Hoy se cumplen 110 años de la primera y mítica fundación de Huracán, aquella del 25 de mayo de 1903. Lo que sigue es un impecable texto publicado en Página/12 en ocasión del Centenario Quemero (el oficial, el celebrado en 2008). Retrata, sobre todo, el significado de Huracán.
Por Gustavo Veiga
Demasiados
años son cien, demasiada historia tiene Huracán, demasiado grande es el
club, demasiado porteño es Parque Patricios, demasiado fútbol ha pasado
desde el 1 de noviembre de 1908, demasiado es poco para expresar en
palabras un sentimiento que nació en Nueva Pompeya, se reivindicó
siempre de la Quema y Jorge Newbery paseó en globo por el país, creando
(como pensó el Che con uno, dos y tres Vietnam) decenas de Huracán por
toda la geografía nacional.
Los tres célebres compositores permiten entender esa química que siempre existió entre el tango y Huracán. Esa relación que da la dimensión exacta de por qué un club es patrimonio cultural y deportivo al mismo tiempo. Una Entente Cordiale (del francés: entendimiento cordial) de tres barrios como Parque Patricios, Nueva Pompeya y Villa Soldati, vecinos en el sur postergado de Buenos Aires. Ahí echó raíces Huracán. Y desde ahí se extendió cruzando las fronteras de la Quema con su fútbol marca registrada.
Sacó la cédula de identidad de su juego –y la mantuvo durante décadas– con los cuatro títulos del período amateur: 1921, ’22, ’25 y ’28. Aquellos equipos que integraban Guillermo Stábile y Cesáreo Onzari, el del primer gol olímpico. Huracán ya había sido fundado dos veces como Buenos Aires – la primera el 25 de mayo de 1903–, pero el centenario que se festejó ayer vale por la segunda. La rica producción bibliográfica dedicada al Globo (ver aparte) explica en detalle de qué se trata su declamada y justificada grandeza.
Huracán es el sexto equipo con mayor cantidad de jugadores en la historia de los mundiales de la FIFA. Tiene más de cien homónimos (Huracán de Tres Arroyos, de Corrientes y de Comodoro Rivadavia, entre los más conocidos). Marcó el record de público para un partido que no hayan disputado los restantes cinco grandes: el 20 de abril de 1947 goleó a Atlanta 4 a 0, ante unas 70 mil personas (fue en el Viejo Gasómetro, donde entraban 75 mil) la tarde en que debutaron Arsenio Erico en el Globo y Adolfo Pedernera en el equipo de Villa Crespo. Ese mismo año, pero el 7 de septiembre, inauguró el Palacio Tomás A. Ducó, con otra goleada ante Boca (4 a 3) y 50 mil espectadores. Estadio modelo en aquella época en que se construían en serie, su mole de cemento está clausurada hace poco más de un año. Una medida que, curiosamente, en el día de su centenario lo obligó a hacer de local en Vélez contra Estudiantes, la cancha donde se fue al descenso en 1986. “La pasión no se clausura”, decía la bandera con que salió a jugar el equipo, en protesta por la dilación del gobierno porteño en aprobar los arreglos que ya se hicieron.
Huracán también es grande porque disfrutó mucho tiempo a Herminio Masantonio, el tercer goleador en la historia del profesionalismo (256), detrás de Erico y Angel Labruna; a Tucho Méndez, indiscutido titular del ’41 al ’47; a Emilio Baldonedo; a Jorge Alberti, el que más partidos jugó; a los dos Rossi, Coco y Pipo (aunque éste, ya veterano, y después de ser un símbolo de River); a Sebastián Viberti; a Alberto Rendo y Héctor Veira, dos que también jugaron en San Lorenzo; a Miguel Brindisi, Carlos Babington (su actual presidente) y René Houseman, los mejores en el campeón del ’73, su único título del profesionalismo; a Osvaldo Ardiles y Omar Larrosa, campeones del Mundial ’78; a Claudio García, Claudio Morresi (el secretario de Deporte de la Nación), Hugo Morales, Teté Quiroz, el Rolfi Montenegro, el Turco Mohamed y Lucho González.
Puede jactarse también de que, aunque de manera fugaz, otros grandes jugadores se pusieron su camiseta: Alfredo Di Stéfano (hizo 10 goles en 25 partidos en 1947), Adolfo Pedernera, Mario Boyé, Ricardo Infante, Claudio Borghi y Oscar Ortiz, que brilló en el clásico rival de Boedo.
El gran campeón del 73. Cuando todavía se mencionaban las formaciones de memoria, cuando Huracán insinuaba en el advenimiento de los años ’70 su producción que lo llevaría al título del ’73, era el grande –sin título profesional aún– que nadie hubiera osado cuestionar en su grandeza. Un mandato simbólico que hoy se torna quimera, el de ganar, gustar y golear, aquel equipo del Flaco Menotti lo hacía natural.
Basta una anécdota para recordar su nivel, que lo ubica entre los de mejor fútbol en 77 años de profesionalismo. El querido Roberto Fontanarrosa, fana de Central, asistió impávido a la goleada que Huracán le dio a su propio club en Rosario, en la fecha 11, con dos goles de Houseman, uno de Larrosa, Brindisi y Del Valle. El público local, con hidalguía, ovacionó al rival que lo había dejado en ridículo. El desaparecido humorista le dedicó un capítulo de su libro “No te vayas campeón”, al Globo del ’73: “A ese Huracán de Menotti no le costaba mucho ganar, golear y gustar. La broma es que dejó esa pesada máxima sobre la conciencia de los demás equipos venideros del fútbol argentino, como si a todos les resultara tan, pero tan fácil”.
El estilo ofensivo y de pelota al pie de aquel Huracán que tuvo como formación base a Roganti; Chabay, Buglione, Basile y Carrascosa; Brindisi, Russo y Babington; Houseman, Avallay y Larrosa, deposita una buena dosis de nostalgia en el ’73 y los años más cercanos, que le permitieron disfrutar al hincha buenas campañas hasta el ’76, con dos subcampeonatos más. Sobre todo, si se compara ese período con lo que vendría después, con 35 años de más sinsabores que alegrías, que incluyeron dos descensos en 1986 y 1999; varias y muy malas administraciones; el asesinato de su hincha más célebre, Ringo Bonavena, en Reno, Estados Unidos; la sangría de talentos que cada vez se disfrutaron menos; la frustración del título perdido en la última fecha del torneo Clausura ’94, y todo eso mechado con cierto emparejamiento en el historial con el clásico rival de Boedo a partir del ’73, los éxitos circunstanciales y el reforzamiento de una pasión que continúa inalterable hasta hoy.
Porque Huracán es, como cada club en la Argentina, una pasión incomprensible para los demás. Una pasión que cumplió cien años, donde caben varias generaciones de hinchas (desde su socio número 1, José Giura, con saludables 94 años, al joven Federico Bonino, el hijo de Mario, periodista asesinado en noviembre del ’93), y desde la que puede contarse la historia misma de Buenos Aires.