas. Discuto otras cosas. A Cantilo lo recuerdo como un aristócrata de verdad. De las buenas costumbres. No de las miserables. Daba la mano como un hombre. Muy crítico de Isabelita y de Perón. Y, desde su lugar, lo recuerdo también como un hombre bastante progresista, que apostaba a la educación".
El Mundial 78, se sabe, se jugó en los años del horror. Los goles convivieron con las torturas. Cantilo, amante del viejo amateurismo, dejó su puesto apenas terminado el Mundial, supuestamente en desacuerdo con la renegociación con aumento salarial del contrato de Menotti. "Un hombre sincero y apasionado, honesto y leal, que vive en el país", lo despidió Lacoste en una carta pública en El Gráfico.
Cantilo puede no ser hoy un recuerdo políticamente correcto. Menotti, sin embargo, lo recuerda sentado en primera fila con los jugadores, escuchando los conciertos que ofrecían al plantel el flaco Spinetta, la tana Rinaldi y Anacrusa, entre otros. Sucedía en la concentración de José C. Paz. Un día, al llegar en su auto, Menotti vio que dentro del predio estaba lleno de soldados. "Le dije que así no podíamos trabajar y echó a los soldados que tenían que hacer la seguridad de la concentración. Tuvieron que instalar una carpa afuera". Cantilo se fue en silencio y nunca más habló con la prensa. "Todavía recuerdo sus palabras al día siguiente de conocernos, cuando le presenté al cuerpo técnico. Dijo que terminado el Mundial él se iba. '¡Qué se va a ir! ¡Si salimos campeones se va a ir pero de joda!' decíamos entre nosotros en ese momento. Yo -sigue Menotti- era el primero en decir que no se iba ni en pedo si éramos campeones. Nadie le creía. Terminó el Mundial, me abrazó fuerte. '¡Salió como lo soñamos César!', me dijo. Y se fue".
Menotti asiste sorprendido a la escena. Lacoste, mano derecha del almirante Eduardo Massera, es el nuevo patrón del deporte argentino. La bota militar dentro de las canchas. Controla el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78) y en la AFA puso al propio Cantilo. A David Bracuto, presidente de Huracán, director del servicio médico de la UOM, le bloquearon las cuentas y lo obligaron a "renunciar" horas después del golpe del 24 de marzo de 1976. Socio del Jockey Club y de Vélez, el abogado Cantilo no era un advenedizo. Había sido presidente del Colegio de Arbitros con Juan Martín Oneto Gaona, interventor en la AFA en tiempos de la dictadura de Juan Carlos Onganía. También Oneto Gaona era abogado y socio del Jockey. Igual que Florencio Martínez de Hoz y Ricardo Camilo Aldao, primeros presidentes de la AFA, cuando las elites controlaban al fútbol. El golpe del 76 encuentra a la selección de Menotti de gira por Europa. Apenas vuelve a Buenos Aires, echado Bracuto, quien le había ofrecido el cargo, Menotti lleva la renuncia a Cantilo en un sobre. "Guárdelo. No me lo entregue porque las renuncias son indeclinables. Conozco sus ideas políticas. Yo pienso completamente diferente y se que habrá problemas, pero eso no tiene absolutamente nada que ver. Lo único serio que encontré al asumir acá es esto". "Esto", una carpeta que mostraba Cantilo mientras hablaba, era el plan de trabajo para las selecciones que Menotti había elaborado junto con Rodolfo Kralj. Lo había presentado años antes, después de que Ferro negara jugadores a la selección. Para frenar su renuncia, Bracuto y Paulino Niembro le dijeron a Menotti que presentara un plan. Se encerró con Kralj desde las doce del mediodía hasta las ocho de la mañana del día siguiente. Selección, juveniles, preparación, contrato del DT hasta terminada la eliminatoria. Si pierde se va. Si clasifica sigue hasta fin de diciembre del año del Mundial. "Tiene mi palabra de honor de que 'esto' se va a cumplir al pie de la letra. Antes del jueves preciso una respuesta. Piénselo", despidió Cantilo a Menotti.
"Yo no lo podía creer. Lo que había costado años de pelea con otros, acá llevó cinco minutos. Al otro día le dije que sí. Cantilo pidió conocer al cuerpo técnico. Se enamoró del viejo Kralj. Con él hacían todos los partidos por teléfono. Las selecciones extranjeras venían acá y nosotros ibamos allá, sin ningún intermediario. Y cuando se reunió con los jugadores, vino al otro día y me dijo 'no sabe la alegría que tengo César. Yo iba dispuesto a discutir y me dijeron que lo único que querían era cobrar si llegamos a la final'. Se quedó loco con eso. Italia cobró 150.000 dólares para cada jugador por participar. Nosotros 27.000 dólares por ganar la Copa. Fuimos a jugar a todas las provincias. Sin cobrar AFA ni los jugadores. Había broncas porque yo convocaba a jugadores de Boca y de River y él mandaba las citaciones y yo le decía pero mire que se pueden lesionar en un entrenamiento y él me respondía 'déle, por más que tiren bombas vamos a seguir'. Después vino la serie de partidos en Boca en 1977. Había rumores, versiones de que si nos iba mal. la Marina me rajaba. Lacoste no me podía ni ver. Mandaban a la hinchada de Boca a putearnos. La mujer de (Leopoldo) Luque escuchó en un avión a jugadores de Boca que decían que 'ahora con el Toto (Lorenzo) vamos a la selección'. Y Cantilo que me decía 'usted y yo hasta el Mundial estamos seguro'. Si él no estaba creo que yo no llegaba al Mundial".
Menotti, que suele demorar hasta dos y tres meses pedidos de entrevista, me atendió de inmediato cuando le comenté que quería aprovechar el 35º aniversario del Mundial, cumplido este martes, para hablar de Cantilo, fallecido en silencio un mes atrás. El Gráfico lo presentó en una amplia entrevista el 5 de mayo de 1976. Cantilo se describió como "un fanático lector de libros de historia, apasionado por la música, hincha rabioso de Gardel y de Piazzolla" y jugador de ajedrez. Le citó a su director, Héctor Vega Onesime, una frase de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei: "Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen en tus oídos las risas que cosechaste con tus fracasos". "Esa norma -le dijo- es como una pantalla prendida que veo las 24 horas del día". Años después del Mundial, Menotti recordó con calidez en una entrevista su primera y decisiva reunión con Cantilo. "¡Imagínense ese diálogo entre un militante de izquierda y un tipo del Opus Dei!. "Yo -me dice ahora Menotti- tengo mucho respeto por la fe de las personas. Discuto otras cosas. A Cantilo lo recuerdo como un aristócrata de verdad. De las buenas costumbres. No de las miserables. Daba la mano como un hombre. Muy crítico de Isabelita y de Perón. Y, desde su lugar, lo recuerdo también como un hombre bastante progresista, que apostaba a la educación".
El Mundial 78, se sabe, se jugó en los años del horror. Los goles convivieron con las torturas. Cantilo, amante del viejo amateurismo, dejó su puesto apenas terminado el Mundial, supuestamente en desacuerdo con la renegociación con aumento salarial del contrato de Menotti. "Un hombre sincero y apasionado, honesto y leal, que vive en el país", lo despidió Lacoste en una carta pública en El Gráfico.
Cantilo puede no ser hoy un recuerdo políticamente correcto. Menotti, sin embargo, lo recuerda sentado en primera fila con los jugadores, escuchando los conciertos que ofrecían al plantel el flaco Spinetta, la tana Rinaldi y Anacrusa, entre otros. Sucedía en la concentración de José C. Paz. Un día, al llegar en su auto, Menotti vio que dentro del predio estaba lleno de soldados. "Le dije que así no podíamos trabajar y echó a los soldados que tenían que hacer la seguridad de la concentración. Tuvieron que instalar una carpa afuera". Cantilo se fue en silencio y nunca más habló con la prensa. "Todavía recuerdo sus palabras al día siguiente de conocernos, cuando le presenté al cuerpo técnico. Dijo que terminado el Mundial él se iba. '¡Qué se va a ir! ¡Si salimos campeones se va a ir pero de joda!' decíamos entre nosotros en ese momento. Yo -sigue Menotti- era el primero en decir que no se iba ni en pedo si éramos campeones. Nadie le creía. Terminó el Mundial, me abrazó fuerte. '¡Salió como lo soñamos César!', me dijo. Y se fue".
*Periodista. Texto publicado en el diario La Nación.